Óscar González Camacho dará su veredicto en esta entrevista. Será juez de sus propios hechos. El exmagistrado habló, por primera vez, a pesar de haber guardado silencio desde que una jueza, con quien tuvo una relación sentimental, lo denunció públicamente por seis violaciones y acoso sexual. La Asamblea Legislativa lo destituyó hace 46 días por el acoso sexual y aún está pendiente un juicio penal por supuestas violaciones. A sus 52 años, asegura que enfrenta el capítulo más duro de su vida y sostiene que quien pretendió dañarlo, puede estar satisfecho. Si logra superar este escollo, dice que ocupará, de nuevo, su silla en el Poder Judicial.
¿Quién es Priscila Quirós?
Para mí es una mujer, exalumna, exfuncionaria, que siempre respeté y respeto, sobre la que no guardo ningún rencor. Por lo demás, la gran incógnita que he tenido es por qué tanto afán de daño, tanta inquina y destrucción. Si lo que se quería era destrozar, pueden darse por satisfechos. Ha habido una destrucción en todos los planos, una afectación profesional sin medida, un cisma familiar inenarrable. Para entenderlo, hay que vivirlo.
¿Cómo fue la relación con ella?
Fue cordial, de respeto, absolutamente normal dentro de las circunstancias que cabían, extramarital, fue siempre tan pacífica que no recuerdo ninguna discusión fuerte ni de agresión verbal. Fue una relación duradera, entre ocho y 10 años, con periodos de distanciamiento o acercamiento dependiendo de las circunstancias. La relación fue nacida con muchísima antelación al Poder Judicial y se ha querido ver que nació allí.
La denunciante dice que el acoso de parte suya comenzó cuando ella decide terminar la relación.
Rechazo esas afirmaciones. No ha habido actitudes de presión; nunca hubo ninguna circunstancia de ofrecimiento a cambio, fue absolutamente libre, consentida y voluntaria de dos adultos. Se me ha destituido y se me ha hecho sufrir este calvario por dos llamadas telefónicas hechas durante un año. Eso es lo único probado y yo las llevé al expediente como prueba. Solo fueron dos llamadas y una visita oficial que hice a una oficina pública a los Tribunales de lo Contencioso a los diferentes jueces y, por sorpresa, me la encontré ahí. Esos son los únicos hechos probados, los demás fueron sus afirmaciones y, de manera sorprendente, se les ha dado total credibilidad, a lo cual no habrá ninguna prueba de maltrato, agresión ni cosa por el estilo.
Usted dijo a la comisión legislativa que lleva la marca de violador.
No tiene idea de lo que ha significado una vida afanosa, de muchos años de esfuerzo, desde niño, con dificultades y de construir un camino para verse convertido como en una especie de “héroe”, de una persona que logró una meta pese a las adversidades, para luego ver destrozada toda su vida y convertirse en un villano, al que se le señala y se le teme, donde se crean imágenes de algún tipo de monstruo, una especie de personaje con lepra al estilo bíblico. Es muy distinto ser el magistrado respetable al que se le saluda, a pasar a ser el villano.
¿El silencio ha sido su estrategia? ¿Creyó que nada le pasaría?
Mi estrategia ha sido el respeto a la denunciante, la justicia, los jueces, la confianza ingenua al sistema desde la perspectiva de un juez de 30 años. Acudir en silencio, no de mártir, sino de silencio, creyendo en la objetividad y que se iba a hacer justicia, pero la mayor desazón ha sido encontrar lo contrario: una justicia injusta, la inaplicación grosera y la infracción brutal.
¿Cree aún en la justicia?
Quisiera seguir soñando y creyendo que aún hay gente objetiva con espíritu (...). Ahora vi el leviatán que constituyen algunos representantes del poder, que lo llevan a una desviación y un abuso del poder que nos tienen postrados en este tipo de injusticias.
¿Usted le ayudó a ella a conseguir plazas en el Poder Judicial a cambio de favores sexuales?
No. Yo jamás podría aceptar que hubo negociación a cambio de favores laborales ni de otro tipo. La valoré como persona dentro de una relación y habiendo sido mi alumna de licenciatura y maestría, se le tomaron en cuenta esos beneficios, no dentro de la institución, donde su pasaje fue muy efímero, pero claro que se crean sentimientos.
”Yo no la llevé al Poder Judicial, no le insté a que fuera allí, el primer sorprendido en que ella llegara como auxiliar al Juzgado Contencioso fui yo. Luego reingresa como secretaria y después como letrada de una magistrada compañera, quien me da la noticia en un almuerzo. Para mí fue sorpresivo. En el ejercicio de su cargo, hubo periodos en que trabajó conmigo directamente, siempre hubo una relación cordial, jurídica, de respeto”.
¿Esta diciendo que ella buscó acercamientos hacia usted?
No hacia mí, hacia el Poder Judicial en las áreas donde yo estaba. Esto a mí me llamó la atención. Yo ni le llamé ni le insté, quien acudió al Poder Judicial, por iniciativa y con su derecho, fue ella. Lo que no desea uno es que alguna persona, a quien se le ha brindado la mano, o se le ha sido una persona con buenas intenciones y honesta, luego apuñale o meta la daga.
¿Se siente traicionado?
Yo me siento sorprendido, anonadado, todavía buscando un porqué y un para qué a todas estas acciones que no tienen explicación. Yo moriré preguntándome por qué pasó esto. Si lo que pretendía es daño, lo ha producido de manera inmisericorde y brutal. Mi vida en casi todas las facetas ha tenido un vuelco radical, la de mis hijos, mi esposa, mami y mis hermanos.
¿Su familia aún lo apoya?
En todo matrimonio siempre hay inconvenientes. Nunca hay una relación perfecta. Los efectos de un escándalo de este tipo, una infidelidad para con mi esposa, dada y publicitada a nivel nacional, para ella el daño es invaluable, es verse expuesta. El sufrimiento y las depresiones, la somatización de esas condiciones, que ahora presenta mi esposa, son mayúsculas. Es pulverizante. Respecto de mis hijos, mi definición es que son estoicos, muy dañados en el silencio, muy esquivos en el tema, ha habido oportunidades efímeras de reclamo. Lo más doloroso es verlos luchando por el padre en una inestabilidad a la que no estaban acostumbrados. Se les había dado una vida muy modesta, pero estable en estudios, en lo económico y ahora se les da un giro de 180 grados, donde no saben qué va a pasar con los estudios, con la casa y hablo de la vergüenza social que para ellos implica en sus medios. Están viviendo ser hijos de un leproso. Seguimos unidos y luchando como núcleo familiar.
Con su despido, ¿cómo han logrado acomodarse?
Tuvimos modificaciones de vida, ahorro pleno, austeridad absoluta, transformaciones de costumbres, bus por transporte, el trabajo común de todos y cada uno para el ingreso de lo que sea. Mi familia y yo no vamos a lograr nada postrándonos debajo de una mesa, llorando. Hay que luchar por las circunstancias y hacerle frente a la vida. Estamos dispuestos a hacer lo que sea necesario en protección y sobrevivencia de nuestra vida, y no son solo cuestiones legales, sino enfrentar la vida con los trabajos y generar el ingreso donde sea y como sea necesario, honestamente. Yo no tenía apellido de cuna, rimbombante, de conocidos políticos. No llegué de esa manera al Poder Judicial, ni tenía dinero, a hoy no tengo dinero. Si me jacto, moriré orgulloso con mi frente en alto y con mi conciencia tranquila de que nunca he faltado ni falté a mi deber de probidad como juez.Fui ingenuo metido en mis libros en mi academia en mi neutralidad de juez, he creído siempre en una justicia objetiva, de aplicación del derecho y no me imaginé que realmente pudiera existir un retorcimiento, una cosa tan demencial en la interpretación de las normas, la aplicación, la prueba y cómo afloran aspectos subjetivos de una serie de personas en el daño de los otros.
¿Considera que su destitución fue por venganza?
La denunciante aparece como una hoja casual y oportuna, que sopla en el viento y es aprovechada por algunos, no todos, con bajas pasiones, después de periodos de desencuentros, luchas que existen en el Poder Judicial y circunstancias personales hacia mí que no les permitieron, a algunos, dilucidar con la valentía que se requería y objetividad la verdad de los hechos y la justicia del caso y, en otros, un pequeño grupo, con la clara intención del daño y con una meta de unos pocos, de alcanzar la separación de mi cargo por diversas circunstancias que ellos sabrán. Es cierto que ha habido luchas, pero no es normal cuando se llega a la lesión, la amenaza, el chantaje, los juegos bajos del poder. Los mecanismos y fórmulas para el poder, encabezar comisiones, presidencias de las salas de la Corte, son patológicas dentro del sistema interno. Son luchas intestinas recrudecidas con personalidades enfermas.
¿Hubo oportunismo?
Hay razones que no logro descifrar de la denunciante y me producen los daños. Hay otro escenario en el Poder Judicial donde ahí hay circunstancias que se aprovechan por parte de un pequeño grupo para destrozar y presentar un informe totalmente alterado de la verdad, que se aprueba en Corte por una mayoría, no todos, y se atribuyen hechos falsos y sin ninguna prueba. Se aprovecha por ese grupo para apartar, separar y quitar del camino y para venganza o solemne sacada de clavo. El tercer fenómeno es el político, donde examinan con superficialidad, con prejuicio político, con una imagen de la prensa, escasa profundidad de los diputados que no tienen tiempo para esto y con cálculos más allá de lo jurídico. La Asamblea debió ser un tribunal justo y jurídico, pero fue un juicio político, subjetivo, parcializado, predispuesto y predeterminado.
Desde el 2008 hubo correos anónimos con amenazas.
Mi ingenuidad era tal que yo no los creí. Tengo la satisfacción de no haber hecho daño consciente a nadie. En esos correos hay una descripción, al detalle, de lo que iba a ocurrir. Creí que se trataba de un desequilibrado y sigo pensándolo, y logró sus objetivos. Me parecía tan absurdo, presenté denuncias que están estancadas y describen al pie de la letra todo lo que ha ocurrido: “Te vamos a destrozar en la Asamblea, en el Poder Judicial”. No los puedo desvincular de intrigas y pasiones internas, pero tampoco de casos complejos e importantes que yo haya resuelto de intereses mayúsculos de este país.
¿Qué casos?
La jurisdicción contenciosa-administrativa es de mucha relevancia porque es un pilar del control del poder público, es un freno a las arbitrariedades públicas. Es frecuente que se estén anulando reglamentos, directrices y frenando actuaciones. Esto toma relevancia con la nueva dinámica que se le imprime al Código Contencioso-Administrativo, donde tuve un papel con otros compañeros. Ahí se dan casos muy importantes como Crucitas, que provocó tensión con respecto de los pronunciamientos anteriores de la Sala Constitucional.
¿Aún reclama que no pudo defenderse en la Asamblea?
El Reglamento establece una audiencia y encima de eso se me convoca para que me defienda ante el plenario. Las circunstancias de incapacidad total me imposibilitaron acudir y pasaron por encima de ello, atropellaron el derecho de defensa y resolvieron con premura. El tema no era sancionar, sino quitarle la pensión a ese señor. Eso es desviación y exceso de poder porque la finalidad de la conducta pública no era examinar si la falta ameritaba sanción, sino cercenarle un derecho de 30 años. Se mancillaron elementales derechos.
¿Irá a la CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos)?
Seguiremos luchando en todos los mecanismos legales posibles. Moriré afirmando y gritando de mi inocencia. Así procuraré luchar en todos los medios necesarios por hacer justicia a nivel nacional y, sin duda, acudiré a los mecanismos internacionales.
¿Volvería al Poder Judicial?
Volvería a transformar cosas que están mal y que ahora visualizo claramente y me arrepiento de no haber visto antes. He amado la judicatura siempre y moriría siendo magistrado, volvería a serlo.
¿Su lección aprendida?
Todo es efímero, nada es seguro. Ni en las mejores circunstancias podemos afirmar que somos plenamente poseedores de lo que tenemos: la vida, el cargo, los bienes, nada. Una segunda es ver en forma descarnada y, de frente, la calavera real de la humanidad.
Sea juez de sus propios hechos, ¿cuál sería su sentencia?
En el seno de mi soledad, aunque suene cursi, en el insomnio de mis noches, me he preguntado cómo resolvería yo mi caso. Voy a responder de alma, corazón, pero, ante todo, de razón a quien ha impartido justicia de la buena por 30 años. El caso, sin duda, lo declararía con lugar. Existen tal cantidad de anomalías que es difícil comprenderlas para quien no conoce del caso. No dudaría en anular todo lo actuado y dispuesto. Se lo digo como juez y no como Óscar González. El veredicto es favorable al demandante.