Luego de 21 años de ejercicio del derecho penal, el nombre de Alfonso Ruiz Ugalde está asociado a casos tan mediáticos como Caja-Fischel; el homicidio de Maureen Hidalgo a manos de su esposo, el defensor público Luis Fernando Burgos; un millonario desvío en las cuentas de la Tesorería Nacional en el 2001; y, más recientemente, el crimen de la anestesióloga María Luisa Cedeño.
Esta, sin duda, es su faceta más conocida; sin embargo, lejos de las audiencias y de los expedientes judiciales, el sancarleño de 48 años toma su micrófono y su guitarra para cantarle a Dios.
No considera esta actividad como un pasatiempo o una afición, sino un testimonio, luego de recibir un diagnóstico médico hace cinco años que le impedía cantar.
Desde temprana edad, la música forma parte integral de su vida. Antes de cumplir siete años, ya recibía clases de guitarra y había participado en su primer festival de la canción en su natal San Carlos. Luego, se incorporó a un coro de niños, con el que tuvo la oportunidad de cantarle al papa Juan Pablo II en su visita a Costa Rica, en 1983.
Recuerda esta experiencia con cariño porque tuvo la dicha de darle un obsequio al pontífice por parte de los niños y también pudo tomarse una fotografía que conserva como un recuerdo muy valioso. Dice que aunque formó parte de las bandas de su escuela y colegio, las actividades religiosas siempre estuvieron presentes y marcaron sus inicios en la música.
Mala noticia
Desde 1992 comenzó a cantar con la agrupación OK, que tocaba ritmos de los sesenta, setenta y ochenta, en inglés y español, y en diversos géneros musicales.
Con el grupo se mantuvo un tiempo, hasta hace unos cinco años, cuando la combinación de exceso de trabajo como jurista y un padecimiento en las cuerdas vocales lo hicieron poner una pausa.
“Me aparecieron unos nódulos en las cuerdas que no eran operables. Prácticamente, el criterio médico era que tenía que dejar de cantar. El doctor me dijo que por mi estructura física interna no parecía que pudiera haber cantado nunca; o sea, había hecho un esfuerzo bastante particular”, recordó.
Luego de recibir la noticia, Ruiz inició terapias de voz y respiratorias, y tuvo que dejar de consumir bebidas frías, gaseosas y productos que deshidratan las cuerdas vocales. También alejó de su vida todo lo que tuviera que ver con música, incluyendo una colección de 250 a 300 guitarras, y enmarcó como un símbolo el último micrófono que usó con OK.
Su trato con Dios
Cuando comenzó la pandemia, el cura de la Parroquia Inmaculada Concepción de La Unión, Cartago, lo observó cantar en un video en sus redes sociales, por lo que le preguntó si podía acompañarlos durante la misa, pues con el cierre de iglesias se les dificultaba encontrar a alguien que cantara.
Para ese momento, Ruiz ya no estaba cantando, pero consideró la situación y le preguntó al padre por cuánto tiempo necesitaba ayuda, a lo que respondió: “Por el tiempo que sea posible, porque las iglesias estarán cerradas’.
“Yo le dije a Dios: ‘Déjame cantar, solo misas, no vuelvo a cantar nunca mi música’. Empecé a cantar a mediados de marzo del 2020. Durante toda la pandemia canté todos los sábados en las misas, y luego con las iglesias abiertas me incorporé al rol de la parroquia. Al día de hoy, a Dios gracias, no he parado de cantar y mi voz ha respondido bien”, relató.
El abogado cuenta que el trato que hizo con Dios hace más de tres años se mantiene vigente y solo lo rompió una vez, cuando cantó con su hijo en una presentación del colegio. Su esposa y sus dos hijos lo acompañan en la iglesia y lo apoyan.
Actualmente, intenta aplicar los cuidados que originalmente le dieron en sus terapias. Por ejemplo, si sabe que tiene que cantar un domingo, entre semana trata de evitar las bebidas frías, hielo, gaseosas, los bullicios e, inclusive, prepara su voz antes de ir a un juicio.
“He tenido que adaptar un montón de circunstancias a lo que normalmente hacía y hago. Ando un dictamen entre mis papeles para explicarles a los tribunales que a veces, en exposiciones largas, tengo que hacer pausas. La recomendación es que después de dos horas de hablar haga una pausa de 15 o 20 minutos. Normalmente no lo he necesitado, pero en eso todos han sido muy comprensivos”, agregó.
Como buen amante de la música, entre sus grupos favoritos destacan The Beatles, del que tiene la discografía completa, y El Consorcio, antes Mocedades, a quienes procura ver cada vez que visitan Costa Rica.
“Los conozco personalmente porque tuve la oportunidad de compartir con uno de sus integrantes, Iñaki; incluso, con él hasta tengo algunas conversaciones por WhatsApp, nos felicitamos en los cumpleaños. Me da un gusto enorme que un grupo que cuando era joven lo veía por videos de televisión, ahora puedo tener hasta contacto con ellos”, comentó.
De chiquillo, Ruiz creció en los linderos del estadio de los Toros del Norte, en Ciudad Quesada, pero el amor por la camiseta saprissista lo atrapó desde aquella época. Al parecer, fue su mamá quien le heredó el gusto por los colores morado y blanco.
No obstante, reconoce que aunque se sienta a ver los partidos, el fútbol ya no le roba la paz como lo hacía hace muchos años, porque cuando “hay familia de por medio eso ocupa un papel preponderante, por encima de cualquier otra actividad”.
De su San Carlos natal adquirió el gusto por las carnes rojas de la zona, y cuando se vino a la capital a estudiar en la universidad tuvo que ingeniárselas para no extrañar algunos platillos. Entre risas, rememoró que en esos años de estudio, cuando viajaba los fines de semana a San Carlos, compraba carne y la traía en el maletín, para poder almacenarla y cocinarla en San José.
Del lado de las víctimas
Sobre su profesión, Ruiz la describe como su mundo, pues en definitiva no se ve haciendo otra cosa que no sea el juicio, el litigio, las investigaciones y las querellas. De hecho, desde el colegio supo con seguridad que quería estudiar Derecho.
También tenía claro que lo que quería era el derecho penal; pese a que es notario público, nunca lo ha ejercido. Entre su experiencia destaca casi tres años de trabajo en el Ministerio Público, en la Fiscalía de Probidad y Delitos Económicos, así como en la unidad especializada en casación y en su bufete privado.
“No es todo tipo de procesos los que llevo. No me involucro con temas de narcotráfico ni de criminalidad organizada violenta. Generalmente, represento a víctimas, y en muy pocos casos hago defensas, pero normalmente estoy del lado de la víctima”, añadió.
Al final de la conversación, el abogado cuenta que la música solo le ha dejado cosas buenas, pues gracias a ella conoció amigos, a su esposa, y vivió grandes experiencias.
Actualmente, su participación en la iglesia la ve como una actividad que disfruta, que hace con el corazón y con la que da testimonio de buenas acciones, algo que ha adoptado como su estilo de vida.
“Hacer las cosas bien debe ser un estilo de vida; para mí, es un estilo de vida: la lealtad de la transparencia, litigar la honestidad al hacer las cosas, así ha sido siempre. Entonces, esto no genera para mí ningún cambio”, finalizó.