La alcaldesa de Upala, Yamileth López Obregón, y su homólogo de Liberia, Luis Gerardo Castañeda, ven con normalidad lo que ocurre en el volcán Rincón de la Vieja, al afirmar que están acostumbrados a vivir junto a un volcán activo, pero al mismo tiempo preparan a los comités municipales de emergencias ante cualquier eventualidad.
“Hemos aprendido a vivir con el volcán activo y consideramos que no va a pasar a más, pero nos preparamos por cualquier eventualidad. No hemos percibido caída de ceniza ni olor a azufre. No tenemos temor, pero seguimos todas las recomendaciones preventivas”, dijo la alcaldesa López.
El martes anterior, personal del municipio encabezado por el vicealcalde, Wilson Espinoza, se reunió con la CNE en la comunidad de El Gavilán, para afinar el plan de atención por cualquier eventualidad.
Líderes y lideresas de Aguas Claras y Dos Ríos, así como representantes del Ministerio de Educación y de otros entes estatales estuvieron presentes.
Aguas Claras, en las faldas del volcán por la ladera norte, es el distrito más grande del cantón alajuelense de Upala. Ahí la población está tranquila, pues sabe que el Rincón de la Vieja ha estado activo con ciclos recurrentes durante muchos años. El aumento de actividad, a partir de marzo, les llama la atención, pero no les genera temor.
Ya hay colchonetas, alimentos, agua y otros enseres en las bodegas de la Comisión Nacional de Emergencias (CNE) cercanas y los puntos para albergue ya están visualizados y preparados, pues la idea es evitar sorpresas de última hora, en caso de alguna orden de evacuación. “Con el huracán Otto aprendimos a prevenir”, dijo.
El vicealcalde de Upala, Wilson Espinoza, está finiquitando el plan de atención para alguna eventual emergencia, pero por ahora más bien la comunidad ve las erupciones como una oportunidad para atraer turismo, pues la estación lluviosa todavía ofrece algunos días despejados en que se observan las columnas kilométricas de gas.
Aunque les preocupa un poco la caída de material volcánico en los ríos Pénjamo y Azul, así como en las quebradas Azufrada y Zanjonuda, que son afluentes del río Niño, el cual corre por San José de Upala y se ha visto afectado por la muerte de peces.
Se trata de ríos que no son navegables, a los que en verano el ganado suele llegar a beber agua y ahora no se pueden usar para la ganadería, pues la composición química enferma a los semovientes.
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También hay gente que usa las aguas del río Niño para lavar ropa; sin embargo, con erupciones repetidas como las de las últimas semanas, el agua a veces baja como un atol por el contenido de ceniza y lodos volcánicos.
En erupciones moderadas, la velocidad de las avalanchas que corren por las laderas varía entre 24 km/h y 95 km/h, de modo que, según la fuerza eruptiva y la cantidad de material expulsado, este podría estar llegando a los puentes de los primeros poblados de Upala entre 7 y 28 minutos después.
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