Los primeros dos meses de la temporada ciclónica del Atlántico concluyeron sin mayores complicaciones en comparación con años previos; sin embargo, para las próximas semanas se prevé que se intensifique la formación de tormentas tropicales y huracanes, pues se espera que al menos 17 más se formen de aquí al 30 de noviembre, el equivalente a cuatro por mes.
Así lo prevé Luis Fernando Alvarado, coordinador de la Unidad de Climatología del Instituto Meteorológico Nacional (IMN), quien sostuvo que, por lo general, los primeros dos meses de la temporada son relativamente tranquilos en cuanto al número de ciclones, pues el grueso ocurre entre setiembre y noviembre, aunque desde agosto suele notarse el incremento.
“Aparenta ser un arranque débil, porque llevamos apenas tres tormentas tropicales (Alex, Bonnie y Collin), mientras que el año pasado a esta misma altura llevábamos cinco e incluso, en el 2020 eran nueve; no obstante, un comienzo tan bajo no significa que así será toda la temporada”, detalló el científico.
A manera de ejemplo indicó que en el 2019 también hubo solo tres ciclones entre junio y julio, pero ese año finalizó con 20 ciclones en total, es decir, seis más de los 14 que suelen ocurrir en una temporada normal, según el promedio calculado en los últimos 30 años.
La temporada de huracanes en el Atlántico va del 1.° de junio al 30 de noviembre. La Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA), confirmó recientemente que será más activa de lo normal y anticipan entre 14 y 21 tormentas tropicales ( vientos de 63 km/h o más), de las cuales, entre seis y diez, se convertirán en huracanes (vientos de 119 km/h) y algunos serán huracanes mayores, con destructivos vientos de 178 km/h o más.
Mar y atmósfera varían
La formación de más ciclones a partir de agosto, con un pico máximo en setiembre, se debe a diversos factores, entre ellos, que las temperaturas del Atlántico tropical son más altas entre agosto y octubre en comparación con los meses anteriores. Ese incremento impulsa la formación ciclónica.
Asimismo, las oleadas secas de polvo del Sahara (más frecuentes e intensas entre mayo y julio) disminuyen a partir de agosto, favoreciendo así las condiciones húmedas que encuentran a su paso las ondas tropicales, lo que las robustece, siendo ellas el origen de los ciclones.
Un tercer aspecto citado por el meteorólogo Alvarado tiene que ver con los vientos en la atmósfera: “Una condición favorable para la formación de huracanes es que los vientos previos a su formación sean débiles y no cambien mucho de dirección y velocidad desde la superficie del océano hasta la parte superior de la atmósfera, lo cual ocurre más entre agosto y octubre”.
Ciclones del 2020 rompieron récord
Muchos fueron seguidos
FUENTE: Centro Nacional de Huracanes. / LA NACIÓN.
Bonnie: el cuarto golpe directo
La tormenta tropical Bonnie tiene la particularidad de que nunca antes un ciclón directo nos había afectado antes de noviembre, pero ese fenómeno se formó a finales de junio y tocó tierra el 1.° de julio de este año a eso de las 9 p. m.
Bonnie tuvo una trayectoria muy similar a la del huracán Otto, que tocó tierra en Bluefields, Nicaragua, al mediodía del jueves 24 de noviembre del 2016. Otto causó nueve muertes en nuestro país y gran destrucción, principalmente, en los cantones de Upala, Bagaces y Los Chiles.
Ese huracán dejó precipitaciones máximas de unos 300 mm (litros por metro cuadrado) sobre la cordillera de Guanacaste, mientras la tormenta Bonnie dejó unos 220 mm en Cuajiniquil de La Cruz. El centro de la tormenta Bonnie apenas rozó nuestro país sin entrar en su totalidad, mientras que el ojo de Otto pasó por Los Chiles, Upala y Liberia, para finalmente salir por playa Naranjo, en el golfo de Papagayo.
Según Luis Fernando Alvarado, el hecho de que ambos ciclones pasaron de este a oeste por nuestra frontera común con Nicaragua, significa que “ya no hay duda de que el país se encuentra en la ruta de los huracanes, pues su trayectoria se ha expandido hacia el sur de Centroamérica. El riesgo es mayor cuando hay un fenómeno de La Niña, como en la actualidad”, agregó.
Desde 1850, el país ha recibido únicamente los efectos directos de cuatro ciclones tropicales. Se trata de una tormenta tropical que entró en diciembre de 1887 por la barra de Tortuguero, Pococí; una depresión tropical que entró por barra del Colorado, Pococí, en noviembre de 1973, luego el huracán Otto, en noviembre del 2016, y la tormenta tropical Bonnie, en julio pasado.
Analizando esas fechas, Eladio Solano, jefe del departamento de Meteorología del IMN, indicó que aunque la temporada de huracanes del Atlántico tiende a la baja en noviembre, ya que termina el 30 de ese mes, las experiencias del daño sufrido por ciclones que golpean nuestro territorio hacen que en noviembre se mantenga toda la atención a cada fenómeno que surja.
“En noviembre para los intereses de Estados Unidos baja el impacto, porque debido a cambios en esas latitudes llegan menos ciclones, pero nosotros ese mes sí nos preocupamos mucho y el seguimiento es bastante riguroso. Este año no podemos decirle a la gente que ya tuvimos a Bonnie y ahora no van a ocurrir más, porque eso es incierto”, dijo Solano.
El hecho de que el fenómeno de La Niña seguirá prevaleciendo por lo que resta de este 2022 también es un elemento a considerar, pues la cantidad de lluvias y ciclones resulta mayor que durante fases de El Niño.
Eladio Solano coincide con Alvarado en que setiembre y octubre son históricamente los meses de más ciclones, de modo que consideran normal que de momento solo se hayan formado tres.
Impacto indirecto también es dañino
El hecho de que el impacto sea directo no quiere decir que los daños sean más severos de los que puede causar otro ciclón de forma indirecta, pues el huracán César, que el 27 y 28 de julio de 1996 atravesó el istmo justo por encima de Nicaragua, causó con su efecto indirecto, más daños económicos y humanos en nuestro país, que el efecto directo de la tormenta Bonnie.
Por esa razón, los meteorólogos siguen de cerca cada fenómeno, principalmente los que ingresan al mar Caribe por la región de las Antillas. Aunque no entren al istmo centroamericano, el efecto de sus bandas asociadas muchas veces produce fuertes aguaceros.
Las variaciones en la cantidad de huracanes entre un año y otro obedecen, según los meteorólogos, a la variabilidad climática. El 2020 fue un año récord con 31 ciclones en el Atlántico de los cuales algunos como Eta y Lota causaron destrozos en nuestro país por efecto indirecto; sin embargo, en el 2021 ninguno de los 21 ciclones formados nos afectó y para este año ya tuvimos el sorpresivo ingreso de Bonnie.
La expectativa actual se centra en que durante la segunda quincena de agosto vuelva a reactivarse la temporada de ciclones y que el grueso de ellos se registre entre setiembre y noviembre.
“Debido a que el pronóstico de ciclones es alto, la posibilidad de que otros toquen tierra en Centroamérica es elevada, aunque por ahora es imposible saber dónde sería el impacto. Lo cierto es que la vulnerabilidad de los países en el istmo en la actualidad es alta, debido a que la temporada lluviosa de este 2022 ha sido muy fuerte en la región”, puntualizó Luis Fernando Alvarado.
Los nombres de los próximos cinco ciclones del Atlántico serán Danielle, Earl, Fiona, Gastón y Hermine, según la lista elaborada por la Organización Meteorológica Mundial (OMM).