Un proyecto turístico en las faldas del volcán Turrialba permite a los visitantes observar, dentro del perímetro de seguridad, la devastación causada por la actividad del coloso.
Las primeras erupciones comenzaron en el 2010 y alcanzaron su punto más alto en los años 2015 y 2016, para luego comenzar a decrecer.
Los dueños de Hacienda La Central, en Santa Cruz de Turrialba, que años atrás tuvieron que dejar sus actividades agropecuarias, vieron en el turismo una oportunidad para reactivar la finca y en coordinación estrecha con la Comisión Nacional de Emergencias (CNE) y guardaparques del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac) abrieron el proyecto Bosque Quemado.
Por senderos accesibles, los visitantes comenzaron a llegar en junio del 2017, cuando Hugo Zeledón Lostalo y su esposa, Gabriela Montero, tuvieron la idea de habilitar para el turismo una parte de su finca, desde donde se ve el volcán.
En una caminata de dos horas los visitantes captan el panorama destructivo que puede tener una erupción.
Diana Fuentes, una de las visitantes, dice que le sorprendió ver que tres años después de las erupciones fuertes, la devastación se mantiene “como si hubieran sido ayer”.
Ella es parte de un grupo de 20 compañeros de trabajo que captaron fotos y videos durante la caminata que luego compartieron con familiares y amigos a principios de este mes.
“Me gustó ver dos paisajes muy distintos en un mismo lugar. Pasamos de una zona de vegetación verde y con árboles, a un lugar donde toda la naturaleza está muerta”, dijo.
Una singular caminata
Geografía privilegia divisar un panorama único.
FUENTE: HACIENDA LA CENTRAL . || w. s. / LA NACIÓN.
Hugo Zeledón, fundador del plan, explicó que para no exponer a los turistas, todos los días revisan los informes sobre el estado del volcán que emiten los vulcanólogos. Además, en las caminatas siempre va un guía que conoce las zonas de riesgo y cómo actuar ante alguna eventualidad.
En el sitio se nota un reverdecimiento paulatino de fincas como la Central, la Silvia, el Retiro, la Picada y el Tapojo. Sin embargo, en la ladera que está a la espalda del cráter activo, las nubes de gases calientes y la ceniza acabaron con la vegetación y toda forma de vida a sus alrededores.
La actividad volcánica obligó a que el 18 de enero del 2012 la Comisión Nacional de Emergencias (CNE) cerrara un perímetro de dos kilómetros a la redonda desde el cráter activo, anillo que pasó a ser de cinco kilómetros en las fases críticas, para volver luego a los dos kilómetros que todavía se mantienen.
Milenarias coladas de lava
Los recorridos con grupos de turistas se realizan a las 9 y a las 11 a. m. saliendo de la Hacienda La Central, a la que se llega por la misma ruta que lleva al Irazú, pero doblando a la derecha, hacia La Pastora, en un cruce que está antes del Irazú.
Para iniciar la caminata se atraviesa un potrero llamado Pigres. Pronto se pasa junto a unas grietas o ríos secos conocidos como canforros.
Ahí, de vez en cuando, el viento que llega desde la cima lleva un tenue olor a azufre, lo que hace recordar que se está a los pies de un volcán activo.
En la época lluviosa el tiempo suele cambiar de nublado a despejado conforme se avanza. Eso deja ver ocasionalmente la dispareja cima del coloso, que desde ese sector tiene forma cónica.
De las viejas cercas de alambre que delimitaban el paso del ganado años atrás, solo quedaron los postes de madera, pues el metal quedó desecho por la lluvia ácida y los pequeños trozos que subsisten se tornan quebradizos con solo tocarlos.
Rápidamente se llega a las antiguas lecherías destrozadas por la erosión y por las acciones de personas que muchas veces entran de forma ilegal y agravan los vestigios del daño volcánico.
“Nosotros no nos aburrimos de entrar aquí constantemente con los grupos, porque el panorama es siempre cambiante y atractivo, sea en invierno o en verano. A veces cae una garúa y empezamos a ver resplandores por todo lado. La ceniza reacciona con el agua y brilla con la luz del sol”, dijo Manfred Alvarado, uno de los guías.
Aunque el parque tiene 1.256 hectáreas, el 78% de los terrenos son privados.
A los 30 minutos de recorrido se llega a zonas donde se pueden ver coladas de lava de erupciones milenarias, con más de un metro de grosor. De igual manera, en las paredes de tierra se observan capas casi rectilíneas de diferente grosor y color que sirven a los geólogos para establecer cuándo ocurrieron otras erupciones del Turrialba.
De la ermita que era el emblema en finca la Silvia, de unos 30 metros cuadrados, solo quedan las tablas sobre el piso de cemento, un pequeño muro cuya pintura cedió al ácido y ocho gradas, que permitían a los lugareños el acceso desde el camino de tierra.
Diagonal a la ermita están ocho casas en ruinas, que eran usadas por los vaqueros o trabajadores de la finca. En el camino se ven unos cables de electricidad y postes de madera con herrumbrados restos de transformadores en el suelo. La electricidad dejó de llegar a ese sitio desde el 2012.
A unos 300 metros de la ermita se llega a la quebrada Paredes, donde se nota la mayor devastación en un panorama gris y sumamente silencioso. Decenas de troncos de diverso grosor están apilados en el cauce de una quebrada sin agua, que sirve para drenar hacia el río Sucio, en la vertiente del Caribe, los materiales que bajan de la cima cuando llueve fuerte.
Por los lados del cañón, muchos troncos de jaúles y robles, unos a punto de caer y otros que parecen firmes, pero sin vida, muestran sus troncos y secas ramas deshojadas en una zona donde los pájaros todavía no llegan.
Cerca de ahí comienzan a rebrotar pequeños puntos verdes de pasto, como señal de una resiliencia o lucha de la naturaleza por regresar al estado de frescor que antes tenía y que una vez dio trabajo y sustento a los peones y dueños de lecherías que ahora lucen ruinosas.
Al regresar del recorrido, se observa a lo lejos y todavía en pie el hotel Volcán Turrialba Lodge, que desde el 2015 cerró sus puertas.
También se observan algunas fincas donde los agricultores retoman cultivos de papa, cebolla y hortalizas. Actualmente aprovechan las lluvias de la época, pues el agua potable es escasa debido a que las nacientes cercanas siguen afectadas por la acidez de los suelos.
Poco a poco, personas que antes alquilaban tierras para sembrar retornan a las fincas y la zona empieza tímidamente a levantarse.
A unos 10 kilómetros de la hacienda La Central, en el restaurante Torre Alba, Rosa Calvo Zúñiga, comerciante, dice que la reapertura del mirador que da a los cráteres del volcán reactivaría la zona.
Afirmó que cuando se organizan competencias de ciclismo y atletismo de montaña se nota un beneficio para el comercio, lo mismo que otras iniciativas como los de un parapente cercano, que también atrae el turismo en ese sector de Pastora de Santa Cruz.
“No entiendo porqué no han reabierto el acceso al mirador, pues el volcán ha estado muy tranquilo”, indicó.
Reapertura del mirador a paso lento
El proyecto que las autoridades del Sinac y la CNE anunciaron a principios de año para reabrir el acceso a la zona del mirador (noreste) avanza a paso lento.
El mayor retraso está en la reparación del camino que va de la hacienda La Central hasta la cima y que corresponde al Consejo Nacional de Vialidad (Conavi).
Según Rafael Gutiérrez, director del Área de Conservación Volcánica Central, se necesita que ese camino esté en buenas condiciones, ya que el Turrialba es un volcán activo y la administración debe tener un adecuado manejo para evacuar turistas en caso de erupción. “La inversión no está lista y no creo que el Conavi vaya a hacerla este año”, dijo.
Afirmó que el plan operativo está listo, lo mismo que siete refugios camino al mirador.
Actualmente se trabaja en la reparación de los portones, barandas y rótulos, así como en el área de recepción de visitantes y el parqueo para diez vehículos.
Una vez que todo esté listo el acceso al mirador sería controlado en cuanto a horas y cantidad de personas, como ocurre en el Poás.
Sobre la reapertura al turismo por parte de empresarios privados, como en Hacienda La Central, afirmó que cuentan con el respaldo del Sinac, porque operan fuera de los dos kilómetros de seguridad.
“Toda la información técnica y geológica nos dice que fuera de los dos kilómetros, no habría una erupción que tenga ese nivel de alcance en las condiciones actuales del volcán”.
Miguel Salazar, administrador del Parque Nacional Volcán Turrialba (PNVT) coincide en que los operadores privados de Bosque Quemado se ajustan a la resolución N.° 042-2015, donde se establece el perímetro de seguridad.
De esa forma, la gente en la actualidad puede ver la parte quemada desde una zona que no implica un riesgo alto, mientras se concreta la reapertura por el lado del mirador, a cargo del Estado.
“Como ellos (Bosque Quemado) respetan el límite, nosotros les permitimos que puedan entrar sin ningún problema. Hacemos un manejo compartido, porque ellos conocen las medidas de seguridad pertinentes”, dijo Salazar.
Pidió a los amantes de la naturaleza que no dejen de visitar la zona, pues Turrialba tiene muchos atractivos. "Además de disfrutar el volcán, respetando los límites para no comprometer a las autoridades, pueden visitar otros sitios como el Monumento Nacional Guayabo”, acotó.
Enfatizó que los accesos ilegales al volcán por parte de personas sin guía y dentro del anillo de seguridad están prohibidos. Los guardaparques constantemente realizan operativos diurnos y nocturnos, con ayuda de la Fuerza Pública.
El pasado fin de semana expulsaron un grupo de 18 personas, de las que tomaron los datos para anotarlos en una bitácora. Lo anterior porque la legislación indica que si se les vuelve a encontrar en áreas restringidas, se les puede enviar a la Fiscalía.
De cuidado
El vulcanólogo Javier Pacheco, del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori), indicó que en las fincas privadas los dueños tienen la libertad de desarrollar sus proyectos de cultivos, ganado y turismo, pese a estar cerca del coloso, pues el Sinac no cuenta con los recursos para comprar esas tierras.
Recordó que el volcán es un sistema abierto y en caso de retomar actividad no habrá tanto tiempo como antes entre el momento en que la actividad empieza y una eventual erupción; sin embargo, admitió que en los últimos meses la actividad de ha reducido al mínimo.
“Mientras el volcán no se apague, sigue siendo peligroso. Actualmente solo se ve desgasificación pasiva y sin explosiones ni salida de ceniza, pero en cualquier momento podría haber un aporte de magma sin muchas señales precursoras”, dijo.
Lidier Esquivel, jefe de Análisis e Investigación de Riesgos de la CNE, manifestó que la actividad turística nunca ha cesado alrededor del volcán.
No obstante, admitió que los daños de años atrás por el efecto de la lluvia ácida en las lecherías, las cercas de alambre y las máquinas, así como el pasto quemado, ya no se observan con tanta intensidad.
"Es como el ciclo natural de la vida, después de los golpes surge una vuelta a la normalidad, al ritmo que la naturaleza establezca”, indicó.
De concretarse la apertura del Parque Nacional por el lado del mirador, implicaría un manejo controlado, pues se estaría dentro de los dos kilómetros que actualmente están restringidos.
Por eso la CNE trabaja con un comité local en un plan de evacuación actualizado, reparación de caminos, buena rotulación en inglés y español, así como guías turísticos capacitados.
“Viene a ser como en el Poás, donde se formaron unos 500 guías turísticos. En el caso del Turrialba son menos, pero se les capacitará. También hay que adquirir equipos de seguridad y monitoreo de gases”, puntualizó.