Los científicos prevén que la presente temporada de huracanes del Atlántico será menos intensa de lo normal, influenciada por los cambios en la temperatura del mar que causa del fenómeno El Niño. Sin embargo, la expectativa de una temporada más benévola no significa que nuestro país esté blindado contra amenazas naturales.
Basta con revisar otros años de impacto por El Niño, para concluir que aunque el Pacífico y el Valle Central tengan menos lluvias este año, eso no implica que las precipitaciones no vayan a causar emergencias.
La temporada de huracanes en el Atlántico va del 1.° de junio al 30 de noviembre, pues el 97% de esos fenómenos ocurren en ese periodo, pero a veces algunos se adelantan o se producen días después.
Los organismos internacionales como la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (National Oceanic and Atmospheric Administration, NOAA) de Estados Unidos, prevén entre 12 y 17 tormentas tropicales, y de ellas, entre cinco y nueve puedan llegar a la categoría de huracán, es decir la estación estaría dentro del promedio normal que es de 14.
La temporada de huracanes más intensa ocurrió en el 2020. Ese año se formaron 30 ciclones y para nombrarlos hubo que utilizar las letras del alfabeto griego a partir de setiembre, pues se agotaron los nombres previstos. Una temporada similar solo se había visto en el 2005.
El alto potencial de que se desarrolle el fenómeno de El Niño, en julio, tiende a suprimir la actividad de huracanes en el Atlántico. Se debe a que las aguas más cálidas en el Pacífico producen vientos fuertes que dificultan la formación de ciclones en el Atlántico.
Luis Fernando Alvarado, coordinador de la Unidad de Climatología del Instituto Meteorológico Nacional (IMN), explicó que son cambios en la “cizalladura vertical del viento”, es decir, variantes en la velocidad y dirección del viento entre 1,5 km y 10 km sobre el suelo. Esa cizalladura vertical del viento puede destrozar un huracán en desarrollo o incluso evitar que se forme, expresó el científico.
Empero, las tormentas que sobrevivan a las variantes en la velocidad y dirección del viento se ven fortalecidas por el aumento en las temperaturas del Atlántico tropical y el Caribe y aunque son pocas, pueden ser potencialmente más peligrosas.
Durante el Fenómeno de El Niño del 2015 la temporada tuvo 11 ciclones y ninguno se formó en el Caribe, por lo que no hubo efectos de ningún tipo en Centroamérica. En El Niño de 1997, la temporada presentó ocho ciclones, y tampoco hubo en el mar Caribe.
En la temporada de 1986 hubo seis ciclones, y solo uno entró al mar Caribe; sin embargo, no llegó hasta Centroamérica. En 1972 hubo siete, de los cuales solo uno se formó en el norte del mar Caribe, pero rápidamente se dirigió al golfo de México sin ningún impacto en Centroamérica.
A estas alturas del 2023, todavía hay incertidumbre de lo que pueda ocurrir este año y va a depender de la intensidad que alcance el fenómeno de El Niño a partir de julio. Según la NOAA, la probabilidad de que esta temporada de huracanes sea “casi normal” es del 40%, hay un 30% de que sea superior y un 30% de que esté por debajo de lo normal.
Eventos fuertes
Entre los casos extraordinarios está el huracán Andrew, de categoría 5, que se desarrolló en agosto de 1992, durante fase de El Niño. Fue uno de los más destructivos en los Estados Unidos, pues dejó 65 muertos y pérdidas de $26.000 millones, la mayor parte al sur de Florida, pero también asoló las islas Bahamas.
Luis Fernando Alvarado afirmó que en nuestro país desde 1970 se notan fuertes impactos debido al fenómeno de El Niño. La mayoría de los desastres son por inundaciones y deslizamientos principalmente entre los meses de julio y agosto en la vertiente del Caribe.
El 14 de noviembre de 1997, en plena fase de El Niño, las fuertes lluvias generaron una avalancha que afectó Pacayas y Cervantes de Alvarado, Cartago, la cual dejó cinco muertos, un desaparecido, seis casas destruidas y otras 24 con severos daños. Las lluvias originaron el desprendimiento de lodo y piedras que bajó por la quebrada Presidio, en Pacayas.
El huracán Mitch fue uno de los más poderosos huracanes del Atlántico, con vientos máximos sostenidos de 290 km/h. Ese ciclón, formado en fase neutra poco después de un fenómeno de El Niño, azotó el istmo desde el 22 de octubre hasta el 5 de noviembre de 1998, matando a más de 9.000 personas, la mayoría de ellas en Honduras.
En nuestro país hubo que evacuar a más de 3.500 personas en Guanacaste, así como en Paquera, pues primero golpeó como tormenta el Pacifico central y sur, para luego salir del territorio hacia el norte, donde se consolidó como huracán y sus efectos indirectos volvieron a golpear a nuestro país.
Más recientemente, el 24 de noviembre del 2016, cinco meses después de que terminara el fenómeno de El Niño, el huracán Otto fue el primero en tocar territorio nacional. Llegó con vientos asociados de 185 km, a Bluefields, Nicaragua, y luego pasó a ser huracán categoría 2 al llegar a Costa Rica por Las Delicias, cantón fronterizo de Los Chiles. Al año siguiente, en el 2017, se formó otro fenómeno de El Niño.