Cuando los vulcanólogos hablaban de bloques métricos en las erupciones explosivas del volcán Poás registradas durante la Semana Santa, no se imaginaban que muchos alcanzaron el tamaño de 20 metros de frente, igual profundidad, y 1,3 metros de altura.
Una vez que la actividad mermó y el coloso entró en un periodo estacionario, varios especialistas que se acercaron al cráter, se sorprendieron por el gran tamaño de los bloques, los que desde el mirador no se pueden apreciar en su verdadera dimensión.
No se puede hablar de rocas, pues se trata de grandes sedimentos moldeados al salir a la atmósfera y al caer cerca del cráter, explicó Eliécer Duarte, del Observatorio Sismológico y Vulcanológico de Costa Rica (Ovsicori).
Según dijo, uno parece una galleta gigante, otro es del tamaño de un automóvil y hay un tercero que no se deformó y tiene casi tres metros de alto.
Días en enfriarse
Muchos de esos grandes bloques tardaron varios días en enfriarse, añadió Mauricio Mora, vulcanólogo de la Red Sismológica Nacional (RSN).
Las cámaras térmicas evidenciaron que, luego de las fuertes erupciones de Semana Santa, los segmentos más grandes mantuvieron el color rojo intenso por varios días.
Eso evidencia que se trató de material proveniente del interior del macizo, ya que otros bloques métricos, que eran trozos del antiguo domo o pared rojiza que estuvo por décadas en el cráter, no mostraban esa condición incandescente.
En aquella ocasión, las rocas dañaron los equipos de medición que había en el cráter y una piedra de dos metros superó la zona del mirador y quebró la tubería de agua potable del Parque Nacional.
Merman erupciones
El informe elaborado por Eliécer Duarte concluye que, a pesar de lo impresionante de las estructuras encontradas, las erupciones son cada vez más esporádicas.
Afirmó que cuando el lago cratérico vuelva a llenarse, se tendrá evidencia de que la energía disminuyó. Actualmente, el calor es tanto que mantiene seca esa cuenca.
Mauricio Mora, de la RSN, dice que, más que grietas, las rupturas en el cráter se denominan cárcavas de erosión o canales que se van profundizando al paso del agua desde las paredes del mismo cráter y su formación no tiene relación con la dinámica interna del volcán.
Desde junio hasta ahora las emanaciones de ceniza en el Poás son esporádicas, de volumen variable y con trémor bajo.
El sonido de turbina de jet también desapareció del cráter principal, lo que significa una baja en la compresión interna.
El 4 de setiembre, Duarte pudo ver una especie de quebrada que alcanza cuatro metros de profundidad y cuatro de ancho, por la que corre el agua de escorrentía.
También una paila hirviente de 20 metros de diámetro y dos de profundidad que, además de tener líquido y lodo en ebullición, libera gases y líquidos.
Además, al sur del cráter principal también llamado cráter rojizo, se detectó una capa de casi 20 metros de espesor, de ceniza y sedimentos.
Al acercarse, también se ven más fumarolas.
Entre las estructuras más llamativas está el cono amarillo que tiene unos 30 metros de base y una pared de seis metros de alto. Es amarillo intenso por las acumulaciones de azufre puro y genera llamaradas o flamas, las cuales pasan del amarillo al azul claro por la combustión de ese elemento químico.
Pese a las lluvias fuertes de esta época, las capas de azufre se mantienen en forma laminar. A unos 50 metros de ese cono hay una chimenea con dos fumarolas, que emiten un sonido como de olla de presión.