Años después de la toma de la Corte, por parte del Comando de la Muerte, Gerardo Castaing, negociador del caso, se reunió con algunos exmagistrados que fueron rehenes, como Jorge Rojas Sánchez. Fue así como supo que en cierto momento, uno de los magistrados, que sabía usar armas, tuvo oportunidad de tomar un rifle M-16.
Ocurrió en un descuido en que los perpetradores dejaron el arma recostada a un escritorio cuando pasó el magistrado que sabía usar ese tipo de armamento y cuyo nombre prefiere omitir. Entonces, como venía del baño, con las manos libres, pensó en tomarlo y disparar una ráfaga, porque los cabecillas estaban reunidos en el centro de la sala.
Cuando el magistrado lo vio y pensó en tomarlo, volvió a ver a don Edgar Cervantes, que era el presidente de la Corte, quien le hizo un movimiento con la cabeza, indicándole que no, por lo que el magistrado siguió hasta su lugar.
Luego se supo que ese rifle M16 no servía. Incluso una semana antes de que Gilberto Fallas pidiera mediante un ardid esas armas al jefe de la Guardia Rural de Tres Ríos, los agentes del OIJ las habían usado en una práctica de tiro en las montañas de La Carpintera en San Rafael de La Unión y desde entonces el M16 estaba dañado.
Para Castaing, si el magistrado lo hubiera tomado, posiblemente “habría causado una matazón”, pues él no hubiera podido disparar, pero el comando quizá habría reaccionado con fuego. “Fue algo que gracias a Dios no pasó de esa manera. Son situaciones internas que analizamos después y que no se han mencionado”. afirmó.
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Según dijo, pese a vivir una experiencia violenta, los rehenes supieron guardar la compostura. Agregó que los magistrados son funcionarios que por su prestigio y su calidad, suelen ser muy pasivos, su línea emocional casi siempre se mantiene horizontal; sin embargo, cuando alguien llega y les altera de esa forma, el “shock” es terrible.
Fue una experiencia traumática para ellos. Hubo situaciones muy difíciles. A un magistrado lo amarraron en una silla ejecutiva sin pegarlo al respaldar y le dijeron que sí se dormía y pegada a la cabeza en la parte de atrás, iba a accionar un explosivo. Posteriormente, se supo que se trataba de una caja de cartón forrada, pero en ese momento se creía que era un explosivo.
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El negociador recuerda que tiempo después de ese acontecimiento, a unos miembros de la Unidad Especial de Intervención los nombraron héroes nacionales y les regalaron un taxi a cada uno.
La lección que aprendió Castaing es que en los trabajos hay que hacer cosas sin esperar nada a cambio, pues en su caso volvió a retomar las labores ordinarias como de costumbre.