Ciudad Neily
Esta es la segunda vez que Pacífica Herrera, de 74 años, ve cómo un huracán embiste su casa en la zona sur, en Coto 47, cantón de Corredores.
A lo largo de su vida, ella ha sido afectada por muchos desastres, algunos hasta los ha olvidado. Pero hay dos que recuerda con total nitidez: la inundación que provocó el hurarán Juana, en 1988, y la que produjo esta semana, el huracán Otto.
"Aquello fue un desastre, viera usted", dijo sobre el caso de Juana. "Nos habían llevado al albergue de Laurel (Corredores, Puntarenas) y ahí perdimos la casa. Fue muy duro", narró.
Pero, pese a que la llegada de Juana fue sorpresiva para aquel sector del país y dejó estela de caos y destrucción, Herrera consideró que el huracán Otto "hizo más estragos que cualquier otro".
Llegó a esa conclusión porque, aunque la zona sur no estuvo en el eje central del fenómeno, sí se vio bastante afectada por las lluvias previas al paso de Otto por el país. De hecho, hasta este sábado, varias comunidades de Coto 47, en Corredores, seguían inundadas.
"Este huracán vino para quitarnos la paz, la casa... ¡todo!", señaló Herrera, quien ahora está junto a su hija, su nieta y su bisnieta en el albergue la Iglesia Hosanna, en Ciudad Neily.
El agua llegó hasta las ventanas de su vivienda, ubicada en Barrido de Pueblo Nuevo, Coto 47, en Corredores.
Herrera insistió en que, aunque conoce mucho de inundaciones y se considera "experta en la materia", lo ocurrido en días anteriores sí los asustó.
"Cuando hay inviernos, siempre sufrimos inundaciones, pero no es nada grave. El agua nunca nos sobrepasaba de la pantorrilla. En cambio ahora, había casas que estaban peor que las de nosotras. La semana anterior fue caótica para todos. Estos días, como las lluvias han bajado, la situación supuestamente mejora... Pero aún todo eso sigue con el agua hasta arriba".
"Imagínese que hay una casa que está en una especie de montañita; es decir, está más arriba que el resto y por eso nunca se había inundado. Esta vez no se salvó, porque también le llegó el agua", agregó.
De hecho, detalló que las puertas de su vivienda han absorbido tanta agua que "están hinchadas, parece que van a explotar en cualquier momento".
Los sillones también se vieron afectados. "Uno se sienta y hasta sale agua. Lo más triste de todo es que, como es agua sucia con lodo, todo lo daña y lo hace oler aún peor"
Sin embargo, esto no fue todo para Herrera, pues su familia fue doblemente afectada, en vista de que tiene parientes cercanos en Upala, Alajuela, donde el huracán causó más destrozos.Cuando se enteró de que el huracán Otto había pasado por Upala, su corazón casi se detiene por un momento.
Su hermana y sobrinos viven allá y, según contó, habló con ellos antes de que pasara el huracán. "Ellos me estaban diciendo que me cuidara porque después pasaba lo mismo que con Juana y llegaba al sur. No pensaban que serían los más perjudicados", narró.
Cuando Herrera estaba cenando en el albergue, alguien subió el volumen del televisor para escuchar las noticias. Ahí se enteró de que Upala estaba siendo fuertemente golpeado por el huracán Otto.
"Yo sentí que me iba a morir, mi familia, mi todo estaba allá. Después pasaban información que decía que la zona sur seguía en alerta roja y ya no sabía qué hacer. Me sentía muy impotente", confesó.
Le pidió a su nieta, Karina Cerdas, de 22 años que intentara comunicarse con sus parientes, pero no lo lograba.
"Horas después, un familiar respondió un mensaje de texto que decía: 'Bien'. Y eso es lo único que sabemos de ellos. Nos tranquiliza, pero no sabemos si están incomunicados, si necesitan algo. ¡Lo más feo es que estamos a kilómetros de kilómetros!".
Herrera concluyó que por el momento deben armarse de paciencia y esperar a que la inundación en Pueblo Nuevo baje para volver a casa. También sabe que deben evitar angustiarse por su familia en Upala.
"Sabemos que, después de la tormenta, siempre sale el sol. Y eso es lo que más necesitamos: que salga el sol y que nos demuestre que más allá de las pérdidas materiales, estamos vivos".