Raúl Talavera Duarte, de 57 años, trabajaba en la elaboración de dos anillos cuando dos motociclistas que se hicieron pasar por repartidores de comida ingresaron a su establecimiento y lo asesinaron para robarle joyas y dinero.
Este hecho de sangre, ocurrido el pasado lunes en Liberia, Guanacaste, cortó en forma abrupta la historia de superación de un hombre que vino hace 30 años de su natal Nicaragua en busca de paz y oportunidades.
Su hija, Linda Talavera, cuenta que a don Raúl le tocó trabajar desde muy joven porque tenía muchos hermanos y su padre sufría de alcoholismo. Así fue como a los 14 años aprendió el oficio de la joyería, gracias a que un conocido le enseñó.
También, a punta de empeño personal, se convirtió en un amante de la lectura aunque no terminó la escuela en su país.
Recuerda que su padre tuvo un negocio en Nicaragua pero que debido a la situación política decidió venirse a San José en 1994 junto con su esposa y sus dos hijos mayores, que en ese entonces tenían 2 y 3 años.
Durante los primeros años en el país, los esposos trabajaron en la recolección de café y “en trabajos que deben hacer los nicaragüenses antes de poder acomodarse en el país”, según comenta Linda.
“Él a nosotros siempre nos dio cariño y siempre trabajó para darnos lo que él nunca tuvo. Siempre trató de buscar algo mejor para sus hijos”, señala entre lágrimas.
Después, trabajó como empleado en una joyería en Liberia, hasta que un señor le prestó dinero para poner su propio negocio, el cual inició en el corredor de una casa que alquilaba.
Años después, mediante un bono de vivienda, logró construir su casa y alquiló algunos locales en Liberia para poner su joyería y así se fue desarrollando como comerciante en la Ciudad Blanca.
Motivó a los hijos a estudiar
Raúl Talavera Duarte siempre motivó a sus hijos a superarse por medio de los estudios. Linda aprendió inglés y chino mandarín mientras asiste a la universidad; por su parte, sus hermanos ya son profesionales.
Ella recuerda que, a pesar de que uno de sus hermanos aprendió el oficio de la joyería, su papá lo motivó a ser profesional.
“Siempre quería que uno buscara más allá, entonces desde que estábamos pequeños nos daban cursos de inglés. Todos mis hermanos y yo aprendimos a hablar inglés; uno de ellos terminó la universidad y es ingeniero, al igual que el otro.
“Mi papá siempre consideró que lo más importante era estudiar”, asegura.
Además de enseñarles el amor por el estudio, Linda asegura que su padre les inculcó muchos valores que él vivía y mostraba con su ejemplo. Por eso, estaba culminando el sexto grado de escuela. “Él decía que iba a terminarlo y luego el colegio”, agrega.
“Nosotros siempre hablamos del lenguaje del amor y nosotros decimos que el de papi eran los actos de servicio o regalar cosas, porque cuando él pensaba en alguien, nos decía: ‘trae tal cosa para fulanito, tal cosa para menganito’”, rememora entre risas.
Los sujetos que irrumpieron, el pasado lunes, en la joyería Topacio llegaron con cascos y una motocicleta sin placas. Durante el atraco le dispararon a don Raúl en el pecho, el hombro, la mano, la pelvis y el muslo izquierdo. La Policía aún anda tras sus pasos.