Un leve golpe en la cabeza dejó inconsciente a la niña y permitió a su atacante meterla en un saco de fibra sintética y sumergirla en la quebrada Lajas para asfixiarla.
Siete años después del crimen de Josebeth Retana Rojas (8 años de edad) en Horquetas de Sarapiquí, la Fiscalía no ha inculpado a nadie y, desde noviembre del 2007, se archivó el caso. El porqué de su muerte es un misterio.
Un informe del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) que aparece en el expediente judicial revela que la menor confiaba en su homicida.
Los investigadores señalaron que no hubo indicios de un acto de defensa o lucha de la niña para evitar la agresión, y, además, portaba todas sus pertenencias.
Horas antes de la desaparición de la estudiante de segundo grado de la escuela de Ticari –el 5 de setiembre del 2005–, siete personas aseguraron al OIJ haberla visto caminando sola hacia su casa en Horquetas de Sarapiquí.
Ese día, la clase comenzó a las 11:40 a. m. Josebeth vistió el mejor pantalón que tenía y dos argollas. La jornada terminó a las 2:40 p. m. y la niña emprendió sola el viaje de un kilómetro a casa.
César, un alumno de sexto grado montaba su bicicleta por una calle de lastre cuando se topó con Josebeth a las 3:30 p. m. Él la saludó y le dijo que se fuera para la casa. La niña respondió que no tenía miedo, mientras llevaba en sus manos un jeans que Alice Daniela (11 años) le regaló de camino.
Josebeth medía 139 centímetros y pesaba 26 kilos. En la espalda cargaba su maletín rosado, en el que llevaba un lápiz de minas, una capa rosada y ocho cuadernos, entre ellos los de inglés y matemáticas.
La última vez que fue vista estuvo sentada bajo un árbol de nance y luego caminó hacia un portón metálico verde que da a una plantación de palmito de pejibaye. El OIJ concluyó que ahí fue donde el atacante interceptó a Josebeth.
A las 5 p. m., la menor no había llegado a casa. Su madre, Maribel Rojas, visitó la escuela dos horas y media después de la salida para preguntar por ella, pero no estaba. En ese momento dio la alerta.
Los equipos de búsqueda comenzaron un fracasado operativo de tres días. A la mañana siguiente, un pescador reportó el hallazgo del cadáver en un saco en la quebrada.
La menor se encontraba en posición fetal, con su uniforme puesto (sin calzón); en el salveque seguían sus cuadernos y el jeans que le regaló Daniela. La autopsia determinó que el tiempo de muerte coincidía con la desaparición.
Su pantalón no tenía botón y la cremallera estaba descosida. Se presumió que hubo violación, pero el forense la descartó. Vellos púbicos en su ropa presentaban ADN de la madre y del vecino Alexander Salamanca, pero la Fiscalía recalcó que esta prueba generaba dudas.