El ciclismo de montaña en Costa Rica perdió a uno de sus más fieles exponentes tras el trágico accidente aéreo del lunes 25 de noviembre en los cerros de Escazú. Enrique Castillo Incera, de 56 años, conocido por su inquebrantable pasión por este deporte, fue una de las cinco víctimas mortales en el siniestro, que dejó como única sobreviviente a Paola Amador, la guía turística de 31 años que permanece internada en el Hospital del Trauma, en La Uruca.
Además de ser un apasionado ciclista, Castillo era empresario del sector turístico. Se desempeñaba como vicepresidente del Hotel Pachira Lodge, en Tortuguero, un destino exuberante en el Caribe Norte.
El accidente de la Cessna 206 de Aero Caribe Air Charter cobró también la vida del piloto Mario Miranda, la copiloto Ruth Mora y los pasajeros Jean Franco Segura Prendas y Gabriela López - Calleja Montealegre. Los pasajeros regresaban al Valle Central, luego de completar una jornada de trabajo en Limón. La aeronave, fabricada en 1977, con todos los permisos y mantenimientos al día, se estrelló en una ladera entre los cerros Pico Blanco, Pico Alto y Rabo de Mico a eso de las 12:30 p. m., cuando se perdió contacto con el radar del aeropuerto Juan Santamaría.
Rafael Pacheco, uno de los pioneros del ciclismo de montaña en Costa Rica y uno de los principales promotores de competiciones de esta disciplina, era una persona cercana a Enrique. Él lo describe como un verdadero “fiebre” de las competencias, alguien que vivía cada pedalada con intensidad y compromiso.
LEA MÁS: Pasajeros de avioneta regresaban de viaje de trabajo a Tortuguero
“Era tan fiel, tan fiel, Enrique, que participaba incluso en campeonatos amateur, aunque ya era un ciclista experimentado. Lo hacía más por amor al ciclismo y por conocer nuevos lugares que por competir”, recordó Pacheco, uno de los organizadores de la Copa Endurance.
Para Enrique Castillo, el ciclismo no era solo un deporte, sino una forma de vida que le permitía explorar rincones escondidos del país y disfrutar de la majestuosidad de la naturaleza. “Encontró en el ciclismo una manera de conocer nuevos lugares y experimentar las bellezas que las montañas pueden ofrecer”, afirmó Pacheco.
Preparación y dedicación
Enrique se preparaba rigurosamente para cada carrera, destacándose con frecuencia entre los mejores. A pesar de que muchas veces alcanzaba el podio, lo que más disfrutaba era el proceso: entrenar, compartir con otros ciclistas y vivir cada experiencia al máximo. Su dedicación lo llevó a mantenerse en excelente condición física durante todo el año, combinando su pasión con su vida personal, resumió Pacheco.
LEA MÁS: Investigación por accidente de avioneta en cerros de Escazú podría durar un año
“No era alguien que se quedara quieto; siempre estudiaba las carreras y se preocupaba por estar en forma”, destacó su amigo.
Precisamente, el pasado 25 de agosto fue tercer lugar en la categoría Master E del Iberoamericano de Mountain Bike que se desarrolló en Juan Viñas de Jiménez, Cartago.
Las competencias eran también un espacio de unión familiar para Castillo, quien estaba casado desde el 14 de setiembre de 1991 con Ana Patricia Arroyo. Durante las carreras, lo acompañaba su esposa y una microbús Volkswagen, donde acampaban para disfrutar del ambiente y la emoción de los eventos. Deja un hijo de 32 años, Luis Javier.
A pesar de su espíritu competitivo, Enrique siempre priorizó las amistades que nacían a lo largo del camino. Aunque era reservado, su amabilidad y sonrisa constante lo hicieron destacar entre sus compañeros y adversarios. “Un amigo que competía con él me dijo: ‘Siento que se me perdió alguien de mi familia’. Enrique tenía esa capacidad de convertir la competencia en una experiencia de camaradería y aprendizaje”, relató Pacheco.
Más allá de los resultados, Castillo buscaba disfrutar cada momento sobre la bicicleta, algo que inspiraba a quienes lo conocían. “Eran como que en vez de ser enemigos a nivel competitivo, se compartían experiencias. Ellos tenían esa tranquilidad de no poner los resultados como un objetivo, sino como que los resultados se daban por lo que él vivía, hacía y gozaba”, añadió.