El terremoto que se espera en menos de cinco años en la zona sur del país estaría en capacidad de reactivar viejas fallas en zonas céntricas del Valle Central.
Así lo confirmó el sismólogo Marino Protti, del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori), al indicar que estamos al final del ciclo sísmico en la zona sur, con un acoplamiento muy fuerte en la península de Osa.
El científico dice que el ciclo sísmico en la zona sur es de unos 40 años, los cuales se cumplirían en el 2023 con base en el último terremoto, ocurrido en Golfito en 1983.
“La placa del Coco sigue empujando la zona sur de nuestro país hacia el noreste, en razón de unos 60 milímetros por año, es decir más rápido de lo que se mueven muchas otras placas en el planeta”, afirmó.
Esas torsiones o fuerzas al interior de la superficie van generando cierta sismicidad repetida que este año se ha observado en Coto Brus, Buenos Aires de Puntarenas, San Isidro de Pérez Zeledón y al sur de río Macho, en Cartago.
Lo mismo sucede en la zona del Ochomogo, Quircot y Tierra Blanca de Cartago, así como en Desamparados, Santo Domingo de Heredia, al sur de Escazú y en Puriscal, entre otros sitios muy poblados con sismos repetidos este año.
“Mi apreciación es que toda esa actividad es consecuencia de este acople fuerte de actividad de la zona sur”, dijo Protti.
Hay una franja de fallas sísmicas que atraviesa desde Limón hasta Herradura la cual marca la división de las dos placas en las que se asienta nuestro país, que son la Caribe, al norte, y la placa de Panamá, al sur.
Aunque se llama placa de Panamá, esta última contiene desde la mitad del Valle Central hasta buena parte del país vecino del sur. Al hundirse la placa del Coco en el Pacífico sur, por debajo de la de Panamá, surgen fuerzas tectónicas que al romperse generan los terremotos.
Puriscal, el mayor enjambre derivado de un terremoto
El temblor de magnitud 4,8 que despertó a muchos la madrugada del 5 de julio tuvo su epicentro en Puriscal.
Ese cantón sufrió hace 30 años el mayor enjambre sísmico del que se tiene registro en el país y también tuvo su origen en un terremoto.
Sólo en junio de 1990 el enjambre de Puriscal generó un total de 14.672 temblores, de los que 378 fueron reportados como sentidos, es decir, quienes vivían en Puriscal, Mora, y alrededores experimentaban 12 temblores diarios, algunos de ellos también sentidos en San José.
De acuerdo con Marino Protti, el detonante de ese fenómeno fue el terremoto de Cóbano, ocurrido el 25 de marzo de 1990 a las 7:22 a. m. y de magnitud 6,9.
Aunque el epicentro estuvo a más de 100 kilómetros de distancia, cuatro horas después comenzó la actividad en Puriscal.
Durante más de un año, a distintas horas, los puriscaleños podían percibir el movimiento que generaban fallas locales como las de Picagres y Purires, que fueron estimuladas por un evento tan lejano.
Ese enjambre ocasionó, meses después, el terremoto de Piedras Negras, también conocido como terremoto de Alajuela, el 22 de diciembre de 1990.
Ese movimiento telúrico dejó falseada la Iglesia de Santiago de Puriscal y el sismo se trajo al piso casas y otras estructuras en la zona que está entre Puriscal y Alajuela. Muchos vendieron sus propiedades y se fueron.
“Nunca el país ha tenido, con base en la historia instrumental, un enjambre sísmico tan intenso como ese”, dijo Protti.
Esa cadena de temblores solo se apagó después del terremoto de magnitud de 7,6 ocurrido en Limón, el 22 de abril de 1991.
Otro enjambre robusto del que se tiene conocimiento fue el que precedió al terremoto de Cartago, que en mayo de 1910 destruyó la Vieja Metrópoli y ha sido el de más muertes en el país.
Lepold Linkimer, geólogo de la Red Sismológica Nacional (RSN) afirma que es difícil comparar con base en la cantidad de eventos, porque para el terremoto de Cartago no se tenía el equipo de medición que había en 1990.
Coincide con Protti en que no ha habido un enjambre con tantos eventos detectados como el de Puriscal. Lo anterior, pese a que ahora se cuenta con más estaciones sismológicas.
Aunque no había tanta instrumentación, si hubiera ocurrido algún enjambre como el de Puriscal en zonas pobladas, hubiese quedado registrado en los medios de comunicación u otros escritos.
Efecto a grandes distancias
Cuando la placa del Coco se introduce debajo del manto no se detiene, sino que todo lo que tiene encima es empujado hacia el continente.
Cuando esas fuerzas originan un terremoto toda la masa arrastrada se desplaza nuevamente hacia atrás y surgen cambios en los esfuerzos, de modo que muchas fallas que estaban bloquedas por estar apretadas entre sí, al relajarse comienzan con deslizamientos. Es ahí donde se afectan los enjambres sísmicos incluso a cientos de kilómetros.
Por ejemplo el terremoto de Cóbano, provincia de Puntarenas, disparó enjambres en Puriscal, Santa Bárbara de Heredia y hasta la zona del Irazú, Cartago.
Al contrario, otro enjambre sísmico que estaba activado y que generaba hasta 15 o 20 temblores al día en el Cerro de la Muerte, se apagó con el terremoto de Cóbano. “El cambio en el régimen de esfuerzos fue tal que más bien bloqueó esta falla”, dijo Marino Protti.
Ese ciclo sísmico nació luego del terremoto de magnitud 6,3 que ocurrió el Sábado Santo de 1983 y que al apagarse, dejó muy fracturada esa zona montañosa.
De igual manera, cuando ocurrió el terremoto de Nicoya en setiembre del 2012, con magnitud 7,6, comenzaron enjambres sísmicos en la cordillera de Guanacaste e incluso uno en isla Calero en el Caribe norte.
Toda esa zona norte iba desplazándose hacia el mar Caribe (noreste) y con ese terremoto se acomodó hacia el lado contrario (suroeste).
Otro ejemplo de impacto por ondas sísmicas a grandes distancias se detectó en enero de 2018, cuando un terremoto en Honduras generó un enjambre de varias semanas entre los volcanes Tenorio y Miravalles, en Guanacaste.
Sensación de más temblores
En lo que llevamos de este 2020, los temblores más fuertes han sido de magnitud 5,6. Dos ocurrieron el 21 de enero frente a la costa de Dominical, cantón de Osa. Otro de igual magnitud se sintió el 6 de marzo en Buenos Aires, provincia de Puntarenas.
“Tenemos una red de instrumentos más densa, por lo que no podemos creer que ahora tiembla más, sino que ahora se pueden localizar más”, explicó Lepold Linkimer.
En la década de los años 80, los boletines de la Red Sismológica Nacional reportaban cerca de 150 sismos por mes, es decir cerca de 1.800 al año.
Ahora la RSN cuenta con 158 estaciones sismológicas que el año pasado contabilizaron 4.602 temblores, de ellos 252 fueron sentidos por la población.
Con tantas fallas y placas moviéndose, los científicos afirman que lo normal en Costa Rica es tener actividad constante.
Sacudidas en Cartago
Lepold Linkimer, sismólogo de la RSN
– ¿Cuál zona del país concentra la mayoría de temblores?
– La zona al suroeste de Dominical, en donde ocurrieron los dos sismos de magnitud 5,6 del 21 de enero. Desde esa fecha y hasta el 30 de junio ahí se han presentado en total 223 temblores. Le sigue la península de Burica, con 141 sismos.
– ¿Cuál ha sido el temblor de mayor magnitud?
– Son tres sismos de magnitud 5,6: dos el 21 de enero al suroeste de Dominical y uno el 6 de marzo en Buenos Aires de Puntarenas.
– ¿En el Valle Central, cuál es la región de más sismos?
– La zona de Cartago, especialmente en abril. En total registró 41 sismos.
– ¿Cómo analizan la sismicidad en el Valle Central en relación con años anteriores?
– Ha sido similar, con sismos de magnitudes bajas.
– ¿ Han identificado cuáles son las fallas más activas en el Valle Central este año?
– La sismicidad en Cartago, la traza de los epicentros se localiza cerca de la falla Ochomogo.
– El año pasado hubo varias secuencias sísmicas. ¿Este primer semestre han identificado secuencias similares?
– El año pasado hubo temblores importantes en la zona fronteriza con Panamá. Este año no han ocurrido sismos tan relevantes como esos. Hasta ahora ha sido un año más quieto sísmicamente. Los eventos más relevantes son los magnitud 5,6.
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