“No fue un estado en el que yo estuviera bien, yo no quise que pasara algo así”.
Así relata los momentos que vivía Grettel Quesada Hernández, cuando falleció su bebé de 47 días de nacida y por cuya muerte purga – desde el 2000–, 20 años en la cárcel de El Buen Pastor, en Desamparados, San José.
Y agrega: “Yo me culpo, y yo más que nadie no me puedo perdonar lo que pasó, pero Dios sabe que nunca fue mi intención, Dios sabe que nunca les haría un daño a mis hijos, Dios sabe que yo rodé y sufrí, pero con ellos siempre a la par mía”.
El caso de esta mujer llegó el lunes a la Corte Plena, la cual acogió un informe rendido por la magistrada de la Sala Tercera Doris Arias, en el que se recomendó al Consejo de Gobierno no otorgar el indulto a Quesada,
La solicitud del perdón la formuló en el 2011 la directora de la Defensa Pública, Marta Iris Muñoz, quien consideró que en el juicio no se tomó en cuenta que Quesada había sufrido de depresión posparto.
Ante la petición, el Consejo de Gobierno solicitó el criterio técnico de la Corte.
¿Por qué le diría al Gobierno que usted merece ese perdón?, le consultó La Nación ayer, durante una entrevista .
“Ninguna sentencia quita lo que uno ha hecho; yo pienso que mi sentencia y mi dolor se llevan por dentro”, respondió.
El homicidio de la menor, por el que se condenó a Quesada a 20 años de cárcel, ocurrió el 25 de agosto de 1998. La bebé llegó al Hospital de Grecia ya fallecida, con señales de golpes en el tórax y el dorso. Los análisis mostraron que la niña era víctima de agresiones.
Pérdida. En 1998, con 21 años de edad y dos hijos pequeños, Quesada iba a ser madre de gemelas, pero ella no lo desconocía.
“Yo convivía con un señor que no me dejaba salir, por lo que no tenía control del embarazo. Luego fui a vivir con mi mamá y fui a control. La doctora me dijo que tenía mucho estómago, que seguro yo le mentía con las fechas. Cuando me va diciendo que eran dos bebés, y que una estaba viva y otra muerta.
”No me dijeron por qué murió, ni cuánto tenía de muerta. Entonces siempre cargué con eso”, contó esta mujer.
Desde Grecia, localidad en la que residía, la remitieron al Hospital Calderón Guardia, en San José, donde la operaron. Luego, según dijo, sus días fueron tristes.
“Desde que llegué a mi casa, aún en cuarentena, me fui a la tumba de mi otra hija. Yo tenía la necesidad de estar con ella, porque para mí ella estaba sola. Fui y me vine, pero sentía como un hueco, pasaba llorando. Intenté ahorcarme una vez, pero no pude. No sé ni qué sentía; era el dolor de mi bebé muerta que ni siquiera pude ver”, contó.
Quesada aseguró que desde pequeña ya sufría depresiones por haber sido víctima de abuso sexual por parte de familiares y extraños. No obstante, alegó que nunca recibió atención psicológica, y tampoco fue valorada durante el juicio.
“Yo me di cuenta de que existía la depresión posparto hasta que me atendió la psicóloga aquí (en la cárcel). Ella fue la única que me preguntó que cómo me sentía”, aseveró Quesada.
Precisamente, en un informe de la sección de Psicología de la cárcel se señaló que Quesada aseguró “estar arrepentida y que su intención no era hacer daño a su bebé, sino que quería callarla”. Así también se detalló en el estudio hecho por la magistrada Arias.
Buscada. En mayo del 2011, Quesada logró el beneficio de ser trasladada a un centro de atención semiinstitucional de mujeres, según informó Marielos Chaves, directora de la cárcel El Buen Pastor.
Ahí asistía dos noches a la semana y durante el día trabajaba.
No obstante, en diciembre de ese año se reportó que ella había quebrantado las medidas, y empezó a ser buscada por la Policía. Fue detenida en octubre del 2012 y desde entonces, regresó a la cárcel.
Ella alegó que nunca quiso ser fugitiva, sino que perdió su empleo y que no se le dieron opciones. Además, dijo que luego se entregó.
Ahora, Quesada piensa en una nueva oportunidad para salir libre. Aseguró que solo quiere una “vida honrada y tranquila” y saber que sus hijos mayores están bien.