Entre el 5 y el 25 de agosto, una seguidilla de 11 temblores, muchos de ellos sentidos en Escazú, San Sebastián, Alajuelita, San Francisco de Dos Ríos y Desamparados, llamaron la atención de científicos de la Red Sismológica Nacional (RSN).
La razón es una: desde que la RSN tiene registros sísmicos, en 1976, no veían una actividad así en esta franja tan poblada del territorio.
Pese a que se trata de temblores con magnitudes bajas (entre 2,4 y 3,4) el hecho de que se originaron a poca profundidad y en zonas tan pobladas, hizo que muchos vecinos alertaran ante la RSN haberlos sentido.
Y la curiosidad es mayor si se considera que 10 de los sismos ocurrieron entre las 5 a. m. y las 8 p. m., cuando la mayoría de las personas están en movimiento y es más fácil que pasen inadvertidos.
Las profundidades de todos los temblores son menores a los 11 kilómetros. La falla específica que los generó no está entre las que tiene mapeadas la RSN al sur de la ciudad de San José.
“Los temblores no son tan frecuentes en esa región, por lo que esta seguidilla de sismos es una de las más importantes que hemos registrado en la zona urbana próxima a San José”, afirmó Lepolt Linkimer, sismólogo de la Red.
Lo que más llama la atención a los científicos en este serie de sismos es que nunca antes los habían tenido tan seguidos y con epicentros en una zona tan urbana, como la que está entre el parque de la Paz y Desamparados.
Más allá de generar alarma, se busca documentar lo que ocurre, pues en caso de que se produjera ahí un temblor de 5,5 grados o más, los daños serían cuantiosos.
Con retumbo
“Las fallas, aunque no sean grandes y no tengan potencial para grandes terremotos, son muy peligrosas cuando tienen expuesta a una población tan grande”, acotó Linkimer.
En este caso, los vecinos de las barriadas que están al sur del parque de la Paz describen los sismos como leves y acompañados por un retumbo.
Sobre el retumbo que escucharon los residentes de Hatillo y Desamparados, Linkimer dice que es típico de los sismos que se originan cerca de quien los percibe y por eso generan cierta alarma.
“La frecuencia de la primera onda que llega está dentro del rango audible y, además, su movimiento es vertical. Las estructuras vibran para arriba y para abajo, lo que facilita que los vidrios suenen y la gente describe el movimiento como un temblor de aire, como que el cielorraso se les mueve”, explicó.
Eso es diferente a los temblores de origen lejano, donde la persona siente que la mecen de un lado para otro.
Los temblores se suscitaron principalmente entre el 8 y el 9 de agosto y el 24 y el 25 de ese mes. Es imposible predecir si serán recurrentes o van a disminuir. Han sido sentidos en San Francisco de Dos Ríos, los Hatillos, San Sebastián, Desamparados y Alajuelita.
Del temblor más fuerte, sentido la noche del sábado 24, hubo reportes en Curridabat, Montes de Oca, San Miguel de Desamparados, Aserrí, Alajuela y Heredia, entre otros.
Algunas fallas cercanas al punto de origen de estos temblores son la de Frailes, Patalillo, Bello Horizonte y Escazú, todas estas conectadas a la falla de Aguacaliente, que corre al sur de Cartago y que provocó el terremoto de 1910, el que más muertes ha causado en nuestro país.
“Los sismos más destructivos en Costa Rica han sido los originados en fallas pequeñas y no los grandes de la zona de subducción”, afirmó Linkimer.
No tan fuertes, pero letales
El científico recordó el terremoto de Cinchona (2009), el de Picagres (Mora) que es conocido como el de Alajuela (1990) y el de Patillos, en la parte alta de Coronado (1952) que dejó 21 personas muertas, fueron de magnitudes intermedias, pero por estar cerca de ciudades, generaron mucho daño.
“Por eso es tan importante hacer estudios para entender las fallas, saber por dónde pasan y los terremotos que ocasionan”, acotó.
En comparación con la zona de subducción, donde la placa del Coco se mueve a 9 centímetros por año debajo de la Caribe, estas fallas locales solo se mueven un centímetro por año.
El catálogo de Costa Rica es de 150 fallas en todo el país, la parte central tiene muchas con ramales y por eso se habla de sistemas de fallas. Algunas en el Valle Central son la falla Cipreses, la Frailes y la Liebres, que está entre los volcanes Irazú y Turrialba.
Lidier Esquivel, jefe de Investigación y Análisis del Riesgo de la Comisión Nacional de Emergencias (CNE), afirmó que tienen conocimiento de los sismos recientes y por eso han apostado a desarrollar actividades como el simulacro nacional. También insisten en la necesidad de que las municipalidades apliquen de forma muy estricta el Código Sísmico.
Además, evalúan periódicamente las áreas de amenazas por medio de visitas técnicas y apoyo comunal de los Comités Municipales de Emergencia y se apoya directamente el fortalecimiento de las redes de vigilancia.
Entre los puntos con riesgo de deslizamiento de la zona central están los cerros Tablazo, Tapezco, Burío y Chitaría, dijo Esquivel.
Una nueva fuente sísmica
Wálter Montero, geólogo y sismólogo que en los últimos 30 años ha investigado las fallas activas, afirma que la fuente sísmica de esta seguidilla es nueva, pues no está en el mapa de las estudiadas al sur de San José.
“Es algo novedoso”, sostuvo el experto del Centro de Investigaciones en Ciencias Geológicas de la Universidad de Costa Rica. Añadió que con las edificaciones actuales en la zona, es muy difícil detectar una falla sísmica por medios tradicionales.
Habrá que revisar fotos aéreas anteriores a la expansión urbana de los últimos 30 años, para tener alguna pista de la falla de origen.
“Vamos a tener que ponerle atención y revisar con más cuidado la región, para ver si encontramos algo que no hemos detectado en estudios pasados”, acotó.
También analizarán las características de cada temblor y su orientación, así como imágenes satelitales y modelos de elevación digital del terreno.
Montero dice que desde el 2016 han ocurrido ahí sismos leves, pero no tan seguidos como los de este agosto.
Otra consecuencia de cuidado tiene que ver con el hecho de que si un temblor alcanza magnitud 5, podría provocar movimientos de suelo en la zona adyacente, máxime si ocurre en época lluviosa.
En el 2017, en Capellades de Cartago, un temblor fuerte generó deslizamientos, pues los suelos estaban saturados.
El patrón de los temblores recientes muestra tendencia noroeste. En el Valle Central hay dos sistemas de fallas predominantemente activas, como la que atraviesa los distritos de Jaris, Piedras Negras y Picagres de Mora, San José, la cual originó el terremoto que destruyó varias edificaciones en Alajuela, en 1990.
El otro sistema es el de Aguacaliente, que va con rumbo este noreste, contraria a la de Picagres.
Montero también dejó claro que los sismos recientes no tuvieron un movimiento telúrico disparador, como ocurrió con el terremoto de Cóbano de 1990, el cual generó días después un enjambre sísmico que duró nueve meses en Puriscal.
Lo que pueda suceder en adelante es incierto. A veces enjambres como uno ocurrido en Tobosi de El Guarco entre el 2011 y el 2012, desaparecen sin mayor consecuencia, lo mismo que otro en Santa Ana en el 2016, pero no se sabe si esa será la tendencia de los actuales.
Una ventaja es que cerca de este sitio hay muchas estaciones sismológicas, que recogen la información para estudios posteriores.
Como el conocimiento acumulado sobre la sismicidad en el centro del país es de unos 50 años atrás, se desconocen los periodos de retorno o ciclos sísmicos en las fallas. “Ni siquiera en los países más avanzados se conocen muchos ciclos, porque a veces transcurren cientos de años entre una actividad y otra”, afirmó Montero.
Otros estudios también coinciden en que las fallas en el Valle Central son un enigma.
La propuesta de prevención en Desamparados
El alcalde de Desamparados, Gilbert Jiménez Siles, afirmó que ese cantón es de los más poblados del país. Actualmente, viven ahí 326.000 personas, lo que lo ha impulsado a desarrollar una serie de acciones integrales de prevención ante amenazas naturales.
Dos simulacros cantonales y el del 19 de agosto pasado, que fue nacional, han permitido sensibilizar a la población sobre la forma de protegerse durante sismos, e instruirla en cuanto a zonas de evacuación y puntos de encuentro.
A manera de ejemplo, en el último simulacro de terremoto, fueron evacuadas del edificio municipal 300 personas en minuto y medio.
Asimismo, todos los meses evalúan los planes sobre gestión de riesgo con el Comité Municipal de Emergencias.
En obras concretas, Jiménez citó la sustitución de tuberías angostas por otras con más capacidad en diversas zonas como Higuito y Veracruz, donde entubaron un tramo del río Jorco.
Jiménez mencionó el levantamiento de muros de contención, gaviones, y pluviones en las riberas de ríos y zonas de deslizamiento para proteger comunidades, zonas públicas y parques.
También tienen una campaña permanente de limpieza de ríos y recolección de basura no tradicional por distrito.
En el cerro Tablazo (Higuito de San Miguel), el cual presenta un deslizamiento activo, tienen un sistema de monitoreo con la con RSN y otro de alerta temprana con los vecinos de Santa Bárbara y calle Valverde, quienes están en constante alerta y, según el flujo que observen bajar, toman acciones específicas.
En otro sitio de deslizamiento, en Guadarrama, distrito de Rosario, así como en La Violeta de Frailes, se desalojaron varias viviendas cercanas a la zona de riesgo en un operativo con el Ministerio de Salud.
En el precario Las Palmas de Los Guido, un deslizamiento ocurrido por saturación de suelos en el 2017 obligó a evacuar a 36 familias del sitio, que luego fue invadido por otras personas, a las que también sacaron del lugar. La maquinaria municipal demolió los ranchos, para dejar la zona libre.
Sobre el plan regulador, el alcalde afirmó que en diciembre quedará actualizado con medidas adicionales de protección y otras mejoras.