La inminente llegada del fenómeno de La Niña vuelca la atención a las zonas más susceptibles a deslizamientos, entre ellas varios cantones del suroeste de San José como Puriscal y sus vecinos, Mora y Acosta.
Julio Madrigal, geógrafo de la Comisión Nacional de Emergencias (CNE), dijo que tienen en constante seguimiento decenas de puntos mapeados por esa entidad pero, igualmente, desde otros sitios no referenciados pueden generarse desprendimientos si llueve como lo prevén los meteorólogos y como se ha visto en el arranque de la temporada.
Escazú, Santa Ana, Aserrí, Desamparados y Tarrazú están en una fila montañosa intercomunicada y con grietas en muchos flancos. La lista de los 11 cantones con más propensión al descenso de materiales la completan Paraíso, Pérez Zeledón y Turrialba.
Eso no quiere decir que grandes deslizamientos de otros 20 cantones explorados en Puntarenas, Alajuela, Upala, Siquirres y la zona sur, estén exentos de ceder ante fuertes precipitaciones que se esperan en esta estación lluviosa.
De acuerdo con Madrigal, el solo hecho de que una familia esté en riesgo de vulnerabilidad, hace que el seguimiento en esos sitios por parte de la CNE sea constante, tanto en zonas rurales como urbanas.
Dijo que como la estación lluviosa está comenzando, todavía los terrenos mantienen el comportamiento normal. Sin embargo, a medida que avanzan los meses lluviosos, factores como el peso del agua infiltrada y las escorrentías pueden causar grietas y desprendimientos importantes.
Por ahora, solo han tenido deslizamientos pequeños, como el que cayó el miércoles pasado en barrio Cipreses de Jorco, Aserrí, que afectó caminos y amenazó varias casas.
Un relleno que se hizo en una propiedad de la parte alta provocó los flujos de lodo.
“A veces, en época seca, la gente hace trabajos en lomas sin asesoría y sin permisos municipales, omitiendo los riesgos que eso puede significar cuando llegan las lluvias”, manifestó Madrigal, refiriéndose al caso de Aserrí.
Esos pequeños derrumbes también pueden causar muertes y grandes daños. El Estado no puede asumir los muros de contención u otras obras requeridas para contrarrestar la destrucción causada.
Cada sitio tiene su particularidad, en algunos porque hay población en las partes bajas, en otros se trata de fincas agropecuarias o hasta de carreteras muy usadas como la ruta San José - Limón (32), que ya comenzó a mostrar los recurrentes problemas por materiales que caen de lo alto y obligan a cerrar el paso.
Sectores como calle Lajas, en Escazú; bajo Cacao, en Alajuela; El Tablazo, en Desamparados; el Burío, en Aserrí; la Cascabela, en Alajuelita y los cerros de Tapezco, Chitaría y Picadero en Santa Ana, son algunos de los más vigilados.
Por ejemplo, en el tajo Río Chiquito, de La Unión, la empresa que explota la extracción de materiales fue sensibilizada, de modo que, al conocer los riesgos, más bien ayude a que la extracción se haga favoreciendo las condiciones que eviten eventuales daños. Ellos mantienen constante comunicación con el comité de la zona, expresó el geógrafo, Julio Madrigal.
Los sitios de súbitas avalanchas
En noviembre del 2010, las lluvias de la noche y madrugada provocó una caída de materiales en el cerro Lajas que bajó por las quebradas cercanas y llevó luto a las familias de 20 personas que perdieron la vida en calle Lajas de Escazú.
Más recientemente, el paso del huracán Otto, en noviembre del 2016, dejó 14 muertos y millonarios daños.
La tormenta tropical Nate, en octubre del 2017, también cobró la vida de personas en varios puntos afectados. Estos fenómenos extremos causaron pérdidas enormes en carreteras, fincas, estructuras, viviendas y negocios.
El año pasado, el turno le correspondió a Río Claro en Guaycará, Golfito, donde un desprendimiento con flujos de lodo recorrió varios kilómetros y afectó unas 200 casas, derribó postes y dañó fincas y locales comerciales, sin dejar víctimas.
Actualmente, unas 125 comunidades de 31 cantones en todo el país se encuentran dentro de áreas de exposición a deslizamientos.
Impacto de La Niña y ciclones
Precisamente, la alta posibilidad de que el fenómeno de La Niña, caracterizado por fuertes lluvias en el Valle Central y el Pacífico, nos acompañe al final de este 2020, hace patente el riesgo por deslizamientos de esas 131 comunidades, algunas de ellas muy pobladas.
El jefe del departamento de Meteorología del Instituto Meteorológico Nacional (IMN), Eladio Solano, explicó, el jueves pasado, que en los dos océanos se están gestando las condiciones propicias para una temporada de ciclones tropicales que estará levemente por encima de lo normal.
Agregó que existe la posibilidad del desarrollo de La Niña débil, por enfriamiento de las aguas del océano Pacífico Tropical, lo que a su vez favorece los ciclones en el Atlántico.
Las depresiones tropicales Arthur y Bertha alcanzaron la categoría de ciclón y se formaron en mayo, antes del inicio de la temporada de huracanes del Atlántico, que arrancó el 1.° de junio.
De igual manera, a finales de mayo se formó a 600 kilómetros al oeste de Guanacaste un fenómeno en el Pacífico, que afectó con fuertes lluvias toda la costa y el Valle Central de nuestro país.
Ese conglomerado nuboso se convirtió, el 31 de mayo, en la tormenta tropical Amanda, que golpeó con vientos superiores a 100 kilómetros por hora El Salvador y Guatemala, dejando 22 muertos.
Al pasar sobre Guatemala y México hasta el otro litoral se constituyó como el tercer ciclón del Atlántico, donde recuperó fuerza en el golfo de México y pasó a ser la tormenta tropical Cristóbal, con vientos superiores a 65 km/h.
Para este año, el IMN espera la formación de entre 15 y 19 ciclones en el Atlántico, que son los que más afectan nuestro territorio. De ellos dos o tres podrían tener efectos indirectos o directos en nuestro país.
Vigilantes de las montañas
La imposibilidad de tener geólogos en todos los sitios, lleva a la Comisión Nacional de Emergencias a establecer alianzas comunitarias, de modo que con los Comités Municipales de Emergencias (CME) y comités comunales se fortalece la prevención, preparativos y respuestas ante un evento.
De igual manera, los avances tecnológicos con celulares y otros dispositivos permiten difundir imágenes y videos rápidamente, e incluso, en tiempo real. “Han sido aliados importantísimos en el control de zonas de riesgo”, expresó Julio Madrigal.
Sin que ello sustituya la apreciación técnica de las visitas de campo, que permiten al personal de la CNE determinar los riesgos latentes y, en caso que lo amerite, dictar las alertas oportunas.
“A veces los comités de enlace en ciertas comunidades pasan por WhatsApp o correo electrónico videos de deslizamientos hechos con un dron. Como se trata de zonas visitadas previamente, esas imágenes nos sirven para decidir si se requiere una inspección urgente y nos permiten llevar el pulso a cada lugar”, añadió Madrigal.
Se trata de que la gente que vive en cada entorno de riesgo se empodere, de modo que sean vigilantes y aporten información. De igual manera, cuando hay lluvias fuertes se les llama desde la CNE para ver cómo está la zona.
Esa institución también usa drones para evaluar deslizamientos grandes o de difícil acceso, que a pie resultaría imposible inspeccionar en un día. Tal es el caso del caído en San Vito de Coto Brus, en octubre del 2018, de 600.000 metros cúbicos (m³), o el más grande de la última década, ocurrido en el cerro Madre de Dios, entre Siquirres y Matina, en enero de ese mismo año, y fue de 2,5 millones de m³.
Cancha complicada
Para Julio Madrigal, la situación de lluvias excesivas por el fenómeno de La Niña que se vislumbra y la situación de alerta sanitaria por la covid-19 los obliga a desarrollar sus labores en lo que llama una “cancha complicada”.
Llamó a usar las herramientas tecnológicas al máximo para que mediante charlas virtuales, uso de redes y mensajes con fotos y videos los comités mantengan el cruce de información, sin exponerse a los riesgos que conllevan los desplazamientos a sitios retirados, las visitas y las reuniones, entre otros.
La mayoría de Comités Comunales de Emergencias cuentan con sistemas de alerta temprana y gestión de riesgo, lo que les ha permitido organizarse y crear juntas directivas y brigadas, que redundan en comunidades más seguras y resilientes.
Signos de alerta
La CNE recomienda a la ciudadanía identificar al Comité Municipal de Emergencias de su comunidad, si vive en una zona cercana o propensa a deslizamientos.
Es importante mantener una constante observación de los terrenos y los cambios que se presenten, ya que los deslizamientos se pueden manifestar de manera espontánea.
Por medio de agrietamientos en el campo, taludes reventados, paredes y piso de las casas con aberturas, sonidos “crujientes” en las viviendas, constante movimiento del piso, entre otros, son avisos importantes de la posible presencia de deslizamientos.
Es fundamental avisar a las autoridades sobre cualquier variación presente en los terrenos de las zonas donde se habita, principalmente con la llegada de la época lluviosa.
La rápida acción ante un deslizamiento puede salvar vidas.
Es importante contar con un plan de emergencias y tener establecidas las rutas de evacuación.
Ante un deslizamiento:
1. Aléjese lo más pronto del sitio.
2. Manténgase lejos de las zonas afectadas.
3. No camine sobre escombros.
4. Informe al Comité Municipal de Emergencia de lo ocurrido.
5. Respete las disposiciones de las autoridades.
6. No retorne a su vivienda hasta que se verifique que es seguro.
7. Manténgase informado por medios oficiales.