Cuando el huracán Otto golpeó el corredor fronterizo norte de nuestro país la noche de este jueves, provocó una avalancha que bajó por las faldas del volcán Miravalles y arrastró todo a su paso. La tromba de palos, piedras y barro se llevó a cuatro vecinos de Guayabo de Bagaces, Guanacaste.
Los fallecidos fueron identificados por las autoridades como Dennis Aurelio Alvarado Méndez, de 37 años; Orlando Obregón Jiménez de 44, su compañera sentimental, Marisa Socorro Alvarado Méndez de 45 , y el hijo de ella, Joseph Gerardo Barboza Alvarado, de 24.
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Dennis laboraba para el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) en el proyecto geotérmico Miravalles y su hermana, Marisa, trabajaba para el proyecto turístico Guayacán, con Orlando, y Joseph, en una lechería.
Eran las 8:05 p. m. del jueves y había llovido durante cinco horas seguidas, desde las 3 p. m. y en eso se sobrevino la tragedia.
Thermomanía, un complejo de piscinas con aguas termales, fue arrasado. Le seguían Guayacán y Yökö Termales, otros dos complejos de turismo, que quedaron con daños considerables.
Junto con la agricultura y ganadería, el turismo es una de las principales fuentes de trabajo de este cantón guanacasteco de 19.500 habitantes.
Ayer, la tragedia enlutaba a los vecinos de Guayabo, una pequeña villa anclada a 4 kilómetros de las faldas del Miravalles. En los albergues habilitados en el templo católico, el adventista y el salón comunal, familiares y amigos de los fallecidos no podían creer lo ocurrido.
Un compañero de trabajo de Orlando, identificado como Wálter Rodríguez Meza, junto con Marco Alvarado, hermano de Dennis, desafiaron la noche del jueves las condiciones adversas que dejó la avalancha y se internaron en la zona devastada, que es como de un kilómetro, buscándolos.
De acuerdo con José Alfredo Jiménez, dirigente comunal, los fallecidos eran hijos de los fundadores del pueblo. Decir que don José Alfredo está dolido por las pérdidas es poco, en Guayabo todos se conocen.
Por 20 minutos. A solo 50 metros de la casa donde murieron las cuatro personas vivía Miguel García Morales, de 40 años, quien apenas pudo salir con su esposa, su hijo y su padre, un adulto mayor de 82 años, llamado Hilario García López.
Según Miguel García, las lluvias le hicieron presentir que se iba a venir algo y le dijo a sus familiares: "Comamos y nos vamos".
Y se fueron. De no haber tomado esa decisión, esta familia hubiese corrido la misma suerte que sus vecinos, pues solo 20 minutos después de cerrar la puerta, a las 7:35 p.m., la avalancha arrasó tres casas y devastó Thermomanía.
García, quien era el encargado de la granja de este sitio, uno de los más visitados de la zona y con décadas de existir, indicó que este viernes, al volver a su lugar de trabajo, no pudo soportar la impresión al ver muerto bajo un tronco a uno de los búfalos.
Solo pudo recuperar un toro y un caballo percherón. Los faisanes, las lapas, los chompipes, los patos, un avestruz, un emu y los venados quedaron entre millares de piedras de todos tamaños a lo largo de la correntada, que se extiende un kilómetro, como un lecho de lajas.
Lo único que le quedó fue el carro Mitsubishi en el que salió esa noche. Perdió su casa, ropa y electrodomésticos que por años fue comprando, de a poquitos, pero salvó la vida de su familia.
"Dios nos dio la oportunidad de estar acá", puntualizó, mientras se aprestaba a participar con los suyos del almuerzo que los sobrevivientes de Guayabo brindaban a los damnificados en el salón comunal.
Manos generosas.
Desde Liberia y otros cantones de Guanacaste comenzó a llegar la ayuda para unas 300 personas, algunas de las cuales lo perdieron todo. Empresas privadas, vecinos y organizaciones convirtieron el centro de Guayabo de Bagaces en un "hervidero", donde en medio del dolor de muchas personas se notaba la providencia de otras.
En medio de tractores, vagonetas, retroexcavadoras y camiones repartidores de agua, llegaban cargamentos de ropa, alimentos no perecederos, agua y colchonetas para muchas personas que seguirán en el albergue, porque ya no tienen casa o por temor a posibles avalanchas adicionales.
La Fuerza Púbica, la Policía de Tránsito, Cruz Roja y carros del ICE, entidad que tiene proyectos eólicos y geotérmicos en la zona, pululaban para tratar de rehabilitar cuanto antes los servicios y devolver la tranquilidad a los vecinos.
Producto del deslizamiento y la gran cantidad de piedras que cayeron desde la montaña, se activaron automáticamente las tuberías de escape de gas del proyecto geotérmico Miravalles. Todavía en la mañana del viernes las válvulas seguían lanzando vapor de agua como enormes géiseres, que provocaban un ruido ensordecedor similar a una avalancha.
Hasta más tarde, durante el día, los técnicos lograron cerrar las válvulas y devolverle un poco de calma al pueblo inquieto y dolido.
Este viernes, apenas unas horas después de la tragedia, la luz del día iluminó a lo lejos las faldas del volcán Miravalles. En una de sus laderas brillaba una imponente catarata de agua blanca, que sobresalía entre la pared herida del deslizamiento, por allí corrieron palos, tierra y piedras, en medio de la noche.