Los vecinos de Gravilias, en Desamparados, esperan que el reciente desalojo del colegio de la localidad y la demolición prevista para el próximo año faciliten una intervención integral en los angostos ductos que pasan bajo ese centro educativo y estrangulan la quebrada Chilamate, que inunda sus casas desde hace más de 40 años.
Al entubar la quebrada, no se consideró que, con el paso del tiempo, esa medida resultaría insuficiente para canalizar las aguas. Esto se ha convertido en una pesadilla que miles de vecinos han soportado durante décadas, cada vez que llegan las lluvias.
El pasado 28 de octubre, 603 estudiantes, así como docentes y administrativos, abandonaron las instalaciones que el Colegio de Gravilias había ocupado desde 1972. El Ministerio de Salud había girado órdenes sanitarias desde el 2021 debido al deterioro del inmueble, donde dos pabellones mostraban problemas estructurales, al igual que una de las tapias, que está a punto de colapsar debido al desplazamiento del terreno por el exceso de humedad.
Según Lourdes Sáurez, directora de Infraestructura Educativa del Ministerio de Educación (MEP), los estudiantes ocuparán temporalmente unas instalaciones alquiladas donde antes funcionaba la universidad Panamericana, a dos kilómetros del colegio de Gravilias. La fecha de demolición aún no se ha definido, pero se espera que sea el próximo año.
En la actualidad, se realizan estudios topográficos y de espacio arquitectónico para determinar qué trabajos se requieren para garantizar la seguridad de la comunidad educativa, en caso de que el colegio pueda reconstruirse en el mismo lugar. Paralelamente, se evalúa la adquisición de un terreno cercano que cumpla con las condiciones necesarias, indicó Sáurez.
Días atrás, los aguaceros volvieron a causar inundaciones en decenas de casas de ese distrito desamparadeño. El agua, mezclada con barro y basura, dañó muebles, enseres, ropa y hasta electrodomésticos.
Error de entubar quebrada pasa una cara factura
La urbanización Gravilias fue desarrollada hace más de 45 años por el Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo (INVU). Durante ese proceso, la entidad decidió entubar parte de la quebrada Chilamate, lo cual, según vecinos y expertos, fue un error. La tubería instalada tiene menos de un metro de diámetro, cuando, de acuerdo con estudios recientes, debería medir al menos 2,8 metros de ancho para abarcar el caudal actual.
Doña María Gabriela Bustos, administradora de empresas, de 60 años, cuyos padres son fundadores de Gravilias, recuerda que los niños de aquella época jugaban en el terreno donde se construyó el colegio y debían cruzar unas tablas sobre la quebrada. Explica que hace 52 años, cuando se levantó la primera fase del centro educativo, la quebrada seguía con un puente; sin embargo, durante una ampliación para construir el gimnasio, se edificó sobre el cauce, al igual que lo hizo el depósito de materiales cercano.
En Gravilias hay 4.800 casas, donde viven 16.000 personas. Sin embargo, el problema principal se concentra en la calle del colegio, donde más de 80 viviendas se inundan cada año con barro e, incluso, aguas negras.
Bustos considera desmedido el crecimiento urbano y menciona que la deforestación de extensos territorios en las montañas cercanas ha reducido la infiltración de agua, lo que incrementa el caudal y provoca el colapso de la quebrada. Cuando llueve, el agua baja como un río desde las zonas altas; al llegar a la parte entubada, se desborda y, en menos de 10 minutos, inunda las casas, alcanzando a veces hasta metro y medio de altura.
Ella vive con su madre de 83 años, quien tiene problemas de movilidad y usa una cama ortopédica. Cada vez que llueve, a veces de noche, debe ingeniárselas con su hermano de 57 años para ponerla a salvo y evitar que el agua dañe esa cama, que es muy costosa y pesada porque usa un motor eléctrico.
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Al igual que otros vecinos, deben actuar rápidamente para levantar electrodomésticos, muebles y otros bienes. Con los años, han sufrido millonarias pérdidas. Algunos que pudieron construir un alto, han dejado casi desocupada la planta baja, otros construyeron muros para atenuar la entrada del agua y unos más compraron sistemas de válvulas de retorno para reducir el ingreso en las crecidas.
Desde el 2018 acudieron a la Sala Constitucional ante la falta de una solución efectiva por parte del municipio y otras entidades. En la más reciente resolución (N.° 2022-029137) los magistrados acordaron dar una prórroga al Ministerio de Educación Pública y a la Municipalidad de Desamparados para que antes del 31 de diciembre del 2025 esté la solución integral al problema de inundaciones, quizá por eso se decidió evacuar y demoler el colegio, dijo Bustos.
“Lidiamos con el barro cada año. El recibo de agua se dispara cada vez que debemos limpiar ese lodo que contamina pisos, paredes, puertas, muebles y todo lo que alcanza”, comentó.
Mary Jane Cerdas, otra vecina, señaló que en las zonas altas la quebrada arrastra tierra y ramas que, al bajar por El Porvenir, bloquean la parte entubada y facilitan el desbordamiento. El lunes 4 de noviembre el agua les llegó hasta las rodillas; sin embargo, en ocasiones, les sobrepasa la cintura durante lluvias extremas. Mesas, puertas de baño, escritorios, sillas, electrodomésticos y ropa se apilaban de nuevo a inicios de esta semana frente a las viviendas, llenas de barro.
Cerdas, educadora pensionada que trabajó en el colegio de Gravilias, conoce de cerca el riesgo que corrían los estudiantes. Ahora confía en que el municipio y el Ministerio de Educación coordinen las obras necesarias para la esperada solución.
Fallidas y costosas inversiones
Desde el 2019, el ingeniero municipal Jesús Chinchilla González ha explicado que la recurrencia de las inundaciones se debe a múltiples deficiencias hidráulicas en la sección entubada de la quebrada Chilamate, que pasa bajo el gimnasio del colegio. Propone intervenir esa parte, construir cajas de registro y colocar tubos de mayor capacidad para que el agua fluya hasta el río Damas.
En el municipio indicaron que la demolición del colegio se espera que ocurra a corto plazo y dependerá del MEP. Añaden que junto con la Comisión Nacional de Emergencias (CNE), contrataron a la empresa Compañía Asesora de Construcción e Ingeniería Cacisa S. A. para realizar estudios en la zona, los cuales estarían listos antes de finalizar este año.
Parte del estudio sobre manejo de aguas ya fue entregado a la municipalidad, pero ese ente pidió unos ajustes a la empresa, por lo que Cacisa lo entregará con las observaciones del municipio.
Dichos análisis ofrecerán un diseño de la obra necesaria en el área del colegio. En la municipalidad consideran que, en cuanto tengan los resultados, podrán hablar del proyecto de intervención integral. El ingeniero municipal ha sostenido en anteriores ocasiones que lo imprescindible era trasladar las instalaciones académicas, ya que obstruyen el canal natural de la quebrada.
La CNE informó de que ese estudio permitirá conocer en profundidad la problemática de la zona, con el objetivo de generar la propuesta de solución que solvente las inundaciones y así brindar mayor protección a los vecinos de esa comunidad. Afirman que esa entidad invirtió en ello más de ¢22 millones y los resultados estarán listos a mediados de este mes.
Los arreglos municipales anteriores han resultado solo paliativos. Hace diez años, la asociación de desarrollo integral y la municipalidad invirtieron ¢213 millones en la reconstrucción estructural e hidráulica del colector pluvial entre Gravilias y La Fortuna, y en la reconstrucción de un cabezal de salida de gran capacidad. Esto resolvió el problema por solo cuatro años. Posteriormente, se han realizado dragados en las secciones no entubadas y se colocaron retenedores de residuos para evitar que estos lleguen al alcantarillado, pero las contrariedades persisten.
La quebrada Chilamate transporta entre 35 y 50 metros cúbicos de agua por segundo. Existe una laguna en el trayecto, que está en urbanización La Marianela, en El Porvenir, la cual fue rehabilitada como sitio para retener la fuerza del agua en eventos extremos, pero resulta insuficiente. Según vecinos, el año pasado la municipalidad la limpió, por lo que hubo una leve mejoría en el impacto de la llegada del agua a las casas. Pero si un día llueve y al siguiente no la limpian no sirve de nada, pues la capa de barro y escombros que quedan después de un evento lluvioso hacen que se taponeen las salidas.
Una evaluación hidrológica y de suelos realizados años atrás, como base para un anteproyecto, estimó que el costo de una obra remedial ronda los ¢900 millones.