Las inundaciones ocurridas en el distrito de Filadelfia, en Carrillo, causaron estragos en la humilde casa de don Eduardo Chavarría, pero no lograron aplacar la sonrisa ni el espíritu de lucha con que este guanacasteco ahora intenta recuperarse de la adversidad.
Con 68 años y conocido cariñosamente como Milagrito, Chavarría contó este lunes a La Nación que la corriente se llevó las paredes de fibrolit y una cerca perimetral que había logrado construir el año pasado con unos ahorros que tenía cuando se pensionó.
“Usted viene a mi casa y ve todo en el patio: colchones, camas, zinc; todo se me fue. Las paredes están quebradas, todito quedó desbaratado. Invertí ocho millones para poner una malla al frente de mi casa y también se me fue todita”, aseveró.
Milagrito relató que el nivel del agua alcanzó 1,80 metros durante la peor parte de la crecida, pero que se negó a abandonar el hogar para proteger del hampa lo poco que le quedaba. “Rompí un tapichel y me metí a dormir en el techo”, comentó con tranquilidad.
Aún así, el viernes pasado un hijo suyo logró sacarlo de la casa para ponerlo a salvo, al menos durante el momento más apremiante de la emergencia, según reportó Telenoticias.
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Una vez que pasó la inundación, don Eduardo ha dedicado los últimos días a limpiar y destapar las alcantarillas cercanas a su casa, decidido a prevenir que una tragedia similar vuelva a suceder. Él menciona que su filosofía de vida es “no darse el lujo de afligirse”.
‘Nada para atrás, solo para adelante’
La casa de don Eduardo Chavarría fue una de las 300 que resultaron anegadas durante el temporal que azotó a la provincia de Guanacaste durante 13 días.
Durante la emergencia, las inundaciones también afectaron comunidades de otros cantones como Cañas y Santa Cruz, dejando pérdidas incalculables en cultivos, ganadería, casas, calles, puentes y alcantarillas, así como el turismo y el aeropuerto de Liberia totalmente paralizados.
Para Chavarría no hay tiempo para lamentarse por lo ocurrido. “Eso para mí no existe. Yo le dije a la mujer que nada para atrás, solo para adelante. Le digo: ‘No se agüeve, si no nos ayudan, aunque sea con fe, comemos arroz y frijoles’”, comentó.
A pesar de haber perdido sus pertenencias, ya Milagrito piensa en sus próximos pasos. Apenas mejoren las condiciones del tiempo, buscará sus herramientas para “ir a volar machete”, un oficio que domina a la perfección tras décadas de trabajo en el campo.
“A mí no me gusta estar sentado. Yo soy hombre de ánimo. Si nos ayudan con algo, bendiciones; y si no hay nada, pues también. Aquí estamos comiendo”, exclamó.