Los primeros aguaceros fuertes de este año, caídos en los últimos 15 días en la mayor parte del territorio, acentúan la vigilancia de la Comisión Nacional de Emergencias (CNE) en zonas de deslizamientos en diferentes puntos del territorio.
Cada año, la Comisión inspecciona en promedio 1.500 sitios con esos riesgos vinculados con movimientos de masas de tierra o caídas de muros o taludes, explicó Alexánder Solís, presidente ejecutivo de la CNE.
En la Gran Área Metropolitana (GAM), por ejemplo, la Comisión mantiene vigilancia constante de cerros como el Tapezco, Chiratía, Burío y otros de Santa Ana y Escazú, así como los cerros de río Chiquito en La Unión y el Tablazo en Desamparados.
De igual manera, se vigila el cerro Madre de Dios, en Matina, donde ocurrió el más grande deslave de los últimos años, pero por ser en zona montañosa del Caribe no generó mayor afectación.
Ocurrió el 17 de enero del 2018, cuando se deslizaron 2,5 millones de metros cúbicos de material que fueron a dar al río Madre de Dios, entre Matina y Siquirres, cuyo cauce cambió cuando las aguas ladearon el obstáculo por fincas cercanas.
Otros terrenos, cuyo movimiento vigila la CNE, son los que obligaron a desalojar varias familias a finales del año pasado en Coto Brus, cantón de Puntarenas.
“Nuestros geólogos los visitan cada cierto tiempo y cada comité municipal de emergencias tiene vigilancia”, dijo Solís.
Adicionalmente, hay pequeños deslizamientos que pueden poner en riesgo los poblados y ahí la comunidad es la más llamada a identificar esas zonas susceptibles y solicitar las valoraciones a la CNE.
La actividad sísmica, los aguaceros focalizados y la erosión de los suelos son parte de los factores que generan esos movimientos tanto en zonas urbanas como rurales.
Entre los deslizamientos con más víctimas está el de calle Lajas en San Antonio de Escazú, ocurrido el 4 de noviembre del 2010, donde murieron 20 personas y otras quedaron desaparecidas.
Esa vez, la tormenta tropical Tomas generó lluvias muy fuertes. Casi a medianoche una avalancha sorprendió a los vecinos de esa barriada, arrasó con viviendas y obligó a desalojar permanentemente la zona.
Vigilan ríos que nacen cerca de volcanes
También los científicos del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori) permanecen vigilantes pero por otros fenómenos.
Ellos advierten que las primeras lluvias de la época podrían arrastrar materiales volcánicos de erupciones recientes que han quedado en las partes altas y que podrían bajar por los ríos que nacen cerca. Alexánder Solís, presidente de la CNE, afirmó que han tomado nota de estas alertas.
En la actualidad, el volcán que presenta quebradas más saturadas es el Rincón de La Vieja, que está entre Liberia y Upala, donde en enero de este año hubo lahares.
“Desde que tuvimos el último evento importante de descenso de materiales, se organizaron los comités de emergencia en las inmediaciones y ellos son los que están monitoreando esos sitios”, aseguró Solís.
El análisis de la amenaza en ese volcán no implica un alto indicio de riesgo para la población pues el lodo y la ceniza baja por regiones poco pobladas de Upala. Sin embargo, la CNE estima que algunas comunidades podrían quedar aisladas si baja mucho material.
Solís afirmó que el monitoreo volcánico es permanente con cámaras, sensores y con la ayuda de vecinos. El Instituto Meteorológico Nacional (IMN) también vigila las condiciones del tiempo, así como la dirección del viento y su velocidad.
En el volcán Turrialba, las recientes visitas de expertos también han evidenciado montículos de ceniza hasta de seis metros de alto en algunas zonas.
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En el volcán Poás, en Alajuela, hace dos años ocurrió la erupción más fuerte de las últimas décadas y gran parte del material fue a dar a poblados como Bajos del Toro Amarillo. El hecho obligó al Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) a cerrar dos días por prevención el complejo hidroeléctrico Toro, en el cantón de Sarchí.
Otro coloso que muestra un movimiento constante de grandes bloques de material es el Irazú, en Cartago, donde incluso hubo que mover antenas de telecomunicación que estaban a punto de colapsar.
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Todo esto hace que, conforme se acerca la estación lluviosa a las zonas de riesgo, aumente la vigilancia y se reactiven los comités locales de emergencia.