Hace un año, la abuela materna de las niñas aseguraba que aceptaría si el PANI ubicaba a sus nietas en un mejor recurso que ella, pero hoy anuncia que peleará hasta "las últimas instancias".
"Si en algún momento aparece un mejor recurso que yo para mis nietas, no tengo ningún problema en aceptar la ubicación de ellas en ese recurso", aseguraba el 18 de febrero 2016 Ana Rosa Guerra Guerra, abuela materna de las niñas que sobrevivieron a la masacre en Matapalo, Guanacaste.
La mujer indicó que, si bien solicitaba la custodia de las menores, entendería si el Patronato Nacional de la Infancia (PANI) no se la otorgaba.
Sin embargo, un año más tarde cambió de opinión. En una entrevista que concedió a La Nación, la mujer de 60 años anunció que peleará hasta "las últimas instancias" por la custodia de sus nietas, de 5 años y de año y medio de edad.
Esa lucha inició días después de que fueran descubiertos los homicidios de Yeimmy Jéssica Durán Guerra, de 38 años; de su esposo, Dirk Beauchamp, de 57; y de tres hijos de la pareja, de 12, 8 y 6 años.
En ese tiempo, el PANI le prohibió a la abuela materna ver a las menores y también la acusó de violencia patrimonial por "haber tomado la decisión arbitraria de sacar del hogar de las niñas (donde ocurrió la masacre) todos los bienes".
Para Guerra, las niñas son las más perjudicadas con ese tipo de decisiones. "A mí me duele mucho. Pero lo que yo pienso es que, si eso me afecta a mí de una manera tan grande, ahora imagínese cómo puede dolerle esta distancia a ellas".
"El PANI tiene que entender que mis chiquitas me necesitan. Soy el único recuerdo que les queda de su mamá y separarnos no es una buena idea", agregó.
Versión. Guerra insistió en que la denuncia que interpuso el PANI en su contra por violencia patrimonial, "tiene como fin alejarme de mis niñas".
Según señaló, de la vivienda de la familia ella sacó la ropa y el camarote donde dormían las menores. También, admitió, que se llevó una lavadora y dos pantallas que "no sirven para nada", de acuerdo a su relato.
"Lo que pasó fue lo siguiente. Yo me fui el 17 de febrero del año pasado (un día después de descubierto el crimen) a Matapalo a ver qué había pasado. Cuando llegué, la gente del OIJ (Organismo de Investigación Judicial) me dijo que mejor fuera a retirar los cuerpos, porque ellos tenían que recabar muchas pruebas dentro de la casa.
"Me dijeron que duraban como 15 días, que me devolviera tranquila a San José, que los enterrara y que ellos me llamaban cuando terminaban de hacer todo en esa casa. Yo les creí.
"Pero como a los ocho días me llama una amiga de Yeimmy para decirme que me vaya cuanto antes para Matapalo porque había alguien con un carro sacando la refrigeradora y cuanta cosa se encontraban. Al día siguiente me fui y decidí traerme lo de mis nietas", contó Guerra.
Por su parte, el PANI interpuso la denuncia contra la abuela y el Juzgado de Familia de Santa Cruz le impuso una serie de medidas cautelares, el 2 de marzo anterior, entre ellas figura la prohibición de acercarse o entrar a la vivienda y la obligación de levantar un inventario con todos los bienes "sustraídos" por Guerra de la casa en Matapalo.
"Interés material". Mientras Ana Guerra intenta defenderse de los señalamientos del Patronato, la hija mayor de Yeimmy, una joven hoy de 19 años, "rechazó" la posibilidad de que sus hermanas sean reubicadas en la casa de su abuela materna.
En una entrevista en el PANI algunos días después de la masacre, y de la cual hay una transcripción en el expediente, la muchacha manifestó que no tiene ninguna relación con Guerra, esto debido a que no la considera una buena persona.
"(Ella) Teme que se repita la historia de su madre si esta señora se encarga de sus hermanas. Dice recordar que el ambiente que rodea a su abuela materna es de muchos conflictos, drogas, delincuencia y pocas posibilidades de estudiar. Agrega que Ana es materialista, solo le interesa la casa y el beneficio económico que pueda obtener por el cuido de las niñas", resumieron los funcionarios sobre esa conversación con la joven.
Mamá de asesino reclama custodia de nieta
La mamá del hombre que asesinó a su amante y a la familia de ella en febrero del 2016 en Matapalo, Guanacaste, pidió la custodia de su supuesta nieta, actualmente de año y medio de edad.
Así consta en el expediente OLSC-00043-2015 del Patronato Nacional de la Infancia (PANI), del cual La Nacióntiene copia.
La solicitud fue hecha el 17 de febrero del año pasado ante el Juzgado de Niñez y Adolescencia de San José; es decir, un día después de que se descubriera que Maikol Adrián Salmerón Silva había asesinado a su amante, Yeimmy Jéssica Durán Guerra, de 38 años; al esposo de ella, Dirk Beauchamp, de 57 años; y a tres hijos de la pareja, de 12, 8 y 6 años.
Salmerón también dejó muy mal herida a otra menor, quien tenía lesiones importantes en su cabeza y tórax. Ella tenía 4 años en ese momento y logró sobrevivir.
Mientras que a la bebé, de seis meses en ese momento, no la hirió; él la dejó acostada en una cama de la casa y luego huyó. Desde un principio las autoridades presumieron que el asesino no le hizo daño porque se trataba de su hija.
De hecho, la mujer, de apellidos Silva García, basó su solicitud al insistir en que su hijo (Salmerón) es el padre biológico de la menor, pese a que tiene el apellido del estadounidense (Beauchamp).
“Lo que solicito en este despacho es que quiero asumir el cuido de mi nieta. Lo anterior porque ella va a estar mejor conmigo”, señaló Silva García en el documento presentado.
Según dijo, su trabajo como cocinera en el Colegio de Médicos y Cirujanos le da ingresos suficientes para velar por la crianza de la bebé.
No obstante, el PANI continúa con las valoraciones para determinar dónde ubicará tanto a la niña de un año, como a su hermana, de 5 años. Por el momento, ellas están en un albergue en Santa Cruz y en un hogar solidario, respectivamente.
Lucha entre abuelas. Debido a que el PANI había dado a conocer que la abuela materna, Ana Guerra, quería la custodia de las menores, Silva aseguró: “Ella es mayor y tiene a su cargo un nieto con discapacidad y se le puede dificultar el cuido”.
Además, señaló que teme que la familia materna “pueda agarrar algo en contra de la niña por lo que hizo el papá de ella”.
“Nosotros no nos llevamos mal con la familia de quien en vida era la señora Yeimmy, incluso hoy (17 de febrero del 2016) un hermano de ella estaba en la casa mía, indicándome que fuera al funeral".
Añadió que ”la familia de Yeimmy y la mía nunca han tenido problemas, ni antes ni después de lo que pasó”.
La abuela paterna contó, en esa misma solicitud, que Guerra no tenía buena relación con Yeimmy y que incluso tenían cerca de dos años de no hablarse ni visitarse.
“(Guerra) no conoció a la niña; solo la vio por foto y fui yo quien se la enseñé”, recordó.
Se intentó contactar a la mamá de Salmerón, pero no fue posible localizarla a un número de celular registrado.
Análisis. El mismo 17 de febrero anterior, la jueza Yerma Campos Calvo remitió la petitoria de la abuela paterna a la oficina local del PANI en Desamparados, donde reside Silva, para que realizara un informe psicosocial que permitiera conocer la idoneidad o no de la solicitante.
En ese documento, con fecha de marzo del 2016, el PANI apuntó que Silva residía en una casa alquilada en Patarrá de Desamparados. Con ella, vivían en ese momento su compañero sentimental, así como una hija de ella y tres nietos.
“Se observan problemas de hacinamienta (en la vivienda). Cuenta con dos cuartos pequeños, en uno duerme su hija con sus tres hijos y, en el otro, ella (abuela) con su pareja”, se lee en el reporte.
Sin embargo, lo que más preocupó a funcionarios del PANI es que, según los lugareños, Silva enfrenta “conflictos con su pareja asociados al licor y a la violencia doméstica, con escenas violentas dentro y fuera de la casa”.
Se determinó también que, debido a que Silva García trabaja todos los días de 6 a. m. a 6 p. m., quien realmente cuidaría de la menor sería su hija y hermana de Salmerón.
Por lo anterior, el PANI concluyó: “No sería la mejor opción para estas niñas, que lo que requieren es un hogar estable de contención y afecto que les permita disfrutar de una mejor calidad de vida, misma que sus padres no pudieron ofrecerles”.
Familia de víctima también lucha por cuido de niñas
La familia materna también lucha por obtener el cuido de las dos niñas que sobrevivieron a la masacre ocurrida el 14 de febrero del 2016 en Matapalo, Guanacaste.
Se trata de la abuela y de una tía abuela, quienes desde el momento en que ocurrió la tragedia se apersonaron a la oficina del Patronato Nacional de la Infancia (PANI) para hacer saber de su interés.
Según el expediente del PANI, del cual La Nación tiene copia, la abuela Ana Rosa Guerra Guerra envió una nota a esa entidad para hacer la solicitud formal el 17 de febrero del año pasado. Ella pidió la custodia de las dos pequeñas, de 5 años y año y medio.
No obstante, el PANI visualiza “un pronóstico negativo ante los antecedentes y proceder de ella”, apuntó Marilyn Morales, coordinadora de la oficina local de esa entidad en Santa Cruz, Guanacaste, en un correo electrónico que forma parte del expediente.
Solo una. Ese mismo día, la tía abuela de las menores fue al Hospital Nacional de Niños (HNN), donde estaba internada la mayor de las sobrevivientes, para hacer una petición similar. Ella llegó acompañada por el abuelo materno de las menores.
Sin embargo, ella solo mostró interés por la mayor de las hermanas, según consta en el expediente.
“Ha manifestado interés en asumir únicamente a la más grande, no así a la bebé (de año y medio), puesto que se identifica un conflicto familiar en el que no se aceptaba la relación que mantenía la difunta madre (Yeimmy Durán) con el nicaragüense (Maikol Adrián Salmerón Silva, quien asesinó a la familia)”, se lee en el informe.
Luego de que la tía abuela hizo la aclaración, indicó que ella vive en casa propia, que tiene una pensión de ¢650.000 mensuales y cuenta también con apoyo económico por parte de su hija, lo cual le permitiría cuidar a la niña de 5 años.
Pese a los ofrecimientos de las familias materna y paterna, el Patronato decidió reubicar a las menores en un hogar solidario (a la mayor) y en un albergue (a la bebé), respectivamente.
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