"Desde que yo era niña, me hacían mucho bullying en la escuela porque tenía unos camanances en mis glúteos (...). Me decían que se miraban muy feos. Fui creciendo con ese trauma.
"Cuando era quinceañera, comencé a modelar, pero siempre andaba escondiendo los hoyitos porque me incomodaban. Me decían que mostrara mi cuerpo, pero (...) me sentía muy incómoda".
De esa manera, Cristina García Chacón, de 46 años, comenzó su declaración en el tercer día de juicio que se lleva en contra de un médico, de apellidos Vargas Scott, quien es querellado por lesiones culposas.
Ella culpa a Vargas porque, según dice, sus nalgas se le deformaron luego de que el médico le inyectara una sustancia en esa parte de su cuerpo, en setiembre del 2011. Por estos hechos, ella pide ¢143 millones para resarcir el supuesto daño causado.
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Entonces, para poder dejar atrás ese complejo que la seguía desde niña, Chacón detalló que se puso en contacto con el doctor Vargas, porque "la publicidad decía que era la persona más profesional en el país en ese momento".
No obstante, agregó: "Él me engañó; yo no sabía que estaba en las manos de una persona que me iba a robar mi vida, mi salud".
'Propaganda basura'
Antes de conocer de la existencia de Vargas Scott, la exmodelo vivía en Canadá, donde trabajaba en televisión y donde conoció a su actual esposo.
Conforme pasó el tiempo, ella comenzó a trabajar en la productora de cine propiedad de su pareja sentimental. A raíz de un documental que hacían, ella viajó a Costa Rica en el 2011.
"Cuando estuve en el país, veía periódicos, revistas y la televisión para informarme. Cuando se terminó el documental, recibí un dinero y decidí rellenarme esos dos camanances.
"En ese momento, la publicidad de Vargas era tan grande que salía mucho en programas. Era el boom en ese momento. (...) Se decía que era el mejor y yo quería hacerme el relleno con el mejor. Me dejé llevar por la propaganda basura que se hacía", agregó la ofendida.
García mencionó que ella llamó al teléfono del consultorio del doctor y agendó la cita.
"Llegué a ese lugar con mi mamá y mi hermana. Él me explicó muy bien el procedimiento, qué era lo que me iba a poner. Me dijo que me quitara la ropa para ver los camanances. Conversamos acerca del procedimiento.
"Me dijo que ese producto que me iba a poner se llama PMMA (polimetilmetacrilato, la cual es prohibida en el país). Yo le pregunté una segunda vez porque no le había entendido bien y hasta me lo anotó en un papel, diciéndome: 'Cristina, es PMMA, el mejor producto del mercado'".
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García indicó que, como desconocía cuál era esa sustancia, le preguntó si podía tener alguna consecuencia negativa para su salud, a lo que, al parecer, el médico le respondió que no.
"Me dijo que me sintiera segura, que estaba en buenas manos, que lo venía usando desde hace mucho tiempo, que no había complicación, que yo iba a estar muy feliz después de la cirugía del relleno", recordó la mujer.
Además, dijo, Vargas Scott buscó "ganarse" su confianza para que ella accediera a hacerse el tratamiento.
"Se notó una persona confiable, con una sonrisa en su cara, se comportó muy amable. Hablamos de la cirugía y, desgraciadamente, yo le creí a él y, con las ansias que tenía por quitarme esos hoyos, accedí.
"Si yo pudiera volver atrás, si yo pudiera volver el tiempo atrás, no lo hubiera hecho. Todos me decían que no lo hiciera, pero por terca y la confianza que él me dio, lo hice".
'Calvario'
Según detalló la víctima, la "cirugía" para rellenar los camanances en su trasero tardó casi 12 horas y, cuando despertó, el dolor era "insoportable". "Me sentía atontada, no podía caminar (...) Ese día me quedé a dormir donde mi hermana, en Heredia, y yo venía llorando en el auto por el dolor", recordó.
Los días pasaban y el malestar aumentaba, al tiempo en el que el doctor Vargas le aseguraba que "era parte del procedimiento", agregó.
Ella detalló que regresó en al menos dos ocasiones más al consultorio médico de Vargas, para que él la ayudara a disminuir las "bolas que se me hicieron en mis glúteos".
En un momento determinado, ella viajó a Canadá, donde visitó a cirujanos plásticos para obtener otras versiones al respecto. "Uno de esos doctores me dijo que el PMMA mata a la gente. Me dijo que es una bomba de tiempo, que yo estaba ahí con las horas contadas, que tenía que sacarme eso de inmediato", narró García.
Desde ese momento, concluyó la víctima, esto se ha convertido en un calvario para ella y su familia.