Desde el 29 de noviembre, al mediodía, el volcán Poás retomó las pequeñas erupciones de vapor de agua, ceniza y piedra que se pueden apreciar desde el mirador del cráter. Esta actividad tipo géiser o freática ha elevado sedimentos hasta 100 metros por encima de la superficie del lago, que sufre un significativo descenso por la disminución de las lluvias.
Al haber menos agua en el lago hiperácido, con tonalidades grises y verdosas, también aumenta la temperatura interna.
Al inspeccionar el cráter, también es posible detectar conos de azufre fundido alrededor de las fumarolas, los cuales no se observaban desde el 2021. Sin embargo, no se reportan afectaciones mayores, y la visitación sigue siendo segura dijo Javier Pacheco, vulcanólogo del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori).
El científico explicó que no hay nuevos componentes de magma, sino residuos del material que ascendió en el 2017, los cuales pueden tardar cientos de años en enfriarse.
La pluma se observa rica en sedimentos del fondo del lago, vapor de agua y gases volcánicos. El viernes 1.° de diciembre, hubo una súbita erupción freática en el centro del lago hiperácido a las 5:47 p. m., elevando el material en más de 50 metros.
Al descender el nivel del lago, se genera una vigorización de al menos tres fumarolas subacuáticas debido a la disminución que ejerce la columna de agua sobre ellas. La pérdida de volumen también aumenta por factores como mayor radiación solar y mayor velocidad del viento sobre la superficie, propios de la estación seca.
Varias de esas fumarolas aparecen ahora como borbollones vigorosos. El lago cambió su color verduzco a un gris lechoso desde la última semana de noviembre, y en estos primeros días de diciembre muestra fuerte evaporación.
Al haber menos agua en el lago, la presión en lo profundo del cráter se torna mayor que la ejercida por el agua superficial y surgen erupciones que algunos turistas y vulcanólogos han observado en forma de cola de gallo, sin que sean riesgosas. “Se escucha primero un soplo y luego el material cayendo de nuevo al lago, como si fuera una manguera abierta hacia arriba que deja caer un chorro de agua”, dijo Pacheco.
Por ahora, se desconoce cuánto ha cambiado el nivel del lago, ya que los sedimentos en el fondo han alterado la medición existente. Han reaparecido varios montículos de rocas que por muchos meses estuvieron tapados por el agua.
Un volcán que nunca duerme
A diferencia de otros volcanes como el Irazú y el Turrialba, que entran en letargo después de una actividad fuerte, el Poás suele mantener constantes signos de actividad interna. “Yo no creo que el Poás se vaya a dormir algún día. Casi permanentemente está con actividad de fondo como sismos volcánicos, actividad fumarólica, desgasificación y otros. Desde que se conoce su actividad a principios del siglo XIX no cesa de tener algún tipo de actividad”, dijo Pacheco basándose en los casi dos siglos documentados.
De cara a la estación seca, se espera que el lago siga bajando su nivel. La temperatura se mantiene entre 40 y 50 grados Celsius, es decir, aún no ha llegado a la fase crítica de 60 °C, que acelera la evaporación y la actividad fumarólica.
El pH sigue alrededor de cero, lo cual todavía es normal para el lago cratérico que en otras ocasiones alcanza valores de acidez negativos, donde los seres vivos no sobreviven y solo esporádicamente aparecen bacterias adaptadas a ambientes extremos.
Pacheco expresó que esos cambios no implican ningún riesgo para los visitantes del volcán, pues no se ve ninguna intrusión de magma nuevo. Tampoco en los sensores de medición se notan signos de alerta, ya que no hay deformación del edificio volcánico, ni incremento de sismos, ni aumento en la cantidad de gases magmáticos que salen, por lo que el coloso sigue abierto al público.
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