Marta tenía apenas 28 años cuando creyó encontrar al amor de su vida. Era un hombre que se portaba atento, caballeroso, “poco” celoso y amoroso.
Lo bien que se llevaban hizo que, en menos de un año, decidieran vivir juntos y formar familia. Sin embargo, en el primer mes de convivir, las cosas comenzaron a distorsionarse un poco.
Si bien aquel hombre se mostraba siempre bueno ante los demás, con ella había perdido el buen trato. “Él decía que me amaba pero que yo lo hacía enojar. Le preguntaba que porqué, pero no me decía nada: solo me pedía que me callara, que lo dejara solo. Comenzó por levantarme la voz y luego, la mano”, recordó.
Marta, cuyo nombre fue cambiado para este artículo, relató que vivió cerca de seis meses entre agresiones, poco amor y ahora muchos celos. “Siempre quería estar pegado a mí, como que quería saber qué hacía yo las veinticuatro horas del día. Yo me quería hacer creer que era algo bonito, pero en el fondo sabía que no estaba bien. Aún así, ignoraba esa voz interna”, dijo.
Era tal la obsesión que tenía su novio que, según mencionó, un día ella decidió salir con unos amigos y él se enojó “muchísimo”. El resto es historia ya:
“Regresé a la casa, feliz porque tenía ratillo de no salir con ellos, éramos tanto hombres como mujeres. Entonces, cuando regresé, quería contarle a él lo que había pasado, pero lo que me recibió fue un golpe en la cara. Fue tan duro, que caí en el piso y él se vino sobre mí.
“Recuerdo que él tenía sus manos muy frías y las puso en mi cuello. Yo le pedía que ya no lo hiciera más, por favor, y parecía que él escuchaba lo contrario y más me apretaba. Lo que le puedo decir es que él se convirtió en un diablo que necesitaba asesinarme para estar bien”.
Según ella dice, estar viva es un milagro y por eso siempre estará agradecida con un vecino que la socorrió al escuchar la gresca en su casa, en Heredia.
Sin embargo, es una situación que indudablemente la marcó y que hasta le impide desarrollar con tranquilidad su vida social y amorosa. “Esto es un parte aguas en la vida de cualquiera. Fue ver a quien yo amaba hacerme el peor daño que se le pueda hacer alguien: tratar de quitarle la vida”.
Tentativa de feminicidio: un delito muy dado, pero poco hablado
La violencia contra la mujer es un asunto que acapara la prensa, pero generalmente lo hace cuando se es testigo de su máxima expresión: el feminicidio y no así de cuando se trata de una tentativa, el cual es un delito muy dado, pero del que poco se habla.
El informe más actualizado que aborda el comportamiento de ese ilícito y que fue elaborado por la Secretaría Técnica de Género del Poder Judicial en el 2019, da las siguientes estadísticas:
Del 2010 a junio del 2018, las autoridades recibieron 619 tentativas de feminicidio. Un dato que preocupa a las autoridades debido a que, por ejemplo, en ese mismo periodo se dieron 87 feminicidios.
“Los datos reflejados dan cuenta de la magnitud y la gravedad de la situación planteada, en donde se nota que las tentativas superan casi doce veces los feminicidios ocurridos en ese periodo”, señala el documento.
Se intentó obtener los datos del 2019, pero no fue posible.
Sobre esto, Jeannette Arias Meza, jefa de la Secretaría Técnica de Género, explicó que estas cifras reflejan el problema de violencia de género que existe actualmente y lamentó que, de repente, sean invisibilizadas.
“Generalmente nos perdemos en cifras que hablan sobre cómo se consume la mayor violencia, que son los feminicidios. Se invisibilizan las situaciones que son iguales, que tienen implícita la misma violencia, pero que los agresores no pueden consumar la acción por razones externas a ellos.
“En estos casos, el agresor busca la muerte de la mujer, pero no lo logra. No es una violencia menor. Es igual de grave que un feminicidio. De hecho hay casos en los que las mujeres han sido enterradas vivas, creyendo que estaban muertas”, apuntó Arias.
Y, una vez que llegan al área judicial, ¿qué ocurre con esos casos? Para hacer el informe, se tomó una muestra de 77 expedientes tramitados entre el 2015 y setiembre del 2019.
36 de ellos estaban acusados y cinco fueron sentenciados. Otros diez terminaron con un sobreseimiento, mientras que cuatro fueron desestimados y 15 estaban aún en trámite.
El resto están entre archivo fiscal, ausentes o el delito fue recalificado.
Eso sí, debido a que la tentativa de feminicidio consiste en una clara amenaza de muerte para las víctimas, las autoridades se encargan de dar acompañamiento psicológico, así como coordinar para ponerlas en un lugar seguro.
Arias, quien fue fiscal durante 15 años, detalló que la Oficina de Atención a la Víctima del Ministerio Público tiene varios programas de acompañamiento a la víctima.
“En paralelo, como el riesgo de muerte sigue latente, hay que ayudarlas y protegerlas, para eso se coordina con el Instituto Nacional de la Mujer (Inamu)”, mencionó.
Comportamiento de la tentativa de feminicidio
Un estudio hecho por la Secretaría Técnica de Género del Poder Judicial da detalles tanto de las denuncias, como de las víctimas de este delito
FUENTE: SECRETARÍA TÉCNICA DE GÉNERO DEL PODER JUDICIAL || INFOGRAFÍA/ LA NACIÓN.
¿Quiénes son las víctimas?
Precisamente, en ese documento del 2019 realizado por la funcionaria Xinia Fernández y que nació a raíz de la preocupación de no tener mayores datos sobre este ilícito, se hace un análisis sobre quiénes fueron las víctimas de tentativa de feminicidio.
La muestra, como se mencionó anteriormente, fue de 77 denuncias, cuyos expedientes tienen información poco clara o no está del todo.
Por edad, sobresale que 33 de ellas tenían entre 25 y 40 años. Además, 30 estaban solteras.
Principalmente, se trata de amas de casa. Pero también hay mujeres que fungían como empleadas domésticas, vendedoras ambulantes, manicurista, cocinera, cajera, dependiente.
Lo anterior va muy de la mano con el tema educativo. Tras la revisión de los expedientes, solo una de las 77 víctimas tenía universidad completa. De las que hay información, se señaló que tenían la primaria o secundaria incompleta, mientras que había una que apenas estudiaba.
Sobre la relación entre las mujeres y sus agresores, el informe precisó que, en la gran mayoría de los casos (59), la víctima convivía con el sujeto. De esa cifra, 47 tenían entre un mes y nueve años de vivir con el victimario.
Un total de 32 ofendidas tenían hijos en común con quien las maltrató, mientras que 22 o no tenían hijos del todo o no eran del agresor.
Violento vínculo
Ese informe de la Secretaría, también hace un apartado para mencionar que, en la mayoría de los casos, hay un “historial de violencias físicas, patrimoniales, sexuales y psicológicas infringidas por el acusado”.
Sin embargo, llamó la atención que, según lo indican, muy pocas víctimas denunciaron lo ocurrido de previo a la tentativa de feminicidio.
Lo que sí existió fueron solicitudes de medidas de protección. El documento señaló que siete de las ofendidas estaban bajo esta modalidad cuando fueron atacadas, lo cual también deja ver el irrespeto a estas órdenes judiciales.
Otras 30 mujeres hicieron la petitoria luego de la agresión que las tuvo al borde de la muerte.
Pero, y es un dato preocupante, en nueve casos las ofendidas no solicitaron ningún tipo de protección aún después de haber sido violentadas.
Sobre el arma usada para cometer el hecho, hay variedad. En 42 de esos expedientes se estipuló que el agresor utilizó arma blanca, como puñales, machetes, cuchillos de cocina o para pelar cocos.
Trece agresores usaron sus propias manos y/o mecates para intentar asfixiarlas, mientras que siete accionaron pistolas.
En otros hechos, los victimarios usaron martillos, frascos de vidrios y hasta su automóvil para intentar acabar con la vida de su pareja o expareja.
“En varios de los casos, el sujeto usó una combinación de armas o mecanismos para atacar a la víctima”, apunta el informe.
A raíz de esa agresión, las mujeres sufrieron todo tipo de heridas en sus cuerpos, lo cual les produjo incapacidades que, según establecen los expedientes, fueron desde un día hasta dos meses, con revaloraciones a los seis meses. También hay casos con tratamientos de un año a causa de las lesiones, concluyó el informe.
Sobre esto, Jeannette Arias, de la Secretaría, manifestó que los ciclos de violencia doméstica provocan consecuencias no solo a nivel físico, sino también consecuencias psicológicas “muy graves”.
“El temor, el vínculo de codependencia emocional y/o económica son factores que inciden en el comportamiento de las mujeres de continuar con aquella relación, pese a la violencia que existe. Y una violencia prolongada en el tiempo genera secuelas mayores a nivel mental”.