Un análisis de ADN confirmó que los restos óseos encontrados en las cercanías del río Virilla en junio pasado pertenecen a Christopher Alonso Murillo Vásquez, un joven reportado como desaparecido desde hace cuatro meses, cuando salió con sus amigos a un bar en Santa Ana, San José y no se supo más de él.
La noticia fue confirmada por sus padres, Óscar Murillo y Sandra Vásquez, quienes agregaron que desde el 16 de agosto tenían un 50% de probabilidades de que se tratara de su hijo, pues apareció la billetera con todos los documentos junto a los huesos.
No obstante, fue hasta el jueves 29 de setiembre que los agentes del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) les ratificaron la sospecha del hallazgo. “En agosto un agente del OIJ vino a hablar con mi esposa y conmigo, él nos explicó que en el cuerpo que encontraron en el río estaba la billetera de mi hijo, su cédula, sus tarjetas y todo; y ya ayer nos confirmaron que sí es él”, indicó Murillo.
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El OIJ precisó que la osamenta apareció en junio pasado debajo del puente que comunica Lindora Santa Ana con Belén. Actualmente el caso se mantiene en investigación para esclarecer la forma en que murió el joven.
“Gracias a Dios ya logramos encontrarlo, fueron muchos meses de angustia y eso nos da más tranquilidad y paz. Le vamos a dar cristiana sepultura, la idea es mañana (sábado) traer el cuerpo para velarlo a partir de las 4 de la tarde y enterrarlo el domingo en la mañana acá en San Rafael de Alajuela donde él vivía”, expresó su padre.
Precisamente, el pasado 8 de junio, los progenitores aseguraron a La Nación que estaban a la espera de los resultados de una prueba de ADN por el hallazgo de un cuerpo que encontraron los agentes judiciales.
El caso
Christopher desapareció el 7 de mayo pasado, luego de que le dijera a su mamá que iría a Alajuela con unos compañeros de trabajo; de último momento, decidieron ir a Santa Ana. En apariencia, viajó desde la provincia alajuelense hasta el recinto en un taxi que pagó uno de sus compañeros.
“Estando ahí llegaron otros amigos de él, uno de la Guácima y otro de acá, de San Rafael de Alajuela, donde nosotros vivimos. Christopher se iba a devolver con él, pero como no andaba carro le dijo que no podía. Entonces, ya después de eso a mi hijo se le descargó el teléfono y no supimos más”, dijo su madre Sandra Vásquez.
Sus padres fueron hasta el local capitalino y tras una revisión de cámaras, lograron observar cómo Murillo salía de una licorera caminando con normalidad. Sin embargo, en un segundo vídeo, si se observa a su hijo en mal estado.
“Ese bar queda en un centro comercial con varios locales. Nosotros intentamos pedir que nos mostraran la cámara de la entrada y nos dijeron que no. En la entrada hay cuatro cámaras que pudieron grabar perfectamente qué pasó con él, porque se ve donde sale del bar, pero no hacia dónde va”.
El último registro que tuvo la familia fue un mensaje de texto que le envió el joven a un amigo, donde presuntamente le decía que se sentía mal y que lo recogiera en el lugar. Después de eso, a Murillo se le descargó el celular por lo que no pudieron contactarse con él.
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Ante la incertidumbre del paradero del joven, los padres imprimieron fotografías de su hijo y las colocaron en su puesto de flores en San Rafael de Alajuela y en los alrededores para dar con el paradero del muchacho.
Antes de encontrar sus restos, la familia pidió ayuda en redes sociales y medios de comunicación por el poco apoyo que en su criterio les brindaron las autoridades judiciales en la investigación de la desaparición de Christopher Murillo.
“Mi esposo llama y solo le dicen que las cámaras no están, que se perdieron. La persona que lleva el caso nos dijo que, a los ocho días de la desaparición, ya todo se había borrado y que la persona encargada no tenía ninguna información, es muy extraño; a veces llamamos y ni siquiera nos atienden o solo nos dicen que están en reunión y no pueden contestar”, comentó en julio pasado su madre en entrevista con La Nación.
‘Muy estudioso y trabajador’
Sus familiares lo recuerdan como un muchacho luchador y esforzado que comenzó a trabajar desde los 11 o 12 años, le ayudaba a su tía en el mercado y a su abuelo en una recicladora. Su madre afirmó que al joven de 26 años no le gustaba este oficio, por lo que se enfocó mucho en los estudios para no dedicarse a eso.
Además, estaba estudiando un técnico en contabilidad porque soñaba con convertirse en un profesional en esa área. Su esfuerzo era tan grande que, según sus familiares, trabajaba para poder pagarse sus estudios porque no quería pedir una beca.
Murillo laboraba en una empresa de electrodomésticos en San Rafael de Alajuela, que se encarga de distribuir los aparatos a los diferentes almacenes con los que cuentan. Sus progenitores lo describieron como un muchacho casero, que no acostumbraba salir o ir a fiestas.