La actividad constante que ha mantenido el volcán Turrialba durante el último mes revela que los conductos internos quedaron libres de taponamientos y, por eso, los gases, cenizas y aerosoles mantienen un flujo constante hacia la superficie.
Esos flujos sostenidos dificultan la lectura de los instrumentos por parte de los científicos que monitorean el coloso.
De acuerdo con Javier Pacheco, vulcanólogo del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori), en las condiciones actuales es sumamente difícil para ellos tener avisos previos a una erupción más fuerte.
Pacheco dijo que, antes, el volcán tenía que romper sellos y abrir conductos, lo cual provocaba una sismicidad asociada que era muy visible en los instrumentos, pero ahora todo sale con más facilidad.
"Un pronóstico a corto plazo es muy difícil ahora. Por ser un sistema abierto, los precursores son de muy baja amplitud y son muy escasos. Probablemente son muy cercanos al evento, entonces no hay tiempo de preparación", explicó.
"En este momento, si hay un cuerpo de magma que asciende no tiene obstáculos y no va a producir la misma sismicidad", dijo.
Debido a lo anterior, su recomendación a los cuerpos de socorro es que tengan mayor vigilancia y mayor preparación para una eventual evacuación en las zonas aledañas al volcán y que, en caso de necesitarse, sea lo más rápida posible.
El científico indicó que actualmente existen señales, pero son más sutiles y muy difíciles de distinguir de las generadas por la misma erupción.
"Para poder ver señales diferentes hay que filtrarlas y eso requiere un trabajo más delicado. Antes era más sencillo", acotó.
Según dijo, en términos de probabilidades lo que prevalece es que el volcán continúe como está ahora. Es decir, va a seguir emitiendo grandes cantidades de ceniza, gases y aerosoles por un tiempo que puede ser un año o puede ser más.
Una posibilidad más baja, pero que no se descarta, es que haya erupciones vulcanianas como las del Irazú en 1962, con columnas de entre cinco y ocho kilómetros de altura.
Desde el 2014 el volcán Turrialba entró en una fase más peligrosa y ahora provoca erupciones más prolongadas y más fuertes, por lo que poco a poco se han ido tomando las previsiones del caso.
La composición de la ceniza que lanza actualmente el volcán tiene un 20% de magma o material juvenil, confirmó Pacheco, pero aún no hay evidencia de que haya salido lava.
Esta semana la ceniza ha caído en zonas como Carrizal y Poás de Alajuela, Guápiles, Guácimo, Moravia, Tibás, Curridabat y San Pedro, entre otras.