Clisman Bravo, Samuel Arroyo, Sigrid Chaves, Juan Ortiz y Yoselyn Mata, forman parte de las 67 personas que murieron en los últimos cinco años y medio como víctimas inocentes de balaceras. Aunque el ataque no iba dirigido en su contra, sicarios dispararon cerca de donde se encontraban y fueron alcanzados por una bala perdida.
Samuel, de apenas 8 años, recibió un balazo mientras dormía en su casa en La Gloria de Zapote, en febrero pasado. Con su muerte se truncaron los sueños de un niño y la ilusión de una familia de verlo crecer y superarse.
Yoselyn, en tanto, era una alegre joven de 26 años que la noche del 24 de julio del 2019 salió con su padre para ir a recoger a su mamá al centro de Cartago. Mientras transitaban por la ciudadela Manuel de Jesús Jiménez, una bala la impactó en la cabeza. Su caso sigue impune.
Las cifras de víctimas colaterales han sido oscilantes desde enero del 2018 y junio del 2023; sin embargo, el crecimiento más dramático se registró entre el 2021 y el 2022, al pasar de 7 casos a 18 en ese periodo. Precisamente, Costa Rica registró el año pasado la cifra más alta de homicidios desde que se tienen registros.
Por otra parte, en los primeros seis meses del 2023 ya se registran 13 víctimas colaterales, lo cual hace pensar en la posibilidad de que se supere la cifra total del 2022.
Al analizar las estadísticas del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), se observa que la mayoría de los afectados en los últimos cinco años y medio son hombres de entre 18 y 39 años de edad. Sin embargo, también hay cuatro víctimas menores de edad y cuatro adultos mayores de 65 años o más. Del total de 67 muertes, 25 son mujeres.
Por zona geográfica, la provincia de San José es la que registra la mayor cantidad de casos, seguida por Limón.
Víctimas colaterales por homicidio
La mayoría eran hombres entre los 18 a los 39 años.
FUENTE: OIJ || INFOGRAFÍA / LA NACIÓN.
Las causas de este aumento podrían estar relacionadas con la inexperiencia, la falta de destreza y la indiferencia con la que los criminales llevan a cabo los asesinatos. Voces especializadas como la del exministro de Seguridad Pública, Gustavo Mata, y la del criminalista Bryan Sandí, sostienen esta hipótesis.
A criterio de Mata, la lucha entre grupos criminales por el control de los territorios de venta de drogas, como la marihuana o la cocaína, y la pérdida de temor por parte de los delincuentes al cometer los homicidios, a plena luz del día y en cualquier lugar, aumentan el riesgo de que haya más víctimas colaterales.
“No tengo ninguna duda de que si esta dinámica continúa, habrá más víctimas colaterales, porque a estos grupos no les importa si hay niños, jóvenes o mujeres. No les importa nada. La mayoría de las veces están drogados o bajo la influencia del alcohol; no saben manejar correctamente el arma, simplemente disparan indiscriminadamente y esto es lo que estamos presenciando”, explicó Mata.
El 7 de julio anterior, La Nación solicitó una entrevista con Randall Zúñiga, director interino del OIJ. Sin embargo, la oficina de prensa de esa institución indicó que por temas de agenda hasta el 17 de julio podrá referirse al tema.
Conductas imitadas
El criminalista Bryan Sandí sostuvo que las conductas que muestran los gatilleros son imitadas. Nacen en Europa, se extienden a Estados Unidos y de ahí viajan a México, país principal del cual los costarricenses importan la metodología y aprenden.
Por lo tanto, según aseveró, si queremos visualizar cómo será la delincuencia en nuestro territorio en el futuro, basta con observar lo que está sucediendo en tierras aztecas en este momento.
Sandí señaló que la metodología utilizada para intimidar a grupos rivales no ha aumentado la cantidad de sucesos que ocurren, pero sí ha elevado el nivel de violencia y el daño que causan, ya que a los criminales “no les importa dañar a más personas con tal de afectar a su objetivo”.
“El daño colateral tiende a complicar la investigación, ya que en un principio las autoridades judiciales no saben a quién iba dirigido específicamente el ataque.
“Muchas veces se atribuye a ajustes de cuentas, deudas o disputas entre grupos rivales, pero a veces resulta un poco más difícil de determinar, especialmente cuando aparecen siete u ocho personas asesinadas o incluso una familia completa; en esos casos, es necesario profundizar más”, manifestó.
A esto se suma el tipo de armas utilizadas. En el pasado era común el uso de armas blancas o cuchillos, luego evolucionó hacia el uso de armas de fuego más pequeñas como pistolas de calibre nueve milímetros o revólveres de calibre 38.
Sin embargo, en la actualidad, los expertos consideran que la dinámica ha cambiado y que ahora es habitual ver fusiles como AK-47 o AR-15, con municiones potentes capaces de recorrer hasta un kilómetro o más, y que pueden atravesar techos y paredes.
Precisamente eso pasó con Samuel, en Zapote. La bala que truncó su vida recorrió aproximadamente un kilómetro desde el precario donde dos grupos se disputaban territorios para la venta de drogas. El único sospechoso de su muerte, un joven de 15 años, está en libertad sin ningún tipo de medida cautelar.
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Explosivos
Para el criminalista Bryan Sandí, las proyecciones y estudios permiten afirmar que los niveles de violencia seguirán aumentando con el uso de explosivos en el futuro.
“Vamos a tener en unos meses o años un auge de los atentados con los aparatos explosivos, sean domésticos, industriales o de guerra. Ya esto se veía venir y, lamentablemente, van a seguir en aumento si no se cambian ciertas cosas de raíz”, enfatizó.
Sandí comentó que una de las razones que podrían promover el uso de este tipo de armas es que favorecen la impunidad.
A modo de ejemplo indicó que en un atentado con arma de fuego pueden haber numerosos testigos o cámaras de seguridad que capten el suceso. Mientras, en un ataque con bomba, los delincuentes pueden programar el artefacto horas antes, para dificultar su rastreo.
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Traslado de región
De acuerdo con el exministro Gustavo Mata, la contención juega un papel crucial en la lucha contra la criminalidad. En su opinión, los recientes operativos llevados a cabo en Limón han contribuido a reducir los homicidios, aunque no de manera significativa, ya que estos siguen ocurriendo y los delincuentes se desplazan a otras regiones.
“La contención hay que realizarla en todo el país. Se requiere de un cuerpo policial robusto, valiente, se requiere equipamiento, movilidad, se requiere de tecnología. Mientras no se piense en invertir en seguridad seriamente, esto va a seguir pasando”, sostuvo.
Por su parte, Sandí insistió en que las garantías penitenciarias y judiciales para los gatilleros, las bajas penas de prisión y el “sistema permisivo y preventivo” en Costa Rica se combinan para que los delincuentes sigan delinquiendo.
Hasta el viernes 14 de julio, según datos del OIJ, se han registrado 474 homicidios en lo que va del año, 138 más que en el mismo periodo del año anterior. El pasado 11 de julio fue el día con mayor número de crímenes, con ocho asesinatos ocurridos en tan solo 24 horas.