José Luis Rodríguez Zamora, alias Chichi, decapitó y desmembró a un pescador la madrugada del 7 de febrero del 2012, cuando la lancha en la que viajaban estaba en el sector de Dos Aguas, en el mar Caribe.
Este viernes, el Tribunal de Juicio de Limón lo condenó a 35 años de prisión por el crimen de Kenny Bryan McDonald Hills, de 26 años. Sus restos nunca fueron localizados.
Según la acusación que presentó la Fiscalía, Jonathan le disparó por la espalda a McDonald, mientras que Rodríguez lo habría decapitado y desmembrado. Luego metieron sus restos en tres trampas para langostas y lo lanzaron al agua. Esos hechos fueron grabados con un celular por Nicolás Jiménez.
Testimonio vital. Para este caso, el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) no tuvo pruebas importantes, como el cuerpo o el arma homicida, pero sí un testimonio clave que le hizo saber que los sujetos habían grabado el suceso.
Aunque las autoridades no obtuvieron las imágenes, ese testigo ayudó al Ministerio Público con la investigación.
Durante el juicio, este viernes, el declarante calificó el video como “una escena macabra, sacada de una película de terror.”
‘Era hombre muerto’. La acusación estableció que los hermanos Jiménez, Rodríguez y la víctima trabajaban para un sujeto vinculado al negocio de tráfico nacional e internacional de drogas.
Ellos se encargaban de transportar la mercancía.
La madrugada de ese 7 de febrero, los cuatro hombres zarparon en una lancha desde Cieneguita para dirigirse a alguna zona en el mar con el aparente propósito de ir a pescar.
El testigo de la Fiscalía tenía la tarea de cuidar el lugar del que salieron y notó cuando regresaron solo tres de los sujetos.
Además, él notó sangre en el piso del bote y, cuando preguntó por la ausencia de McDonald, le mostraron el video.
“Desde que el bote zarpó, la suerte de Kenny ya estaba definida, porque había un plan preestablecido. Al subirse a la embarcación, era hombre muerto”, expresó el juez Luis Araya, presidente del Tribunal, al leer el fallo.
El juzgador destacó que el ataque fue cometido en un lugar donde la víctima no tenía ninguna posibilidad de salvarse.
“Si hubiera sido en tierra firme, quizá habría tenido oportunidad de correr o de esconderse, pero en alta mar y totalmente aislados, era imposible que tuviera una oportunidad de salvarse”, manifestó Araya, al recalcar que McDonald no habría sospechado que lo iban a matar, porque los otros eran sus amigos.
Agravantes. A criterio del Tribunal, por parte de Rodríguez hubo ensañamiento y exceso en su actuar, en especial por la forma en que dispuso del cadáver.
“Si bien es cierto que podría pensarse –por esa dinámica de pleitos entre pandillas o de guerras entre grupos o familias– que estamos frente a una situación de matar o morir, en este caso hay un plus o agravante, y es la forma como se le dio muerte”, dijo el juez.
El crimen, de acuerdo con las investigaciones, pudo obedecer a rencillas entre bandas de narcotraficantes, pero el juez Araya aclaró que ese no era el tema probado del juicio.
Durante el proceso, Rodríguez alegó ser inocente e intentó desacreditar al testigo de la Fiscalía, señalando que se trataba de una persona que ya había descontado una pena por homicidio.
Sin embargo, el Tribunal no le dio credibilidad a su versión.