Don Eugenio Fernández Madrigal, un jubilado de 70 años, se salvó por segundos de ser víctima mortal de la avalancha que embistió a Aguas Zarcas de San Carlos el pasado domingo 23 de julio. Su relato, que parece sacado de una película de catástrofes, evidencia cuán ajenos a la gravedad del deslizamiento estaban los vecinos de este poblado ubicado al norte del país.
Don Eugenio alquilaba una pequeña casa a pocos metros del margen del río Aguas Zarcas. Conforme aumentaba el cauce del río por la crecida, el agua se acercaba poco a poco a su hogar.
Él recuerda que, en un principio, no consideró que la situación fuera grave. Creyó que se trataba de una más de las decenas de crecidas que ha visto en este río, a lo largo de 25 años de vivir en la localidad. Sin embargo, todo cambió cuando vio cómo la tierra se agrietó y empezó a rezumar agua.
“A la orilla del río había unos árboles inmensos bien plantados, y yo dije, ‘si se lleva este palo tan grueso, se lleva la casa’. Cuando me di cuenta, uno de esos árboles se derrumbó sobre el techo de la casa. En ese momento yo agarré a mi perra Cala, un maletín con poquita ropa, lo metí en el carro y salí corriendo”, detalló Fernández.
Pero el hombre cometió un error que por poco le cuesta la vida: mientras salía manejando su carro, recordó que había dejado atrás su teléfono celular.
“Yo me devolví a buscarlo porque era la manera de comunicarme con mis hijos. Yo dejé las puertas abiertas, entonces vi el celular encima del desayunador, pero cuando me metí a agarrarlo, vi el terraplén que se metió por la cocina, todo el montón de barro. Ahí salí corriendo, me subí en el carro, y vi que la avalancha venía atrás de mí”, relató don Eugenio con toda serenidad.
Por su espejo retrovisor, vio como aquellos “árboles inmensos” caían sobre su casa.
“Fueron segundos, a mí la ropa me quedó llena de barro, por el espejo vi como la casa se desplomó”, explicó Rodríguez, que tenía 10 años de vivir en esa misma vivienda. El hombre perdió todas sus pertenencias, arrastradas por el barro.
La avalancha a la que hace referencia don Eugenio es la consecuencia de un enorme deslizamiento que empezó el 15 de julio en una empinada ladera del Parque Nacional Juan Castro Blanco. Se estima que más de 40 hectáreas de terreno siguen descendiendo y ponen en riesgo a los vecinos río abajo.
“Ahí (en Aguas Zarcas) hubo llenas, pero nada de esa magnitud, uno se acostumbró porque apenas pasaba la lluvia el agua bajaba. Los que vivíamos ahí nos salvamos por nuestro propio instinto, teníamos señales cuando el río crecía, por ejemplo, ‘mirá, no ha tapado aquella piedra, si tapa aquella piedra entonces sí hay que salir”, detalló don Eugenio.
El entrevistado lamenta que ninguna autoridad, ni la Municipalidad de San Carlos, ni la Comisión Nacional de Emergencias (CNE), avisaran sobre la gravedad de lo que podía ocurrir.
“Nadie dijo nada. Al menos si a mí me avisaban y me dicen que tengo que retirarme 15 días de ahí, yo me alisto, saco mis cosas y me voy 15 días, porque tengo dónde ir. Pero desgraciadamente no avisaron nada y uno se atuvo”, lamentó Fernández, quien se encuentra actualmente buscando una nueva vivienda para alquilar.
Quien desee colaborar con don Eugenio pueden contactar con su hija, Marianela Fernández, al teléfono 88407717.
Emprendedores vieron su soda destruida en 15 minutos
Al igual que don Eugenio, don Freddy Benavides y doña Nazira Quesada vieron cómo, en cuestión de 15 minutos, el negocio por el cual tanto lucharon, la soda Williams, fue arrastrado por la avalancha de agua, barro y árboles.
Eran aproximadamente las 3:15 p. m. del domingo 23 de julio cuando doña Nazira pasó por el puente sobre el río Aguas Zarcas con rumbo a su casa, a donde fue a dejar algunos artículos de la soda. Cuando volvió, su emprendimiento ya no existía, estaba en media calle revuelto con escombros y barro.
Quesada, al igual que su esposo y una cocinera, se salvaron por pocos minutos. “Si yo hubiera llegado un poquito antes a guardar las cosas, me agarra la avalancha”, recordó.
“El día después de que pasó la crecida con los palos (el martes 18 de julio), la alcaldesa de San Carlos, Karol Salas, vino y se sentó a desayunar en el negocio. Ella le dijo a mi esposo que no había ningún problema, que todo estaba bien, que lo peor ya había pasado. Aquí nadie tenía información de nada”, explicó Quesada.
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Durante las labores de limpieza del barro, los propietarios de estos negocios encontraron todo tipo de artículos enterrados, ropa, ollas, refrigeradora, máquinas de gimnasio e incluso ¢400.000 en efectivo dentro de una caja registradora, los cuales lavaron y pusieron a secar.
“Para mí era una crecida normal, el sábado hubo una que bajó y sonaba fuerte, pero uno decía ‘se creció el río otra vez, otra cabeza de agua’. Me di cuenta de la gravedad hasta que vi todo corrido por la avalancha, nadie nos dijo nada”, detalló doña Nazira.
Tanto doña Nazira como doña Dunia Jiménez, propietaria de los locales, confirmaron a La Nación que los trabajos de limpieza se realizan con mano de obra privada y donación de trabajo. Aseguran que la Municipalidad de San Carlos mandó a decir que no enviarán maquinaria municipal. Se le consultó a la alcaldía por este asunto, pero al cierre de esta publicación no se obtuvo respuesta.
Desde luego, los vecinos temen que pueda haber futuras crecidas de igual o mayor tamaño, debido a que haber más tierra generando presas río arriba.
Los tranquiliza levemente que la CNE les asegurara a principios de semana que ya tienen vigías inspeccionando la parte alta de la montaña.