En Costa Rica todos los días tiembla. Lo demuestran los 200.000 sismos registrados desde 1973; es decir, en promedio 12 veces al día se mueve el territorio.
El movimiento más fuerte fue el terremoto de Limón del 22 de abril de 1991, con una magnitud de 7,7 grados.
Ante esa ineludible realidad, surgen preguntas clave como ¿cuáles son las zonas más propensas? ¿Cuán fuertes deben ser los edificios, los puentes o cualquier otra construcción en el país? ¿A cuánta aceleración o sacudida se podrían someter en caso de terremoto?
Científicos ticos, en conjunto con ingenieros de la Universidad de Costa Rica, buscarán las respuestas con los estudios de amenaza sísmica que, por primera vez, realizarán sin depender de colegas internacionales.
“En el estudio de amenazas es muy importante saber la proporción entre los sismos pequeños y los grandes, porque eso nos da una idea sobre el terremoto más grande que puede ocurrir en alguna zona específica en los próximos 50 años”, explicó Lepold Linkimer, investigador de la Red Sismológica Nacional (RSN).
Con los estudios, dijo, van a preparar mapas de amenaza sísmica de los lugares donde se espera que los sismos produzcan intensidades más altas en cierto periodo de tiempo, lo cual es básico para que los ingenieros puedan construir.
En la actualidad, la RSN cuenta con unas 160 estaciones en todo el país, lo que permite registrar y describir cómo, cuándo y dónde tiembla, con la idea de estimar cuán grandes pueden ser los terremotos en nuestro país.
“De momento tenemos que rondan una magnitud de 7,7, pero podría ser más”, advirtió el sismólogo.
La información se traslada a la Comisión Nacional de Emergencias (CNE), las municipalidades, el Colegio de Ingenieros y de Arquitectos (CFIA), entre otras instituciones, para elaborar planes reguladores. De esa forma, el riesgo será otra variable para determinar el uso del suelo.
“Vamos a hacer un nuevo cálculo de amenaza sísmica. Hacemos zonificación, pero a nivel grueso. Decimos: ‘en este polígono tiembla más que en este otro’, pero es la CNE la que define la zonificación y los estudios de riesgo o vulnerabilidad sísmica. También se espera que el resultado sea considerado para el Código Sísmico”, expresó Lepold Linkimer, investigador de la RSN.
El Código Sísmico establece requisitos y reglas constructivas para asegurar que las estructuras que se levanten soporten los temblores.
Históricamente, los estudios de peligrosidad o de amenaza sísmica los hacían investigadores de universidades internacionales, con la ayuda de profesionales costarricenses.
“Ellos venían, elaboraban los estudios y nos dejaban los resultados, pero se llevaban los datos de cálculo y todo el conocimiento”, expresó Diego Hidalgo, coordinador del Laboratorio de Ingeniería Sísmica (LIS) de la UCR.
A raíz de esa situación, había gente en el exterior que conocía mejor que los geólogos nacionales la actividad de la corteza terrestre costarricense.
Ahora eso cambió, ya que con el aporte de fondos a la RSN y al Laboratorio, producto de la Ley Nacional de Emergencias y Prevención del Riesgo (N.° 8488), se cuenta con instrumentos que brindan una visión completa de la sismicidad, lo cual permite hacer aquí esos estudios.
Toman las riendas
Luego de participar en dos proyectos de riesgo sísmico, representantes de la Red Sismológica Nacional (RSN) el Laboratorio Nacional de Materiales y Modelos Estructurales (Lanamme) y el LIS, decidieron unirse y asumir las riendas de los futuros análisis de amenaza sísmica.
Consideran que tienen los datos, el conocimiento y el personal con la capacidad y experiencia suficiente. Este análisis reúne expertos en áreas como vulcanología, geología, sismología y petrología, entre otras disciplinas.
Por ejemplo, la RSN tiene la más extensa base de registros sísmicos del país, con información de los 200.000 temblores desde 1973. Esa será la base inicial para que el LIS y el Lanamme actualicen los datos del más reciente estudio, que data del 2008.
En ese análisis, conocido como Resis II, algunos puntos del Valle Central, así como Golfito, Cóbano, Guanacaste y San Isidro de El General aparecen como las zonas de riesgo. De hecho, terremotos como el de Cinchona de Alajuela, en el 2009, y el de Nicoya, Guanacaste, (2012), ocurrieron en zonas dentro del área prevista.
De acuerdo con Hidalgo, el plan que desarrollan obtuvo un fondo de unos ¢27 millones del Consejo Académico del Espacio Universitario de Estudios Avanzados (UCREA).
Los dineros se desembolsarían a mediados de este mes para impulsar el proyecto; sin embargo, desde enero pasado el grupo comenzó a trabajar de forma permanente. Su intención es rendir el informe a finales del próximo año, independientemente de los fondos de UCREA.
“La idea es generar modelos propios y complementarlos con los de otros países, para tener un estudio más adecuado a nuestras necesidades”, acotó Hidalgo.
Un proyecto de estos, contratado en el ámbito internacional, puede costar hasta $200.000 (unos ¢120 millones).
Lo primero que están haciendo es definir las fuentes sísmicas, por parte de especialistas en geotectónica, luego estudiarán la cantidad y naturaleza de los temblores y por último la atenuación sísmica, es decir, modelos matemáticos para ver cómo varía la intensidad de un temblor, según la distancia a la que se esté del epicentro.
Caribe menos propenso
El Caribe no está dentro de las zonas más propensas a terremotos en el último estudio, pero eso no quiere decir que no se tenga potencial destructivo.
El terremoto más fuerte del que se tiene registros ocurrió el 22 de abril de 1991 en Valle La Estrella, 36 kilómetros al suroeste de Limón. Otros reportes recopilados por la RSN dan cuenta de otro terremoto conocido como el de San Estalisnao, ocurrido en esa misma zona en 1822.
Aunque en ese tiempo no existían mecanismos de medición, se estima que fue tan destructivo como el de 1991, dijo Lepold Linkimer.
A partir de ese terremoto se comenzaron a organizar los comités locales de emergencias, ya que esa vez se vio que la población civil no estaba capacitada para ayudar a los damnificados en ese tipo de tragedias.
Mitad de Costa Rica está sobre 'nueva' microplaca
Zona más poblada del país está propensa a temblores destructivos
FUENTE: RED SISMOLÓGICA NACIONAL. || E.E. / LA NACIÓN.
Una ‘nueva’ placa
Las fuertes réplicas así como temblores moderados que surgieron años después del terremoto de Limón, originaron la hipótesis de que la microplaca de Panamá era la que sostenía la parte del país que sufrió por ese fuerte movimiento, como se pudo confirmar posteriormente.
“Hay un artículo de 1993, donde ya se ven sugerencias de que esta parte del país tiene un movimiento relativo con respecto a la otra y eso impulsa el entendimiento de la microplaca de Panamá”, dijo Linkimer.
A partir del 2001 ya se hablaba expresamente de esa microplaca, que va de Limón hasta el sector de Punta Leona, en el Pacífico central. Sin embargo, el límite entre esta y la placa Caribe no está muy bien definido.
“Es una zona donde hay muchas fallas, tiene con 100 kilómetros de ancho y no se puede definir bien el límite; pasa del Pacífico al Caribe. Se le llama el cinturón deformado del centro de Costa Rica, tiene muchas fallas y afecta todo el Valle Central”, explicó el científico.
Antes del terremoto de Limón, únicamente se hablaba de que nuestro territorio continental estaba sobre la placa Caribe.
Entre los temblores más fuertes registrados desde entonces esa zona están uno de 5,6 grados ocurrido en Sixaola, el 8 de noviembre del 2001; así como uno de magnitud 5,6 ocurrido el 27 de mayo del 2013 y uno de 5,4 que se sintió el 1.° de diciembre del 2013.
De igual manera, varios temblores en Sixaola y otros puntos cercanos de Talamanca, ocurridos en marzo y abril de este año, así como otros recientes al lado panameño, dejan ver que esa región sigue con actividad.