Los recientes casos de homicidios de mujeres revelan una cruda realidad: los asesinos no solo acabaron con sus vidas, sino que también mostraron ensañamiento con ellas. Jeannette Arias, jefa de la Secretaría Técnica de Género y Acceso a la Justicia del Poder Judicial, ilustró esta situación con el reciente femicidio de Nadia Peraza, cuyo cadáver fue descuartizado.
El principal sospechoso del crimen es su pareja sentimental y padre de la hija de ambos, de dos años. Se trata de un peón de construcción de 25 años, apellidado Buzano Paisano, quien tenía partes del cuerpo de la joven en un refrigerador en el jardín de una casa en San Rafael de Heredia, donde se estaba quedando, y otros tejidos y huesos en bolsas o envueltos en tela.
“No podemos decir que (los homicidas) solo buscan deshacerse del cuerpo. Lo hacen de la manera más humillante para ella, su familia y la sociedad, para que todos vean el desprecio y el odio que tenían por esa mujer”, explicó Arias.
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Al igual que en el caso de Peraza, otros recientes homicidios de mujeres se caracterizan por la extrema crueldad. Por ejemplo, Kimberly Araya, de 33 años, fue asesinada el 18 de abril pasado y su cuerpo fue arrojado en una ladera del cerro Zurquí. El único sospechoso es su esposo y padre de sus tres hijos.
Se presume que el sujeto, de apellidos Pérez Mena, la mató en su casa y luego condujo hasta esa zona montañosa para deshacerse de los restos. A pesar de que el cadáver pasó varios días a la intemperie y fue dañado por animales, las autoridades lograron confirmar su identidad.
El 16 de abril, sicarios irrumpieron en el apartamento de Kristtel Fernández en Limoncito de Limón y la acribillaron a balazos junto a su hija de cuatro años. La menor recibió la mayor cantidad de heridas, lo que indica que los asesinos se ensañaron con ella. Hay tres detenidos por este crimen.
En el primer trimestre del año, Emilce Soto, de 47 años, desapareció cuando salió de su casa, en Palmar Sur de Osa, para hacer un mandado en bicicleta. Se presume que su homicida es un hombre de apellido Valverde, con quien no tenía ningún vínculo. El Organismo de Investigación Judicial presume que el presunto implicado lanzó el cadáver en un cuerpo de agua en esa misma zona, pero aún no aparece.
Valverde estuvo vinculado previamente con otro homicidio de una adolescente y tiene antecedentes por agresiones sexuales.
En otro caso, el 20 de noviembre de 2023 se encontraron cabellos y partes del cerebro de Juliana Diermissen Noel, de 39 años, en una casa de alquiler en barrio Palermo de Cariari, Pococí, en Limón. Juliana había desaparecido desde el 31 de octubre. Ella vivía con su pareja y principal sospechoso de su asesinato, un hombre de apellidos Ramírez Mejía.
Con luminol, los investigadores encontraron rastros de sangre y una fosa en las afueras de la vivienda, donde el sospechoso presuntamente intentó enterrar a la mujer. Sin embargo, aparentemente luego se retractó, desenterró el cuerpo y lo quemó antes de huir.
Finalmente, en abril de 2024, Ramírez fue detenido en Orotina de Alajuela y los huesos de Juliana fueron encontrados en un bananal en Cariari, luego de que el sujeto confesara dónde los había enterrado.
Asesinatos más recientes
Extrema crueldad
FUENTE: OIJ y Archivo LN || INFOGRAFÍA / LA NACIÓN.
La misoginia y la cosificación en los homicidios
Todos estos crímenes tienen en común el ensañamiento contra las víctimas y, en cuatro de los cinco casos, la fijación y violencia contra sus restos. Además, tres de las cinco muertes corresponden a femicidios, ya que los victimarios eran sus parejas.
Para Jeannette Arias, hace 40 o 50 años este tipo de crímenes contra mujeres, y especialmente la serie de casos recientes, no eran comunes. La especialista habla de misoginia en el femicidio, que va de la mano con la “cosificación y objetivización” de las mujeres, explicó.
Según Arias, parte de esta cosificación implica que los femicidas consideran a sus víctimas como de su propiedad: “Es un objeto y el cuerpo es de mi propiedad, por eso hago con él lo que me da la gana”, ejemplificó. Por este sentido de pertenencia, después de consumar el asesinato, hacen con los cuerpos lo que desean: enterrarlos y desenterrarlos, quemarlos, cortarlos o desecharlos.
Para la criminóloga Tania Molina, también se trata de un intento desesperado por deshacerse de las pruebas. “El femicidio es la manifestación más violenta contra las mujeres. Efectivamente, ahora vemos mucha más violencia, pero siempre ha existido y es muy solapada”, destacó Molina.
Parte del incremento de esta violencia también tiene que ver con lo normalizada que está en la sociedad, según la analista criminal. “La violencia contra las mujeres también está normalizada en la cultura, a través de la música, series y películas”, agregó.
Arias estima que otro factor que influye en que la violencia contra la mujer llegue a extremos, como los observados en los recientes homicidios, es que cada vez son menos las mujeres que dependen económicamente de un hombre, rompiendo brechas de género, lo que en algunos hombres puede generar una reacción agresiva.
Violencia silenciosa
El 2023 fue el año más violento en la historia del país, con un total de 907 homicidios dolosos. La mayoría de las víctimas fueron hombres, asesinados en riñas o por sus vínculos con el crimen organizado.
De acuerdo con datos del Observatorio de Violencia de Género suministrados por Arias, en los primeros cuatro meses del 2022 se registraron seis muertes violentas de mujeres, en 2023, para el mismo periodo, se registraron 12 y en los primeros cuatro meses del 2024, se registraron 19. Estos números incluyen femicidios, homicidios y muertes de mujeres, aun sin clasificar.
Tras el doble homicidio de Kristtel Fernández y su hija de cuatro años, las autoridades indicaron que, aparentemente, fueron ultimadas por una banda criminal que se sintió aludida por publicaciones de la mujer en redes sociales.
Arias destacó que este tipo de homicidios a mujeres, relacionados con el crimen organizado, son cada vez más comunes, producto de la inseguridad que enfrenta el país. “El crimen organizado se cruza con la violencia de género y aumenta las muertes violentas de mujeres también en estos contextos”, afirmó.
Molina explicó que, para las autoridades podría resultar más sencillo prevenir y combatir los homicidios enmarcados en crimen organizado, que aquellos que ocurren dentro de una casa, un núcleo familiar o una relación. Por eso, la violencia contra la mujer, que tiene como epítome el femicidio, es una violencia silenciosa que ocurre en privado, según la consultora criminal.
“‘Usted es mi pareja, entonces yo la golpeo’. Hay mucha violencia patrimonial, porque los agresores son proveedores y hay hijos. En ese contexto es muy difícil para las víctimas poder salir de esos círculos”, mencionó.
Molina destacó que en la mayoría de los casos de muertes violentas contra mujeres, se observa el uso de fuerza por parte del victimario. “Algo que llama la atención es cómo las asesinan. No les disparan, no es el típico homicidio con arma de fuego. Casi siempre son asfixiadas”, explicó la especialista. Según Molina, con esta forma de asesinato, los sujetos buscan demostrar fuerza, posesión y control sobre la mujer.
Arias indicó que hay momentos de mayor riesgo en los que las mujeres pueden ser víctimas de violencia, como cuando desean terminar la relación con el agresor, o cuando el hombre es notificado de algún procedimiento legal. “En esos momentos es cuando más deberían acercarse al sistema para tener protección. A nivel mundial, en estas circunstancias hay picos de violencia”, manifestó.
La jefa de la Secretaría Técnica de Género y Acceso a la Justicia del Poder Judicial destacó que todas las mujeres asesinadas por sus parejas vivían en un ciclo de violencia, que usualmente comienza con violencia psicológica y luego escala hasta la violencia física que termina en femicidio.
“Son luces rojas que las mujeres deben ver, que la violencia va incrementando y que deben romper el silencio y acudir a las autoridades, eso es fundamental”, mencionó.
Arias también enfatizó que la violencia contra la mujer no solo afecta a las mujeres, sino también a sus familias, especialmente a sus hijos. “Los niños se vuelven testigos no solo del femicidio, sino también de la violencia desde el inicio hasta su final”, mencionó. Por lo anterior, consideró importante que los centros educativos organicen actividades para detectar violencia intrafamiliar y prevenir desenlaces desafortunados.
“El sistema de salud pública también es fundamental para detectar la violencia. Las instituciones deben tener mecanismos de detección, y las empresas y patronos también deberían tener políticas de apoyo para las víctimas de violencia”, aseguró Arias.
La experta hizo un llamado a la sociedad para que vea con más empatía los casos de violencia contra la mujer y nunca se dé por vencida en ayudar a una víctima de violencia.
“El núcleo más cercano a las mujeres, es decir, su familia, debe acercarse a las autoridades para denunciar las situaciones que ven, especialmente si las mujeres no quieren denunciar. El pensamiento de una mujer que es víctima de violencia no es el mismo que el de una que no sufre violencia. Todas sus acciones están condicionadas por el miedo”, destacó.
De su lado, Molina mencionó que es necesario implementar mecanismos de apoyo más efectivos y otorgar más recursos a las instituciones que atienden la violencia contra la mujer, como el Instituto Nacional de las Mujeres (Inamu) y el Poder Judicial, para que puedan asistir a las víctimas y sacarlas inmediatamente del entorno donde son agredidas.
Si usted o alguien que conoce es víctima de violencia, denuncie al 9-1-1 o acuda a la delegación policial más cercana.
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