El dolor físico, en ocasiones, puede aliviarse con analgésicos. Sin embargo, para el dolor del alma no existe medicamento alguno.
Ese es el dolor que, desde el jueves 21 de setiembre del 2023, sufre Roxana Quirós, cuando le arrebataron la vida a su hija Yuliana Ureña. Un hombre, tras violarla en dos ocasiones, la asesinó y dejó su cuerpo en un lote baldío en Ciudad Quesada de San Carlos, Alajuela.
La joven de 19 años, regresaba de dejar un regalo de cumpleaños a una amiga que trabajaba en el centro comercial El Encuentro. Eran las 7 p. m., y solo le faltaban 700 metros para llegar al colegio nocturno donde estudiaba.
En el camino, su asesino la interceptó y, tras un forcejeo, la arrastró hacia una propiedad abandonada.
“Me dijo que la amiga de ella cumplía años y me pidió que le hiciera unos girasoles eternos, porque yo hago manualidades”, recordó la madre de la joven. Al principio, doña Roxana no estaba convencida de hacer el obsequio, ya que estaba atrasada con otros encargos. Sin embargo, por complacer a su hija, accedió con la condición de que Yuliana cortara las partes de las flores.
Esa preocupación por regalarle algo a su amiga era una muestra del tipo de persona incondicional que era.
Aquel jueves, la muchacha debía entrar a clases a las 7 p. m., pero como no tuvo su primera lección, decidió ingresar más tarde. Su padrastro le avisó que no podría llevarla al colegio, pues tenía que recoger unas firmas del trabajo.
Yuliana le dijo que no se preocupara y que, después de entregar el regalo, se iría directamente al centro educativo. La familia estuvo de acuerdo pues consideraron que iba a viajar por una ruta concurrida. Empero, en ese corto viaje ocurrió la tragedia.
Desesperante búsqueda y doloroso descubrimiento
A las 10:15 p. m., cuando el bus solía dejar a la joven cerca de su casa, doña Roxana empezó a preocuparse. Yuliana siempre le avisaba cuando bajaba del bus, ya que este la dejaba a 400 metros de su hogar. En ese camino había una propiedad solitaria que inquietaba tanto a la madre como a la hija.
Al no recibir noticias de su hija, Roxana le envió un mensaje pero no obtuvo respuesta. Intentó llamarla, pero tampoco contestó. A las 10:30 p. m. pasó el último bus, y en ese momento, el miedo y la incertidumbre comenzaron a invadirla. Temiendo lo peor, junto a su esposo, salió a buscarla.
Se dirigieron a la parada de bus donde la joven debía bajarse, pero las personas que estaban ahí aseguraron que nadie descendió del transporte público. Decidieron entonces ir al colegio de Yuliana.
En el camino, se detuvieron en el hospital local para preguntar si alguna muchacha ingresó recientemente, pero no había noticias de ella.
“Yo la llamaba y no había forma de que me contestara. Para que a esa hora, 10:45 p. m., Yuli no me contestara, algo le había pasado. Uno como padre sabe lo que tiene”, relató doña Roxana.
Cuando llegaron al centro educativo, el guarda les confirmó que no había visto a Yuliana ese día. Con un vacío en el estómago y presintiendo lo peor, la pareja se dirigió a la delegación policial.
Al llegar, tras exponer lo ocurrido, el oficial respondió, según recuerda la madre: “Mínimo se fue a tomar con los amigos y se le fue el rato”.
“Sentí una ira tan grande, una impotencia. Me volteé y le golpeé el mostrador. Le pregunté si tenía hijos y él bajó la cabeza. Le volví a golpear la mesa y, cuando me dijo que sí, le pregunté si conocía a sus hijos. Le dije: ‘si yo estoy aquí pidiendo ayuda es porque sé lo que tengo como hija y sé que algo le pasó porque ella no me haría esto’”, rememoró con indignación.
El oficial le recomendó regresar a casa, asegurando que probablemente encontraría a Yuliana ahí. No fue así.
“Yo sabía que no se iría a ningún lado sin avisarme, pero aún tenía la esperanza de que estuviera en casa”, mencionó doña Roxana.
Cuando llegaron a la vivienda, su madre se asomó. “¿Ya llegó?”, preguntó doña Roxana, y su madre, cabizbaja, negó con la cabeza.
“Empecé a gritar. Sabía que algo le había pasado, que ella ya no estaba. Le dije a mi esposo: ‘mi chiquita ya no está’”, añadió, con el sufrimiento aún presente.
Consciente de lo que su corazón le dictaba, doña Roxana le pidió a su esposo que no le diera calmantes. Ella quería enfrentar todo el dolor que acompañaría la búsqueda de su hija.
“A las 2 a. m. llamé al OIJ (Organismo de Investigación Judicial) para denunciar su desaparición. La mujer que me atendió me dijo lo mismo que el oficial, pero me solicitó el número de Yuliana y me pidió que fuera a la oficina. Su intención era llamarla mientras yo me dirigía allá”, contó.
“Le di su número y cuando llegué, la muchacha me dijo que Yuli le había contestado el teléfono”, recordó con indignación.
Incluso le pidieron que mostrara un audio para comparar las voces. Tras escucharlo, la funcionaria aseguró que era Yuliana quien respondió el teléfono y dijo “aló, aló”, para luego cortar.
A pesar de esta confusa respuesta, doña Roxana decidió seguir adelante con la denuncia.
La mañana del 22 de setiembre fue dedicada a la recolección de videos de cámaras de seguridad cercanas. En uno de los videos, recordó doña Roxana, se ve a Yuliana cuando ella y su esposo la dejaron en el centro comercial. Incluso, se aprecia cuando se regresó para recibir la bendición de su mamá.
A las 11:30 a. m., agentes del OIJ llegaron a la casa de la familia y de sus vecinos para recabar información. Cuando doña Roxana les mostró los videos que recopiló, los oficiales le reprocharon y le dijeron que estaba “entorpeciendo” la investigación.
“Les dije: ‘¿Ustedes piensan que yo me voy a quedar aquí sentada, esperando hasta que ustedes vayan a averiguar? No señor, porque yo estoy en búsqueda de mi hija y si ustedes no se mueven, yo sí me voy a mover, porque mi hija, esté como esté, tiene que aparecer“’, recordó.
Una búsqueda en soledad
Ya de noche, el esposo de doña Roxana, ella misma y su hija mayor se dividieron para buscar más videos e información. Llegaron a una venta de pollos, donde el dueño, un hombre creyente y acercado a Dios, la animó y le dijo que Yuliana aparecería.
El hombre le aseguró que el corazón de madre no se equivoca. En ese momento, ella rompió en llanto y expresó que su desesperación surgía de esa certeza, pues, en su corazón, que latió al ritmo del de su hija durante nueve meses, sabía que Yuliana ya no estaba con vida. “Le dije que aunque mi hija ya no estaba, merecía una santa sepultura”, recordó.
Después de esta conversación con el comerciante, doña Roxana tomó su celular para llamar a su esposo, pero una notificación de Facebook captó su atención. Era un reportero local en una transmisión en vivo titulada: “Fue encontrada la joven Yuliana Ureña Quirós”.
En ese instante, ella dejó la transmisión, sin creer que se tratara de su hija. Intentó llamar a su esposo, a su hija y al resto de familiares que participaban en la búsqueda, pero ninguno respondió.
“El dueño de la venta me tomó de la mano, me dijo que Dios me estaba preparando para esto y que deseaba que Dios me diera la sabiduría y el entendimiento para lo que viniera. Empecé a llorar y mi hija mayor llegó”, recordó.
Instantes después, doña Roxana le pidió a su hija que le dijera, por favor, que no era cierto. “Me dijo que no podía, que Yuli nos había dejado”, relató.
Desde ese momento, la señora asegura que no recuerda muchas cosas. Cuando llegó al lote baldío donde se encontró el cuerpo de Yuliana, semidesnudo y cubierto con bolsas de basura, una funcionaria judicial se le acercó para pedirle que alguien cercano a la joven viera una foto, para confirmar si se trataba de ella.
“Me dijo que era un tatuaje. Le respondí: ‘Si está del lado derecho y dice David, con una rosa, es ella’. La funcionaria bajó la mirada y, en ese momento, todo se me detuvo, todo se derrumbó. Lo único que tenía en la cabeza era: ¿Y ahora su bachillerato? ¿Y ahora su universidad? ¿Dónde quedará eso? Solo era un sueño”, comentó la mujer entre lágrimas.
El último año fue para doña Roxana el más difícil de su vida, pues tuvo que aprender a vivir sin su hija.
“Era una chiquita sumamente alegre. Siempre tenía una sonrisa, a pesar de los problemas. Soñadora, extrovertida, ocurrente. Aunque a sus 19 años se comportaba con madurez, seguía siendo una chineada”, expresó con pesar.
Recuerda con cariño cómo su hija la abrazaba y, entre bromas, le decía que olía a palomitas. Su amor por su familia era infinito, especialmente por su sobrinita a quien cuidaba durante el día. “Amaba a su sobrina, soñaba con verla caminar y compartir con ella sus primeros pasos y palabras”, reveló.
Como madre, doña Roxana intentó apoyar todos los sueños de la joven. Para que Yuliana pudiera ingresar a una banda de baile folklórico, organizó rifas y ventas de comida. Con el dinero recaudado, compraban los trajes y el maquillaje necesarios para cada presentación.
“Una vez me dijo que pensaba salir del baile para que yo no tuviera que gastar dinero, pero yo le dije que ella iba a cumplir su sueño como fuera. Cuando llegó con su traje, me abrazó y me agradeció por ayudarla a cumplir ese sueño”, recordó.
Doña Roxana comentó que, para el 2024, además de su graduación, Yuliana soñaba con comenzar su formación para convertirse en policía. Con este trabajo, quería financiar sus estudios de Biología Marina.
“A nosotros nos la arrancaron, pero a ella le arrancaron sus sueños, sus metas”, agregó.
Su alegría era contagiosa y, si alguien estaba pasando por un mal momento, ella se esforzaba por hacer sentir mejor a esa persona. “Cuando yo estaba triste, me ponía música y me hacía una serenata. Siempre se ponía a payasear”, recordó. “Eso es lo más duro, aprender a vivir sin eso. Ver que sus compañeras ya publicaron las fotos con su birrete, porque van a graduarse. Pasar por el colegio y saber que ella ya no está ahí”, expresó.
Entrega a Dios
Después de que el cuerpo de Yuliana fue encontrado en el lote baldío, doña Roxana organizó una vigilia. Al llegar al lugar donde apareció el cuerpo, tuvo una conversación íntima con Dios.
“Se la entregué a Dios. Le dije: ‘Dios mío, me la quitaron. Me enseñaste a ser mamá, a ser mujer, a hacer todo por ella. Ahora, enséñame a vivir sin ella’. Sí le soy sincera, hasta ahora puedo hablar un poquito más de Dios”, aseguró.
Durante meses, la señora cuestionó a Dios. Le preguntaba dónde estuvo cuando su hija era asesinada y por qué no envió a alguien para defenderla. Se enteró que varias personas vieron cuando el hombre forcejeó con Yuliana para arrastrarla al lote baldío. Además, supo que en ese momento pasó un autobús por el lugar, y, lo más doloroso para ella, es que nadie intervino para ayudar a la joven.
A pesar del dolor y la angustia, doña Roxana afirmó que recibió apoyo psicológico del Instituto Nacional de la Mujer (Inamu), lo cual le ayudó a sobrellevar de manera un poco más llevadera la difícil situación.
‘Sacarlo de la calle’
Como sospechoso de violar y asesinar a Yuliana Ureña, permanece en prisión preventiva un hombre de apellidos Acuña Sandoval, de 39 años al momento de los hechos. El sujeto fue detenido pocos días después del crimen.
Acuña, quien estuvo anteriormente en prisión por delitos sexuales, fue identificado como el violador y asesino de Yuliana gracias al material genético encontrado en el cuerpo de la joven.
“En la detención, a él se le encuentran lesiones o rasguños en su cuerpo que son compatibles con arañazos, del mecanismo de defensa que realizó Yuliana. Cuando se revisan las uñitas de Yuliana, se encuentra material genético del imputado, lo que lo ubica físicamente con ella, no solo en los actos sexuales, sino también momentos antes de su muerte. Sobre todo porque el deceso ocurre luego de que los delitos sexuales se cometen”, detalló en entrevista Alfonso Ruiz, abogado de la familia de la víctima.
El 4 de setiembre pasado, durante la audiencia preliminar, se ordenó la apertura del juicio contra el sospechoso. En este proceso, cuya fecha aún no fue establecida, el hombre también enfrenta acusaciones por cinco violaciones adicionales cometidas contra una menor de edad en Alajuela, semanas antes del femicidio.
Al momento de asesinar a Yuliana, el hombre huía de la justicia por esos crímenes.
Precisamente, por estos antecedentes, es que la madre de Yuliana espera que se logre encerrar para siempre a Acuña en prisión. “Lo que quiero es sacarlo de la calle y tener la certeza de que no le va a hacer lo que nos hizo a nadie más. El riesgo con personas como esa está latente. Lo que quisiera es quitar a todos esos asquerosos de la sociedad”, aseguró.
“Mi miedo era que, si terminaba la prisión preventiva, él saliera a hacer más daños. Ya se sabe que no va a hacer más daños. Ahora esperamos que la condena sea la que debe ser, que no sea corta, porque él no merece estar en libertad”, concluyó Quirós.
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