Iván Alonso Calvo Duarte, de 30 años, era el menor de los cuatro hijos de doña Leda Duarte Porras. Se ganaba la vida reparando celulares y en sus ratos libres bailaba en una comparsa. El 30 de agosto, a eso de las 2:20 a. m., Iván caminaba hacia su casa, en Llanos de Santa Lucía, en Paraíso de Cartago, cuando fue asesinado a balazos, muy cerca del skypark de la comunidad.
Iván recibió impactos en la cara, la espalda y las piernas y cuando llegó la Cruz Roja, ya había muerto. A su lado estaba Manuel Badilla Barrantes, de 26 años, quien falleció dos días después, en el Hospital Max Peralta de Cartago, a donde había sido trasladado en condición amarilla.
Ambos fueron atacados desde un vehículo en movimiento. Luego trascendió que Badilla, al parecer, era el objetivo del ataque, e Iván solo tuvo la mala suerte de estar junto a él cuando lo buscaron los gatilleros.
“A él le gustaba andar siempre a esas horas en la calle, él no le hacía a la droga, pero se iba a donde unas amigas en la noche, yo siempre le decía que dejara de andar tan tarde en la calle porque ahí es muy peligroso, pero no me hizo caso”, declaró doña Leda a La Nación.
Estos dos fallecidos forman parte de las 687 víctimas de homicidio en este 2023, la cifra más alta en un mismo año calendario, desde que se llevan registros en el Organismo de Investigación Judicial (OIJ). Pero Iván amplió otra cifra que también llegó a máximos históricos: la de víctimas colaterales de asesinatos.
El año con más víctimas colaterales había sido el 2022, con 18 decesos, pero el 2023 ya lleva 21. La más reciente fue Gerald Andrey Gómez Hernández, de 28 años, quien murió el pasado 26 de setiembre, mientras ofrecía un servicio de transporte a otros tres sujetos en Villa Mar de Limón. Las autoridades confirmaron que el transportista no era el objetivo de los sicarios, que atacaron a los cuatro ocupantes del vehículo con armas de grueso calibre.
“Este año ya superamos todas las estadísticas posibles”, se lamentó Randall Zúñiga, director del OIJ a finales del mes pasado, cuando dijo, en entrevista con La Nación, que el 2023 también será recordado por la mayor cantidad de víctimas inocentes.
Las cifras de víctimas colaterales han sido oscilantes en los últimos seis años, pero lejos de bajar, vienen en alzada. En el 2018 hubo 18; el número bajó a 4 en el 2019, pero se disparó a 15 en el 2020. Sin embargo, el crecimiento más dramático se registró entre el 2021 y el 2022, al pasar de 7 casos a 18 en ese periodo.
Si bien la mayoría de los homicidios son ajustes de cuentas entre grupos narco, al menos 21 de las 683 víctimas de homicidios en este año no tenían nada que ver con los conflictos por drogas, tres más que los 18 registrados en el 2022.
“Se trata de personas que no eran el objetivo de la agresión, muchas veces desconocidas, sin asociación con la actividad que originó el crimen. Es decir, la gran mayoría de personas podemos ser víctimas colaterales y justo por eso, el crimen organizado es una actividad que nos afecta a todas las personas”, explicó a La Nación el director de Ciencias Criminológicas de la Universidad Estatal a Distancia (UNED), Rodrigo Campos.
“El miedo y la inseguridad que se genera a nivel individual por la sola posibilidad de ser víctima colateral es real y afecta la calidad de vida, las actividades cotidianas y la legitimidad de las instituciones”, añadió Campos.
El criminólogo señaló que, en caso de estar en una balacera, la recomendación de los expertos en balística y entrenamientos tácticos es que se debe reducir la silueta, lo que se logra acostándose boca abajo en el piso para que la superficie expuesta sea lo más pequeña posible.
Datos brindados por el OIJ, y divulgados por este medio el 16 de julio, mostraban que hasta aquel momento no se había registrado una víctima colateral en Cartago. Pero el subdirector del OIJ, Michael Soto, aseveró el 27 de julio que Génesis Gamboa Víquez, la joven de 18 años asesinada el 10 de enero en Pacayas de Alvarado, Cartago, falleció sin que ella, ni su novio que resultó herido, fueran el objetivo de los homicidas.
Soto dio esas declaraciones luego de que agentes judiciales arrestaran en Pacayas a los sospechosos de ese crimen: tres sujetos de apellidos Pacheco Carvajal, de 28 años; Álvarez Pereira (31) y Montenegro Acuña (28).
‘Estaba a la hora, lugar y momento menos indicados’
Nacido en Puntarenas, Iván vivió de niño en Guanacaste, pero la mayor parte de su vida la pasó en Llanos de Santa Lucía. Ese 30 de agosto, se convirtió en una de al menos cinco víctimas colaterales en la provincia de Cartago desde el 2018.
“Yo soy de Guanacaste pero desde que él estaba pequeñito me los llevé a vivir ahí (a Llanos), hace como tres meses me vine otra vez a vivir a Tilarán con mi hijo mayor”, relató la madre de Iván.
“Él no se quiso venir porque ya era un muchacho grande y tenía su vida hecha allá y ya estaba acostumbrado a vivir en Llanos y conocía la gente. Vivía con otro hijo mío y la esposa, a la par de ellos vive mi mamá y al frente mi hija. Había hecho un curso y se dedicaba a reparar celulares, esto desde hace menos de un año”, agregó doña Leda.
Iván también era miembro de la comparsa Ritmo Cachí desde hace 15 años.
“Era un muchacho muy cariñoso, servicial con la gente, no era rencoroso, era un muchacho bueno, a mí me adoraba, ponía fotos de él conmigo en el Facebook y ponía cosas bonitas, me amaba sobre todas las cosas, a los amigos les decía eso y que yo era lo máximo para él y que daba la vida por mí”, afirmó la mamá.
Dos semanas antes del crimen, ella fue a Cartago a visitar a sus familiares. Antes de irse, los despertó para despedirse, esa fue la última vez que vio a Iván.
La noticia se la dieron a otro hijo de Leda que vive en Guanacaste. Él, junto a unas tías de ella, la fueron a buscar al trabajo a las 7 a. m. para avisarle lo que había ocurrido. “Yo me puse las manos en el corazón porque me imaginé lo peor. Viera que tensión que le den una noticias de esas y tan largo que estaba yo, deseaba volar para irme para allá”.
“Mi hijo fue una víctima inocente que estaba a la hora, lugar y momento menos indicados, si hubiera estado en la casa tal vez no le hubiera pasado eso. Una vez me dijo que pasó por donde unos muchachos y él que llega a la casa y escucha la balacera donde mataron a uno de ellos, eran como las 9 p. m. y le respondí: ‘usted no debe de andar ni pasar cerca de esa gente’. Esto fue como dos meses antes de que lo mataran a él”, relató.
Leda lamentó que de los homicidas no sabe nada, pues solo su hija habló con los agentes del OIJ, y ella no toca el tema para no hacerla sentir mal y revivir lo que pasó.
En la vela y en el funeral, tocaron y bailaron sus compañeros de la comparsa, además de un mariachi.
“Uno dice que fue muy bonito porque quedó demostrado el cariño que le tenían a mi hijo, nunca me imaginé que lo querían tanto”, rememoró doña Leda.
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