El 16 de abril de 1971, La Nación reportó la muerte de cuatro mujeres y dos niños a manos de un asesino en Buena Vista de Nicoya. También resultó herido un hombre de 80 años, quien debió ser trasladado a San José para recibir atención médica.
El principal sospechoso de los homicidios era un joven de 17 años, pariente cercano de dos de las fallecidas. El muchacho había desaparecido un día antes de la masacre. Se llevó consigo todas las pertenenecias que guardaba.
También se llevó un puñal, una caja con unas 100 balas y una pistola cuyo calibre coincide con la que apagó la vida de las víctimas de la matanza.
De acuerdo con testigos que estuvieron en la escena del crimen, el presunto asesino atacó primero en la casa del señor Dimas Caravaca Acosta. Allí encontró a una empleada doméstica de nombre Higinia Pérez Mayorga, de 25 años, y su hijo, de dos. Ambos recibieron balazos y puñaladas. Pérez Mayorga intentó salvar a su hijo y se alejó unos 200 metros de la casa, donde fueron atacados de nuevo.
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El supuesto homicida se encaminó entonces a la casa de Baudilio Caravaca Díaz –padre de Caravaca Acosta–, donde hirió al dueño de la casa y mató a su esposa, a dos empleadas domésticas y al hijo de una de ellas; la madre del niño, Emilce Gómez, de 25 años, también estaba embarazada de unos ocho meses.
Más víctimas
Al siguiente día, la cuenta mortal había ascendido a siete personas: al norte de Sámara se encontró el cuerpo de un hombre de unos 34 años; exhibía las mismas señas de violencia que las muertes anteriores.
En los siguientes días aparecerían tres muertos –dos de ellos, niños– y un herido más. Estas muertes se produjeron en Buena Vista de Nicoya, al igual que la masacre inicial.
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Ante la ausencia del sospechoso, del que no se sabían mayores detalles, las autoridades reforzaron las medidas de protección para contrarrestar el pánico que se había manifestado en la población de Nicoya y sus cercanías.
Los vecinos, sin embargo, manifestaron a La Nación que las autoridades locales habían recibido poco respaldo y recursos desde San José.
Conforme el tiempo avanzaba y el rastro del homicida seguía siendo un misterio, el temor se multiplicó entre la comunidad. En cuestión de una semana, 16 escuelas del sur de Nicoya se mantuvieron cerradas.
Por fin
El 19 de abril, el sospechoso inicial, de 17 años y apellido Jiménez, fue visto cometiendo otro asesinato: el del joven Emel Gómez, a quien hirió de bala; Gómez logró perseguir al sospechoso, quien lo remató con otro disparo.
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Con esa primera pista, se emprendió una cacería siguiendo las huellas del muchacho, quien se dirigía hacia el norte de Guanacaste.
Tres días después, el 22 de abril, finalmente las autoridades dieron con José Miguel Jiménez, el asesino de Nicoya, quien se enfrentó a tiros con la policía tras una persecución que comenzó cuando un guardia lo encontró durmiendo. Jiménez despertó de golpe y disparó contra el guardia.
Acorralado, el joven recibió un disparo en el pecho que finalizó la pesadilla.