Una indígena de la etnia ngöbe, quien no entendía español y fue condenada a 13 años de cárcel por un homicidio en un proceso abreviado, pide su libertad tras alegar que no comprendió la acusación ni la sentencia.
Se trata de Olivia Bejarano Bejarano, de 31 años, oriunda de Copey de Limoncito de Coto Brus, Puntarenas, quien ya lleva dos años y seis meses en prisión.
“Yo no entendía y abogado (el juez) me contestó (le preguntó) como tres o cuatro veces, pero yo no podía contestar, porque no estaba entendiendo. Mi esposo (también condenado por el homicidio) me dijo a mí que era darnos 13 años y yo acepté. Yo le dije que sí”, relató Olivia Bejarano el jueves anterior durante una entrevista en la cárcel El Buen Pastor.
Desde que está en prisión la indígena ha aprendido a leer y escribir. Según Adaptación Social, es una “buena estudiante”.
Como parte de las pruebas para demostrar que no entendía el idioma español, la Defensa Pública, que la representa en el caso, aportó una entrevista hecha por funcionarios de la Defensoría de los Habitantes el 8 de febrero del 2008, cuando ingresó a prisión.
En el informe se consigna: “Olivia Bejarano no habla español y se necesitó un traductor para comunicarse con ella”.
En el alegato, preparado por Marta Iris Muñoz Cascante, jefa de la Defensa Pública, ella insiste en que durante el juicio abreviado no comprendía “muy bien” el idioma español y que nunca se le hizo acompañar de un traductor.
Para Muñoz, no contar con un intérprete es una violación a los derechos fundamentales y una limitación al acceso de la justicia para una “persona en situación de vulnerabilidad por ser mujer, indígena, pobre y perteneciente a una minoría y privada de libertad”.
La Fiscalía atribuyó a los imputados en la acusación matar a Joaquín Bejarano “arguyendo que él hacía brujería” y que antes de darle muerte “le colocaron una especie de libro en la cara y lo increparon”.
Olivia Bejarano dijo a
Agregó que cuando sucedió el homicidio “yo me quedé solo viendo, porque yo no tenía mente. Yo no tenía nada. Yo no podía hacer nada. Yo no estaba bien. Él nos daba esa cosa ‘cacao’ y nos volvía locos”.