Luego de la erupción del 30 de enero pasado en el volcán Rincón de la Vieja, varias fumarolas que antes generaban burbujeo en el sector noroeste del lago ácido, ahora lanzan sus gases directamente al aire, pues quedaron expuestas.
La baja en el nivel del lago fue una de las pocas variantes que los científicos descubrieron luego de hacer una comparación de la fotogrametría captada a principios de este mes con otra del 2018 que tenía el Observatorio Sismológico y Vulcanológico de Costa Rica (Ovsicori).
“En realidad no se ve mayor cambio de morfología o superficie. Luego de varios sobrevuelos no hay cambios importantes”, confirmó Paulo Ruiz, geólogo de la Red Sismológica Nacional, RSN.
Con él coinciden los vulcanólogos Eliécer Duarte y Geoffroy Avard, del Ovsicori, quienes únicamente notan un brusco descenso del nivel del lago, que ronda entre 10 y 15 metros.
La fotogrametría permite construir mapas o planos de grandes extensiones mediante el uso de la fotografía. Además, se puede analizar un objeto, comparando fotos del mismo a lo largo del tiempo.
Según Duarte, se observan sedimentos finos y gruesos en los drenajes alrededor del cráter activo de ese volcán, cuya altura ronda los 1.895 metros sobre el nivel del mar.
Los materiales blanquecinos observados en las fotos son los típicos del fondo del lago y se han repetido desde las erupciones freáticas (vapor, agua y cenizas) de los años 80, agregó el científico.
Otro detalle es que no hay quemaduras que indiquen la presencia de flujos piroclásticos (gases y materiales sólidos calientes) en la reciente erupción.
Esos flujos son mezclas de ceniza, fragmentos de roca y piedra pómez que bajan a gran velocidad por los flancos del volcán con temperaturas entre los 400 y 800 grados Celsius y que arrasan todo a su paso.
Lo único que se nota es un ligero marchitamiento en la vegetación debido a la acidez del material que cayó, explicó Duarte.
También se descarta que hayan sido expulsados bloques métricos.
Con recursos propios
“La novedad es que ahora podemos hacer comparaciones fotogramétricas muy rápido y con recursos propios”, destacó Paulo Ruiz, quien estuvo en el sobrevuelo al coloso que está entre Liberia y Upala.
Antes había que contratar un equipo y un avión especial.
Esta vez, con el trabajo conjunto entre el Ovsicori, la RSN, la Comisión Nacional de Emergencias (CNE) y el avión que prestó el Servicio de Vigilancia Aérea del Ministerio de Seguridad se tuvo un buen resultado.
A la aeronave se le removió una parte del piso por donde se captaron las fotos con las que se hace la comparación.
“Es como si fuera una misión para fotografías aéreas. Se coordinó con los pilotos para medir la altura a la que se estaba volando y para que siguieran en línea recta. Antes había que contratar estos servicios”, indicó Ruiz.
Agregó que la experiencia permite corregir errores y desarrollar este tipo de procesos y aprendizajes que servirán en futuras erupciones y en otros volcanes.
Otra utilidad del sobrevuelo es que permite obtener un modelo digital del terreno cada vez más detallado, pues el del 2018 tenía menos resolución.
Las condiciones de nubosidad cuando se hizo el sobrevuelo impidieron captar una ladera del cráter, por lo que la animación en tres dimensiones que se elaboró tiene una silueta en la parte que estaba con nubes.
Después de la erupción del 30 de enero, la frecuencia de los tremores, que marcan el paso de fluidos internos del coloso es más alta, lo que podría indicar que algún sello se rompió y no se formó de nuevo.
De momento no hay señales de nuevas erupciones, pero se trata de un volcán activo cuyas condiciones pueden variar.