La tamalera de Laura Corrales, en Salitrillos, tuvo que cerrar cuando el río Cañas se llevó gran parte de la estructura en setiembre, por lo que el Ministerio de Salud declaró el sitio inhabitable.
La microempresaria tuvo que trasladarse al centro de Salitrillos para poder continuar sus labores y atender los pedidos. Ahora su familia tiene que pagar ¢200.000 por el alquiler de la casa donde ella vive con su esposo y sus cuatro hijos, y ¢250.000 por un local donde instaló la fábrica, mientras que antes vivían y trabajaban en propiedades de ellos.
El puente vehicular que estaba a la par había colapsado en mayo y al otro lado quedaron varias fábricas de tamales, cuyos propietarios comenzaron a ingeniárselas para sacar los pedidos, así como llevar los insumos para la producción.
Al no tener puente vehicular, primero realizaban el trasbordo con los tamales por un puente peatonal que los vecinos levantaron, pero en setiembre la nueva crecida se lo llevó.
Ahora, para poder sacar los productos, improvisaron otro puente peatonal con perling y tablas que llega a la propiedad donde estaba la tamalera de Laura Corrales y, atravesándola, logran sacar por ahí el producto hacia San José y otros lugares, explicó Yancy Bejarano Herrera, de 28 años, quien se dedica a hacer tamales con su esposo y algunos allegados.
La ladera que está en la zona incomunicada, la chorrearon con concreto para acercar el carro y hacer el trasbordo menos pesado, porque es una cuesta resbalosa.
“Hay que hacer doble trabajo, pasamos con los tamales por un puentecito estrecho que sale hasta donde se desbarrancó el terreno”, dijo Bejarano.
Es muy complicado, porque se dura hasta una hora en el trasbordo, máxime cuando llueve. La gasolina para el carro la compran en galones, ante la imposibilidad de llegar a la estación de servicio. Unas 20 familias están en esa situación, incluso con niños escolares que pasan por ese mismo puente a la salida de clases.
A veces, cuando ya está oscuro, se deben alumbrar con un foco o con el celular. Si llueve, la maestra avisa a los padres, para que recojan a los niños antes de la hora de salida.
Bejarano vive desde niña en ese barrio y recuerda que en el 2010 pasó algo similar, pero menos intenso. Dice que en aquella ocasión, con la realización de bingos y con ayuda de la municipalidad, se hizo el puente vehicular que, en mayo de este año, fue arrasado. Luego, el municipio puso un puente peatonal que fue destrozado por el río en setiembre. Ahora les han dicho que será hasta después de marzo cuando se pueda reparar de nuevo el trayecto.
Como a finales de este mes viene la temporada alta de producción de tamales, les toca levantarse más temprano, debido el trastorno que ocasiona la falta del puente. Ellos también se dedican a vender árboles de ciprés, cuya demanda se incrementa en esta época, y también deben sacarlos por el puente peatonal.
Río dañó paredes
Doña Teresa Bejarano, de 57 años, lleva 30 de laborar en la fábrica de tamales José Corrales, donde vive con dos de sus hijos y también da empleo por temporadas a muchos vecinos.
En setiembre, la crecida de un afluente del río Cañas, que pasa cerca de la fábrica, afectó una de las paredes de concreto y estuvo a punto de tapar el carro que tenía estacionado uno de sus hijos. Dice que esa vez tuvo que abrir el portón para que el agua fluyera con más facilidad y no les inundara del todo la bodega.
La fuerte corriente desbordada les dañó una pared y arrasó con gran parte de la leña que usan para cocinar los tamales. En tantos años de vivir ahí, no recuerda una situación similar.
Afirmó que gracias a que se abrió un paso regulado en el puente de Salitrillos, pudieron ir a la Feria del Tamal que hubo en Aserrí a finales de octubre, donde las ventas estuvieron muy buenas. De igual forma, ese puente permite a los clientes llegar hasta la zona de las tamaleras.
Ya se están preparando para la temporada de diciembre, donde las jornadas empiezan a las 7 a. m. y a veces se extienden hasta la medianoche.
Dice que, para diciembre, a veces elaboran hasta 20.000 piñas de tamales, además de las ventas de masa cruda y cocida que los clientes llegan a buscar para sus tamaleadas.
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