“Mi hija muere de asfixia de inmersión, es ahogada. Ella fue agredida por alguien. Tiene las manos atadas, se le amarró un bolso con piedras para que se hundiera y tenía un fuerte golpe desde la frente hasta la barbilla, con un objeto contundente. He de suponer una pieza metálica o una pieza de madera muy sólida por la forma en que la marcó.
“Aparece a kilómetro y resto de su casa. La ropa aparece ahí bien doblada. Mi hija tiene sus uñas desgarradas como heridas defensivas. Le estoy diciendo de las uñas porque yo las vi.
“Ella no era muy pequeña, tenía su metro sesenta y cinco. Estaba algo delgada sí, pero podría andar en 65 kilos, y mire, si algo tenía mi hija era fuerza. Ella un hombre, para dominarla, tenía que ser muy robusto o dos ...
“Aunque se lo voy a decir de mis conjeturas, mi hija tiene un golpe en el labio superior, al lado izquierdo. Ese golpe es anterior al de la frente. Ese golpe es con una piedra o algo contundente y con eso me la desplomaron, desgraciadamente, y ahí comenzó todo.
“El dilema es que hay tantas situaciones en este homicidio que después de cuatro meses no hay respuestas (...) se convirtió en un callejón sin salida”.
José Eladio Pérez Artavia expuso de esa manera el dolor que lleva oculto y su impaciencia por el poco avance en la investigación del homicidio de su hija, Shirley Natalia Pérez Barrientos, de 28 años.
El cuerpo de esta mujer fue descubierto el 22 de abril en una poza del río Platanar, a su paso por la comunidad de Quebrada Azul, en Florencia de San Carlos, Alajuela.
Cuatro meses después del hecho, la Policía Judicial y la Fiscalía guardan silencio sobre un posible móvil y quién (o quiénes) sería el responsable del asesinato. Se trata de un caso en investigación y cualquier cosa que se diga podría afectar el resultado de la pesquisa, argumentan los órganos judiciales.
Última noche
Shirley Natalia Pérez, de 28 años, era casada y madre de tres hijos de 11, 6 y 3 años. Este último todavía estaba en la etapa de lactancia.
Ella desapareció la noche del 21 de abril pasado. Ese día estuvo con su marido, Allan Navarro, quien la vio por última vez a las 5 p. m., cuando él se marchó para su trabajo en el Ingenio Quebrada Azul.
A las 9 p. m. la pareja estuvo conversando por teléfono pues Navarro tenía en ese momento un tiempo libre para café. Ella le comentó a su esposo que un perro se soltó y estaba en la calle por donde pasan muchos vehículos.
Luego no se sabe que pasó después de las 9:30 p. m. y hasta la 1 a. m. del dia siguiente. Es precisamente a la 1 a. m. cuando Navarro, quien estaba en su trabajo en el ingenio, recibe una llamada de su hija mayor.
Ella le cuenta que Shirley no está y no contesta el celular. La niña e explica a su padre que se despertó porque su hermanito de tres años lloraba mucho, al parecer, porque tenía hambre, pues no lo amamantaron como todas las noches.
Navarro obtuvo el permiso del jefe para regresar a la casa. Al llegar encontró una ventana y una puerta de la casa abiertas. De inmediato, con vecinos y familiares, iniciaron la búsqueda.
La vivienda, que es de madera, se ubica en la entrada a una finca sembrada de caña de azúcar, que es propiedad del Ingenio Quebrada Azul. Uno de los grupos de búsqueda halló el cuerpo a las 6 a. m. a kilómetro y medio de la casa, siguiendo por un callejón de lastre dentro de la finca. Estaba semisumergido en el río Platanar.
Celular, pieza clave
Eladio Pérez, quien vive en Altamira de Pejibaye de Cote, en el cantón de Guatuso, Alajuela, a más de 100 kilómetros de Quebrada Azul, manifestó: “Mi hija y mi yerno estuvieron aquí con mis nietos prácticamente todo el mes de diciembre.
“Ellos querían venirse para acá, que yo les ayudara a conseguir trabajo. Ella me dijo que si le podía dar un lotecito para hacer la casa aquí en la finca, porque ellos querían venirse por el ruido de los camiones, el peligro de la carretera para los niños.
“Pero como cayó todo esto (lo de la covid-19) y cerraron todo, se nos trabó la jugada. Entonces llamé a mi hija y quedamos que luego. Se suponía que este pasado julio se venían a vivir aquí”, recordó.
Este agricultor, de 56 años, dice que la mayor incertidumbre que lo atormenta es saber que pudo haber pasado la noche que mataron a su hija y quién es el responsable del crimen.
LEA MÁS: Mujer asesinada en San Carlos murió de asfixia por sumersión
“Tengo muchas conjeturas. Si alguien llegó a llamarla, ella abrió o puede ser que haya abierto la ventana y le dieran por la cara y entraran y la sacaran.
“Alguien sabía que mi yerno estaba de noche. Era el último día que tenía que trabajar de noche, ya que pasaba a la cuadrilla de día; que había algún demente que se prendó de ella, no le dieron pelota y se desquitó; o alguien que tuvo un problema con él o con ella y se desquitó”.
En su criterio, para llevarla desde la casa hasta el río debieron usar un vehículo, porque en el camino, que es de lastre, hubiera quedado botada alguna prenda de ella.
Para Eladio Pérez el teléfono celular de su hija debe guardar algún secreto y podría dar una luz sobre lo que sucedió esa noche del 21 de abril.
“Ellos (el OIJ) decomisaron los teléfonos de mi yerno y de Shirley. El de mi yerno lo entregaron hace 22 días o un mes. El de ella lo tiene decomisado el fiscal.
“Ahí tiene que saberse si alguna persona le envió un mensaje, si una persona la llamó, en eso están. A mí me ofrecieron información a dos meses por tarde y ya llevamos cuatro (meses) y sé lo mismo que el primer día.
“He averiguado yo más por fuera de lo que me han dicho ellos. Yo solo quisiera saber quién es porque si yo lo encuentro, lo jalo a cuentas ...”.