“Tenemos mucho temor de que vuelva a pasar algo así. Días atrás se presentó un veranillo y estamos felices, pero no sabemos cuándo va a cambiar el tiempo. La naturaleza es así. La gente vive con temor de que otra vez se salga el río Cañas”.
Así se expresó Rocío Quesada Monge, vecina de Calle Areneros, San Rafael Abajo de Desamparados, quien laboró 43 años con el Servicio Civil y ahora está pensionada. Esta mujer de 61 años vive solo con su hija Melissa, de 21, y un hermano que habita en la casa de a la par.
Sobre las inundaciones de setiembre dice que todo fue desastroso, pues neveras, muebles y cocinas corrían arrastradas por el río. Esa tarde y noche los desalojaron a todos. Cada quien buscó dónde irse. Los portones no cerraban y todo quedó a la intemperie.
Luego el Ministerio de Salud llegó y declaró inhabitables varias casas, pues el agua entró hasta los patios y en algunos casos echó a perder las bases, cielorrasos y pisos, mientras que sillas, colchones, ropa, zapatos y electrodomésticos flotaban en todas las viviendas.
Hace 15 años el río se desbordó, pero no tan terrible como esta vez, que tapó varias casas de gente que no salvó nada.
Algunos repararon electrodomésticos, porque llegó un muchacho de Pérez Zeledón, que había vivido en ese barrio, llegó a ayudarles a arreglar lo que se podía y no les cobró, pero muchas lavadoras cocinas y refrigeradoras quedaron inservibles.
Ella solo rescató unos muebles. Dice que algunas familias han tenido ayuda estatal para comprar electrodomésticos pero otras, como la de ella, han tenido que repararlos o comprarlos por sus propios medios.
Quesada y su hija también tuvieron que invertir para levantar una pared donde antes había una malla que derribó el agua. “Era tal la impotencia, que yo quería juntar todo y entre más juntaba, más cosas se me caían y todo se embarrialaba. Esa vez nos refugiamos en el segundo piso de la casa de mi hermano”, recordó.
Agregó que los miembros de la Comisión de Emergencias querían evacuarlos para siempre, pero ella les dijo que no tenían adónde ir. En cuanto a las promesas de ayuda, después de los tres meses de alquiler que brinda el Instituto Mixto de Ayuda Social, dijo que como ella trabajó en el Gobierno, sabe cómo son las cosas ahí.
Afirma que extraña a vecinos que tuvieron que dejar todo e irse, pues algunos de ellos son adultos mayores a los que conoce desde décadas atrás. Incluso sabe que entre ellos hay quienes quieren volver al barrio, pero los hijos y familiares con los que ahora viven, les explican lo riesgoso que es.
Frente a su casa, quedó una hilera de viviendas vacías que fueron de las más afectadas. Tienen paredes caídas, tapias sueltas y jardineras arruinadas.
“A unos les dieron tres meses de alquiler, que pasan rápido. Esa gente tendrá que volver a su casita en esas condiciones, porque no va a llegar un carro cargado con materiales de construcción a ayudarles”, acotó Quesada.
Dice que al igual que ella, muchos vecinos perdieron paredes y puertas de armarios y de habitaciones que fueron dañadas y todo eso tuvieron que cambiarlo. ¿Qué hace uno con una casa sin paredes?, puntualizó.