La noticia del asesinato de la niña de 4 años este miércoles en Tuetal Sur de Alajuela no sorprendió a los lugareños: la violencia que se vivía a lo interno de esa casa y que se escuchaba desde la calle fue el preámbulo de esta tragedia.
Según los vecinos, los malos tratos, gritos y hasta los golpes eran parte del diario vivir tanto de los tres niños (incluida la menor fallecida) como de la madre de ellos, apellidada Mejías Vargas. El supuesto agresor era el padrastro de los menores, de apellidos Herrera Ayala.
Sin embargo, los pobladores se escudan en el temor que dicen sentirle a Herrera para justificar su poca intromisión en este asunto de violencia doméstica.
Ese es el caso de una mujer, quien bastante temerosa accedió a hablar con un equipo de este medio con la condición de que no fuera identificada.
Ella recordó a Herrera como una persona “muy problemática y violenta” y, en cuanto a la relación con Mejías Vargas, la calificó como “enfermiza; rodeada de celos y de golpes”.
Para ejemplificar, contó: “Un día tuvimos un problema muy grande porque ella (Mejías) me pidió que le averiguara algo. Cuando pasé por al frente de la casa de ella, le pegué un grito para que saliera, pero el que salió fue el muchacho y me dijo que ella no estaba, entonces yo me fui.
“En la noche, (Mejías) me mandó un mensaje reclamándome que por qué le había hablado a él (Herrera) y fue muy difícil. Yo le dije que no quería problemas, que mejor nos alejáramos.
“Horas después, me escribió para contarme que él estaba harto de sus celos, que habían peleado mucho y que él intentó ahorcarla porque ella lo celó”.
Otro día, narró, Mejías llegó a su casa a pedirle un favor y en ese momento pudo notar que tenía “muchísimos” moretes en sus brazos.
“No me puedo imaginar cómo lo tienen que golpear a uno para que le queden esas marcas. Yo lo vi, pero no le dije, ni hice nada, porque, como ella estaba tan enamorada de él, después uno queda como el malo y, al final, uno es el que se mete en problemas”.
Lo que sí pasó es que, a raíz de eso, varios vecinos se pusieron de acuerdo para denunciar esas agresiones, en las que los más perjudicados podían ser los menores.
Sin embargo, la respuesta del Patronato Nacional de la Infancia (PANI) no fue la óptima, según los pobladores.
“Ellos venían mes a mes, pero las visitas consistían en que un funcionario llegaba, les tocaba el portón. La mujer salía, llamaba a los chiquitos, el funcionario los veía, los veía bien, según él, le pedía que firmara un papel y se iban.
“Nunca se tomaron el tiempo de averiguar qué estaba pasando y ahora estamos pagando las consecuencias de eso”.
‘Estaba como cegada’
La lugareña se atrevió a decir que Mejías Vargas era muy distinta antes de tener esta relación con Herrera.
“Antes ella se veía tranquila, un poco más dedicada a sus hijos; les regalaba cosas para Navidad. No voy a decir que era una excelente mamá, pero tampoco mala. Después de él, dejó de preocuparse por los chiquitos”.
Por ejemplo, dijo, a ella nunca se le veía con la niña de 4 años, quien, según relató, tenía un padecimiento que le complicaba caminar y hablar.
Apuntó que la mujer tenía como práctica salir con Herrera por las noches, pese a que eso significaba que debía dejar a la menor sola en la casa.
“Esas son cosas que uno no entiende. Para ella, él era primero. Estaba como cegada, no le importó estar en riesgo ella ni poner en riesgo a sus hijos. Prefería siempre defenderlo y quedarse callada”, mencionó.
Justamente esa fue la actitud que Fernando Mejías, abuelo materno de la víctima mortal, le pidió a su hija que cambiara, mientras era detenida el miércoles por la Policía Judicial.
En unas grabaciones difundidas por Repretel se escucha al señor pedirle a la mujer que “hable” porque sino va a descontar una pena que no se merece.
Actualmente, tanto Mejías Vargas como Herrera Ayala descuentan seis meses de prisión preventiva por el homicidio calificado de la niña.
‘Hijo mayor siempre andaba solo, sin bañar, mal vestido y sin comer’
Si algo quiso resaltar la lugareña es que nunca vio a la niña con moretes. “Tampoco vi que le pegaran ni gritaran”.
Pero reconoció que, ante sus ojos, la situación de la menor era muy diferente a la que vivía el hijo mayor de esa familia.
“El muchacho (Herrera) la quería muchísimo, la trataba normal y la chineaba (a la niña fallecida). Era muy pegado a ella”, dijo.
En cambio, el mayor siempre “andaba solo en la calle, sin bañar, mal vestido y sin comer”, inclusive en fechas festivas como Navidad y Año Nuevo.
Por esa misma situación, en una fecha no precisada, un carro lo atropelló. “Nosotros pensamos que después de eso la mamá iba a prohibirle salir, pero qué va. Al día siguiente ya andaba ahí, solito otra vez”.
A criterio de la vecina, el niño tenía una “necesidad” de salir de esa casa y luego de verle unos moretes en los brazos, ella lo entendió.
“Pero, cuando le preguntamos qué le había pasado, dijo que se había caído”.