Las variables científicas que permitieron anticipar el terremoto de Guanacaste (2012) y prever que en los próximos ocho años va a ocurrir uno en Osa, no existen para el Valle Central, por lo que en la zona más poblada del país se desconoce el tiempo aproximado y la zona dónde habría un terremoto.
“En el Valle Central las fallas no están bien identificadas, los periodos de retorno (tiempo entre un sismo y otro en un mismo sitio) son muy largos, las deformaciones son muy lentas y todo complica una anticipación”, dijo Marino Protti, del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori).
Desde el terremoto que destruyó Cartago el 4 mayo de 1910, con más de 400 muertos, no se han registrado otros tan destructivos en el Valle Central.
En los registros del Ovsicori destaca un enjambre sísmico que duró nueve meses en Puriscal en 1990, el cual terminó con un terremoto el 22 de diciembre de ese año. Esa vez falleció una persona y varias edificaciones en Alajuela quedaron destruidas.
De igual manera, el 8 de enero del 2009 ocurrió el terremoto de Cinchona, en Sarapiquí de Alajuela, donde fallecieron 27 personas, al menos cinco desaparecieron y un pueblo entero fue erradicado.
Ambos movimientos telúricos, originados en la periferias del Valle Central, causaron muertes y muchos daños, pese a que fueron de 5,7 grados en Puriscal y 6,2 en Cinchona. En ambos casos la afectación estuvo muy focalizada.
Pocos sismos fuertes desde el 2010
Hay escasos estudios sobre fallas en zonas más pobladas del país.
FUENTE: OVSICORI || W.S. / LA NACIÓN.
“En esta zona no existe el potencial que tienen otras regiones, donde los terremotos pueden superar los 7 grados”, afirmó Protti, pues las medidas máximas para sismos originados en el Valle Central están entre 5,5 y 6,5 grados.
Desde el terremoto de Cinchona, el más fuerte sismo originado en el Valle Central tuvo el epicentro en Capellades de Cartago el 12 de diciembre del 2016 y fue de 5,3 grados a solo un kilómetro de profundidad.
Ese temblor provocó daños en 64 casas, derribó objetos y generó más de 40 deslizamientos de tierra en 35 kilómetros cuadrados. Se investiga si una falla pequeña entre volcanes, llamada Liebres, y de solo seis kilómetros de longitud, generó el sismo.
Aunque suelen ocurrir enjambres y seguidillas de sismos en varios puntos cercanos a poblados céntricos, la mayoría pasan desapercibidos, ya que son de muy baja intensidad.
Estar preparados y sin miedo
El sismólogo afirmó que más allá de detallar y conocer las fallas, es muy importante preparar a la población.
Que todos sepan cómo actuar en el trabajo, escuelas, colegios, sitios públicos y en las casas. Que fijen a la pared todo lo que potencialmente pueda caer encima o bloquear el paso, lo cual no requiere mayor trabajo.
“Estar preparado no significa estar con miedo, más bien el miedo se pierde cuando sabemos que no va a pasar nada”.
Recordó que en el Valle Central estamos expuestos a una sacudida tipo Cinchona, la cual también podría darse al sur del Valle Central (Cartago, Los Santos) y causar daños graves en zonas específicas, sostuvo.
Una de las ventajas con ese tipo de sismos es que, al ser locales, queda mucha infraestructura cercana disponible para atender la emergencia. Hay Bomberos, Cruz Roja y hospitales, en cambio, en un terremoto muy grande el daño es regional y surgen problemas para la pronta atención de la emergencia.
Según Protti, en Cinchona hubo buena capacidad de respuesta.
Estimó importantes los simulacros como el organizado por la Comisión Nacional de Emergencias para el próximo 19 de agosto a las 10 a. m. en todo el país, pues insiste en que un terremoto nunca se puede predecir y solo se pueden hacer anticipaciones en ciertos casos.
Un sismo destructivo puede surgir en cualquier punto de nuestra geografía antes del que se espera en Osa, pues en muchas zonas, incluyendo el Valle Central, hay fallas que son una incógnita.
El científico dijo que en Costa Rica se construye muy bien y por eso hemos demostrado mundialmente ser uno de los países más resilientes, en el sentido de que terremotos grandes no producen daños tan extremos y poco a poco las regiones retoman su ritmo de desarrollo.
“Las normas exigidas han probado ser muy eficientes. No es igual el daño que causa un terremoto en Costa Rica, que uno de igual magnitud en países como El Salvador, Nicaragua, Guatemala y Honduras”, sostuvo.
Insiste en que la población debe acatar siempre los lineamientos del Código Sísmico, “que no se aventuren a construir a su manera, porque lo que está mal construido, se va a caer”, indicó.
Difíciles de interpretar
En ciertos temblores, como los que ocurren por subducción de placas en el Pacífico, se ve claramente la intensidad y dirección de los esfuerzos, pero hay otros por falla local, al interior del país, difíciles de interpretar.
La forma en que se carga la energía depende de la falla. Cuando son fallas viejas, han tenido deslizamientos por miles de ciclos sísmicos, y así ocurre en las zonas de subducción, donde los esfuerzos se acumulan y son liberados de forma lenta.
En cambio, las fallas locales son pequeñas (de 5 o 10 km de longitud) y necesitan centenares de años para acumular esfuerzos o deformación, pero cuando los liberan es muy rápido, entonces esas aceleraciones son tan fuertes que en el campo cercano a la falla generan mucho daño, explicó el científico.
Como esa energía se atenúa rápido, el daño queda localizado en una zona muy particular.
“Muchas fallas no están bien mapeadas o cartografiadas, porque en el Valle Central hay depósitos sedimentarios y volcánicos que las tapan. Además, no se mueven muy rápido y por eso se borran las huellas del último deslizamiento”, dijo.
A manera de ejemplo, si hay dos centímetros de desplazamiento entre la placa Caribe y la de Panamá, que se unen en la parte central del país, se reparten en decenas de fallas cercanas y eso acumula muy pocos milímetros por año, entonces no generan marcas o escarpe. En el trópico las huellas se borran rápido por erosión y cubrimiento.
Los periodos son tan largos sin que haya un gran desastre, que no se puede ni siquiera saber cuál falla sigue después de cada evento.
“No hemos tenido suficiente tiempo de registro para marcar los tiempos de retorno y la deformación es tan lenta que ni siquiera con GPS (Sistema de Posicionamiento Global) podemos ver dónde se acumula la energía, cosa que sí podemos ver en el Pacífico”, explicó.
Actualmente se analiza cómo se distribuyen ciertos deslizamientos a lo largo del Valle Central. Hay un estudiante que está terminando el doctorado en la Universidad de Nagoya, Japón, y usa datos de Ovsicori para estimar la cantidad, pero es muy preliminar, porque se tienen datos de 15 años y para eso deben ser mucho más amplios.
"Estamos recogiendo datos y sentando toda una red para los investigadores del futuro. Alguien tenía que empezarlos y aún cuando nosotros no podemos hacer las interpretaciones ahora, los datos servirán para que otros lo logren más adelante”, puntualizó Protti.