El cráter del volcán Turrialba se hizo 30 metros más profundo a raíz de la actividad eruptiva que se generó desde el mes de octubre del 2014.
Científicos del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori), realizaron un recorrido el 15 y 16 de diciembre pasado, cuando llegaron hasta el borde del boquete y, debido a que había muy buen tiempo y las emanaciones de gases eran bajas, lograron observar esos cambios.
En un informe emitido por la entidad y firmado por el vulcanólogo Eliécer Duarte González se detalló que “el tapón evacuado por las repetidas erupciones tenía un espesor de al menos 30 metros y estaba formado por materiales acumulados ahí por 148 años”.
Los especialistas también observaron en las paredes, cascadas de azufre, muy frescas, las cuales alcanzaban entre ocho a 12 metros de largo, lo cual, a criterio de los expertos, refleja que existe una intensa actividad de gases en esos sectores.
También es posible ver otras coladas pero más antiguas.
Alteraciones. El Turrialba, volcán que algunos creían que estaba dormido, dio signos de cambio poco antes del 2005, con enjambres sísmicos y la expansión de las fumarolas. Sin embargo, fue hasta enero del 2010 cuando se abrieron varias bocas y el coloso hizo erupción, la primera en 144 años, pues la última había sido en 1866.
En el cráter activo, con cerca de 600 metros de radio, se han identificado tres bocas, dos eruptivas que se alternan la salida de ceniza y rocas incandescentes, y otra que emite vapor de agua y gases.
Antes de octubre del 2014, el cráter tenía una profundidad de entre 20 a 25 metros, pero debido a lo inestable del terreno y la intensa actividad, los científicos no se habían acercado al borde.
En el recorrido de este diciembre, los especialistas apreciaron que en el fondo del cráter hay un lago de no más de un metro de profundidad. Percibieron mucha erosión, que llevó el sedimento hasta el fondo, formando una especie de pasta que sella la cavidad.
Ellos contaron al menos seis sitios con múltiples orificios que permiten la salida de vapor de agua y gases, lo que genera un “fuerte sonido de turbina” y durante las noches se ven grietas incandescentes.
Otro de los hallazgos singulares es la formación de una pequeña cavidad o cráter, de unos 25 metros cuadrados, que tuvo una explosión reciente. Esto, para el Ovsicori, indica que otras secciones del fondo del cráter podrían generar una brusca descompresión en cualquier momento, en forma de pequeñas erupciones.
El informe advirtió que la formación del lago y la acumulación de sedimentos “ofrecen poca resistencia a una eventual erupción mayor (...) y solo tendería a aumentar el sellamiento y la acumulación de energía debajo del lago. Erupciones futuras no serían descartables”, agregó.