Jucó, Paraíso de Cartago. Los cuatro hijos de Hilda Serrano no van al colegio ni a la escuela desde la semana pasada.
El esposo de esa mujer, Antonio Picado, tampoco logró salir ayer en la madrugada rumbo a las bodegas de químicos donde labora en La Lima, Cartago.
Esta familia reside en calle Jucó de Orosi, en el cantón cartaginés de Paraíso, donde la rutina de la gente se modificó luego de una avalancha que descendió el lunes 24 de octubre por la quebrada Granados, la cual corre paralelamente a la comunidad.
En realidad se trata de una gran masa de tierra que desde julio del 2003 está en movimiento en la naciente de la quebrada.
La nueva actividad del fenómeno trastornó el trabajo, la siembra, el estudio, el comercio y el transporte pues está interrumpido el paso por calle Jucó y el lunes también bloqueó el puente del barrio La Anita.
El problema en el camino también obligó a Alfredo Arce y sus parientes a cargar en hombros los sacos de café recién recolectado, pues es imposible que algún vehículo llegue a su finca.
A largo plazo. Por supuesto, la gente que todavía pernocta en esta comunidad ni siquiera duerme, pues hay que estar atento por si suena la alarma comunal que advierte de otra avalancha.
El mayor peligro, según la Comisión Nacional de Prevención de Riesgos y Atención de Emergencias (CNE), es para los residentes de ocho viviendas en la parte más alta de Jucó, pues solo unos pocos metros separan las casas del cauce.
Sin embargo, ya cinco de las familias salieron temporal o permanentemente de ese sector.
Una de las tres que quedan es la de Ana Isabel Ramírez, quien cada vez que llueve huye de su hogar en compañía de su hija menor y pide posada donde vecinos que corren menos peligro.
A Ramírez la visitaron el lunes personeros del Instituto Mixto de Ayuda Social, pero no pudieron concretar la entrevista para darles ayuda porque los ahuyentó el descenso de material por la quebrada.
Julio Madrigal, geólogo de la CNE, realizó ayer una nueva inspección en la parte superior o corona del deslizamiento.
"Yo aquí tenía sembrados un poco de café y árboles, pero todo se lo fue comiendo (la avalancha) y ya no queda nada", dijo Ramírez.
Madrigal consideró difícil que la masa baje en un solo momento; más bien cree que seguirá descendiendo en forma paulatina, dependiendo de los aguaceros y eventualmente hasta de un sismo fuerte.
La lluvia arrastra el material desde la parta alta o corona a través de unos 100 metros, llega a una gran caída y continúa luego su avance.
Esta masa se desliza por una especie de embudo que pareciera dosificar la cantidad de tierra que baja por la quebrada Granados.
A lo largo del deslizamiento hay por lo menos cuatro "descansos" donde la tierra se asienta. Dos de ellos están en áreas pobladas.
En los últimos días se instaló en la corona un equipo de medición de desplazamiento, el cual consta de varios postes clavados en los montículos de tierra.
Los postes están unidos a un cable que, al moverse, genera impulsos que registra una computadora en el liceo de Orosi.
De acuerdo con Madrigal, de esta forma se enterarán de la actividad desde que comienza en la corona y dará más tiempo para alertar a la población.