Una masa de 40 millones de metros cúbicos en el sector oeste del volcán Irazú tiene un monitoreo constante, pues la base del bloque se movió dos metros en cuestión de un año.
Para Geoffroy Avard, vulcanólogo del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori), la importancia de vigilar el movimiento de esa pared, radica en confirmar o descartar la hipótesis de que obedezca a algún movimiento de magma a lo interno del volcán.
Por ahora no existen signos de actividad primaria en el Irazú, que solo muestra actividad fumarólica en el costado norte del cráter como rescoldo de la actividad fuerte que hubo hace 56 años.
Para los científicos, algún evento como un sismo fuerte o lluvias intensas podrían generar el colapso súbito de esa parte de la pared, que se ha ido moviendo lentamente en los últimos años. El material iría a dar al cauce del río Sucio, en el Parque Nacional Braulio Carrillo.
Javier Pacheco, vulcanólogo del Ovsicori, afirmó que como estamos en época seca no existe lubricación de los suelos por agua de lluvia. Pese a ello, el movimiento sigue.
Más allá de predicciones sobre el tiempo que pueda transcurrir para la caída, Pacheco afirmó que se sigue viendo la reptación o lento movimiento del terreno.
“Por un tremendo aguacero podría venirse ese segmento de las torres hacia abajo. Sería una masa similar a la terraza que cayó en el 2014 y quedó decenas de metros más abajo”, afirmó el científico.
Esa terraza sería la que se va primero y luego la zona de grietas que está por las torres. Aunque en el 2015 eran grietas de un metro de profundidad, actualmente la más externa y visible puede tener unos 40 metros.
“Afortunadamente el cauce del río Sucio está sano, tiene gran cantidad de vegetación cerca y puede aguantar grandes volúmenes de sedimentos sin perjudicar poblaciones. La vigilancia se centraría en lo que alguna corriente de agua pueda generar aguas abajo en caso de derrumbe”, acotó Pacheco.
El bloque movedizo tiene su propia dinámica, su propia resistencia y no se puede determinar cuándo será el mayor deslizamiento, incluso puede ocurrir en verano, explicó el vulcanólogo.
La mayoría del terreno aledaño al Irazú se formó por las erupciones antiguas y no está bien consolidado, pues el suelo lo componen la lava, flujos piroclásticos, cenizas y mucho material que no está apermasado y eso genera deslizamientos en las cimas en ese tipo de volcanes, que son cónicos.
A manera de ejemplo Pacheco afirmó que en el volcán Turrialba, con toda la ceniza que ha caído en los últimos diez años de actividad, hay una parte de la cima que también se está deslizando por acumulación de material en sitios donde las pendientes sobrepasan el límite de estabilidad. Lo mismo sucede en el Arenal, San Carlos, donde hay lentos deslaves.
Solo falta remover nueve antenas
De las 84 antenas de radio, televisión, internet y otros que están en la cima del volcán Irazú en Cartago, la mayoría ya han sido removidas ante la aceleración del deslizamiento que desde el 2014 se detectó en ese terreno de 15 hectáreas.
Sin embargo aún quedan nueve antenas en la zona de riesgo a la espera de ser reubicadas.
El mayor riesgo que los geólogos de la Comisión Nacional de Emergencias (CNE) habían detectado era un colapso en las comunicaciones, ya que esos dispositivos sostenidos en las torres dan soporte de comunicación interna a los cuerpos de rescate, aeropuertos, Policía y las empresas de radio y televisión, así como Internet, entre otros.
Mediante un proceso rápido, se facilitó el trámite a las empresas y el 14 de febrero solo faltaban por trasladar nueve antenas, entre ellas la del Sistema Nacional de Radio y Televisión (Sinart), la Universidad de Costa Rica, los canales 23 y 63, una emisora de radio y una empresa de localizadores.
Rafael Gutiérrez, director del Área de Conservación de la Cordillera Volcánica Central, dijo que en enero de este año había trece antenas pendientes de traslado y en el último mes cuatro fueron removidas de la zona de riesgo.
Lo anterior luego de que los vulcanólogos alertaron al Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac) sobre la variación en la velocidad del deslizamiento.
Como ya habían torres construidas en zonas más seguras, hubo comunicación directa con los representantes de las frecuencias y se coordinó el traslado antes de que resultase más costoso y riesgoso, en caso de quedar falseadas.
En algunos casos varias frecuencias comparten una misma torre y para eso hubo un estudio técnico previo sobre interferencia entre señales.
El traslado también aleja el riesgo de algunas personas que entran y salen regularmente a labores de mantenimiento de esos equipos.
Aunque el volcán Irazú tuvo su última erupción en 1963, aún se le cataloga como activo.
Lento pero sostenido
“A pesar de que el movimiento es casi imperceptible y da la impresión de que no cambia el escenario, el deslizamiento se mueve y seguimos ante la expectativa de que un elemento externo lo dispare súbitamente”, afirmó Lidier Esquivel, geólogo y jefe de la Unidad de Investigación y Análisis de Riesgo de la CNE.
No obstante en los últimos años han ocurrido lluvias y sismos y la masa se ha mantenido.
Tarde o temprano cederán los sitios que están a 20 metros de la zona de despegue, dijo Esquivel.
“El volumen de materiales es impresionante y el tamaño de la pared también, pero una de las ventajas es que no hay población ”, agregó.
Dejó claro que la cuenca del río Sucio es bastante grande, razón por la cual los escenarios que se han establecido dejan ver que no hay población en la zona de riesgo.
Ese bloque resistió las lluvias que generó el huracán Otto en noviembre del 2016 y la tormenta Nate en octubre del 2017, incluso poco después del huracán Otto hubo un sismo fuerte en Capellades de Cartago, el 30 de noviembre del 2016, que no alteró el movimiento.
Empero, el último informe del Ovsicori alertó sobre una mayor movilidad.