“Cuando despertó, el volcán Turrialba de Costa Rica, había dormido 144 años. Bostezó con toda la fuerza de sus entrañas recién comenzando el día 5 del año nuevo de 2010 y arrojó cenizas después de hacer un gran estruendo. Había permanecido quieto desde 1866”.
En setiembre del año pasado, este diario informó sobre lo que nadie quería escuchar. Las erupciones del necio volcán Turrialba pueden continuar durante años. La ceniza, esa que respiramos ya casi a diario, no está pronta a irse.
Tragar profundo, toser, llegar a la casa llenos de una capa gris, rascarse los ojos rojos. El tóxico polvo volcánico nos ha obligado a hacerlo parte de nuestra vida diaria: vivir en un país con tan variadas riquezas naturales tiene su precio.
En cualquier momento, alguno de los casi 290 focos volcánicos de nuestro país (de los cuales únicamente cinco se encuentran activos), despierta y exige respeto.
“La ceniza del volcán Turrialba podría seguir llegando a los cantones del noreste de San José y otros puntos del Valle Central por años. Así, sencilla y directa, fue la advertencia que hizo este viernes Gino González, geólogo de la Universidad de Costa Rica (UCR)”, publicó La Nación en mayo del año pasado. “El Turrialba puede generar erupciones por meses e inclusive años. Algo así ocurrió hace 150 años, cuando el volcán presentó actividad durante 17 años, recordó González”.
El Turrialba, que ha tenido al menos seis eventos explosivos importantes en los últimos 3.500 años, hizo su más reciente aparición hace siete años. ¿Cuánto durará esta vez ? ¿Cuánto daño está dispuesto a causar? Solo el tiempo lo dirá.