Para la boda de Blanca no hubo flores ni coro; mucho menos necesidad de cortejo, ramillete o un vestido con velo.
En vez de eso, decenas de transeúntes fueron testigos de su unión con un hombre a quien solo conoce por fotografía.
“Este va a ser su esposo”, le indicó el abogado. Recién llegaba la dominicana al país y la dirección en la que la citaron –cerca del mercado de la Coca Cola, en San José–, le hizo gracia.
Por su firma en el protocolo, la organización que la trajo a Costa Rica le pagó al abogado $400. Eso –según reconoce ella– acrecentó su deuda con la red.
Blanca asegura haber venido engañada pues pensó que trabajaría en casinos o como servidora doméstica.
En vez de eso se prostituye en Garabito de Puntarenas.
“Ellos (la organización) no dicen a qué se viene; solo que se consigue mucha plata. Cuando uno ve lo que tiene que hacer se arrepiente, ¿pero qué se puede hacer? Absolutamente nada.
“Si una no paga, pierde su casa (en Dominicana) en cuestión de tres meses”, relató.
Las mujeres reciben dinero al salir de la isla y al llegar a Costa Rica. Eso les permite sobrevivir los primeros meses. Luego se las arreglan para pagar los servicios de la organización.
“Esto no es solo de Jacó, están (las dominicanas) en todos lados: Flamingo, Manuel Antonio, Quepos... A uno lo casan los abogados mafiosos que tienen aquí. Ellos (la red) buscan aquí los esposos.
“¿Por qué dejé Dominicana? ¡Se los está llevando el diablo. Usted no sabe lo que es ganarse (en Costa Rica) $100 en media hora!”, expresó.
Marisel, otra dominicana, también dice estar arrepentida. Tenía dos meses de estar en el país cuando le pidió al abogado que la divorciara. Quería regresar a su país, pero la red no se lo permitió.
“Le dije (al notario) que me sacara, pero me dijo que no podía hacerlo. Después no volvió a contestar mis llamadas.
“Quiero irme a mi país. El abogado tiene la culpa de todo esto”, sostuvo. El notario recibió por ese servicio $170.
El hombre tuvo la “cortesía” de al menos mostrarle una copia de la cédula de su esposo.
Así pudo verle el rostro, aunque pasado el tiempo no tiene ni la menor noción de cómo es.
¿Esposo de quién? Joanie Ríos, un tico de 34 años, se casó mientras hacía fila cerca de la plaza de las Garantías Sociales, en San José, en procura de un plato de comida caliente.
Asegura no conocer a su esposa dominicana. “Llegó un hombre blanco, pequeño y grueso. Como debía el cuarto y una comida que compré (le pagaron ¢10.000 por su firma en un protocolo), acepté el dinero.
“Firmé y nunca más lo volví a ver (al abogado)”, declaró.
Ríos recuerda que el notario llegó con un portafolio.
“Estoy arrepentido. No quiero que esto me vuelva a pasar; no lo aceptaría”, expresó. Colaboró Guillermo Solano, del MSP.