Dos opulentas bandas narco, que vivían en medio de lujos, fueron desarticuladas en abril y mayo de este 2021, luego de extensas investigaciones que permitieron identificar a sus integrantes.
Estas dos organizaciones son apenas los registros más recientes de una incalculable lista de grupos que prosperan gracias al ilícito negocio. Ninguna de las generaciones actuales tiene memoria de una Costa Rica libre de conflictos por drogas.
Sin embargo, ¿desde cuándo existen registros de esta problemática? ¿Siempre se han utilizado los mismos estupefacientes? ¿Cómo se supo del trasiego de sustancias? ¿Qué datos históricos existen al respecto?
En el año del bicentenario, La Nación recopiló una serie de datos de la evolución del consumo y venta de narcóticos en Costa Rica, un fenómeno que se abordó luego del primer siglo de vida independiente, exactamente en 1929.
Para aquel año el consumo de heroína se hizo notorio entre artesanos, obreros, plebeyos y prostitutas, quienes obtenían la droga de comerciantes que, en ocasiones, se camuflaban entre limpiabotas, pregoneros de periódicos y vendedores ambulantes en el distrito Hospital, San José, pero también en negocios, donde sus dueños se dedicaban tanto a lo lícito como a lo ilícito.
Así lo destaca el historiador canadiense, Steven Palmer, quien abordó el tema en El consumo de heroína entre los artesanos de San José y el pánico moral de 1929, donde detalló que en ese momento se tenía registro de “11 expendedores (sin incluir comerciantes ambulantes) y de 200 a 300 consumidores”.
Entre el tipo de drogas utilizadas, Palmer menciona el opio, la morfina, la marihuana, la cocaína y la heroína, pero fue esta última la que generó un revuelo social, al punto que un cura salió de la iglesia La Merced y observó a dos jóvenes aspirando este narcótico.
Su consumo solía darse frente a teatros, en baños de salones de baile o billar, en cuartos de prostitutas, en restaurantes o en cafeterías. Un paquete con un peso de ¼ de gramo de heroína costaba ¢1, por lo que se consideraba una droga de lujo, tomando en cuenta que esa dosis tenía un precio significativo para un artesano, cuyo salario variaba entre los ¢3 y ¢4 diarios.
“El expendio y consumo de drogas se convirtió en un problema público”, menciona Palmer en su recopilación.
Iván Molina Jiménez, escritor e historiador costarricense, considera que el trabajo de su colega canadiense es el más importante que existe sobre el consumo de drogas a finales de la década de 1920 e inicios de la de 1930.
Para él, queda constatado que la movilización hecha por las autoridades en aquel momento generó una persecución contra artesanos y obreros, dejando al margen a los farmacéuticos, quienes fueron los que promovieron el consumo.
Precisamente, Palmer destaca que entre 1929 y 1933 hubo una campaña contra las drogas que generó en el primero de los años la detención de dos farmacéuticos, uno en Alajuela y otro en San José. Sin embargo, no hubo castigo alguno.
El primero pagó ¢120 de multa para evitar ir a la cárcel por 60 días, mientras que el segundo presentó una serie de argumentos que fueron acogidos y le permitieron librarse de una condena.
Regularmente, la decisión de enviar una persona a la cárcel se tomaba a partir de testimonios, muchas veces no confiables, que eran acogidos por la autoridad para imponer castigos.
Además, una de las estrategias empleadas por la Policía a finales de la década de 1920 fue la vigilancia extensa y continua de sospechosos, así como el uso de ganchos (personas que delataban a otros) para detener a los sospechosos de consumir heroína y venderla.
Palmer destaca como curiosidad que Ángel Concho Solera, un ebanista de 25 años, era uno de los soplones, pero a la vez uno de los principales expendedores de heroína, situación que resultaba irónica.
Entre 1929 y 1934 se condenó a 86 personas, algunos de ellos en más de una ocasión. De todos, un 71% eran artesanos y, además, solo uno era hijo de un acaudalado comerciante español, lo que denotaba una marcada diferencia entre las clases sociales de quienes terminaban tras las rejas.
Hasta 1930, cuando ya existía la Ley sobre Drogas Estupefacientes, no se logró procesar a ningún expendedor de droga, pero los consumidores cumplían en algunos casos hasta tres meses en prisión, donde se esperaba que se recuperaran de su adicción.
Una característica que precisa Palmer de los procesados es que 55 tenían menos de 25 años y 22 eran menores de edad. En esa época, la mayoría de edad se alcanzaba a los 21. Asimismo, casi todos eran solteros.
Cinco demandas del primer siglo de vida independiente
FUENTE: Libro Delito, poder y control en Costa Rica 1821– 2000 || INFOGRAFÍA / LA NACIÓN.
Llegada por costas
Por otra parte, Ana Ordóñez Sequeira asegura en el capítulo Drogas y el imaginario colectivo entre 1949 y 1973, del libro Delito, Poder y Control en Costa Rica 1821– 2000, que por ahí de 1949 medios de comunicación informaron que las drogas y los traficantes llegaban por las costas, desde donde se iniciaba su comercio a lo largo y ancho del país.
Un producto que tomó fuerza en aquel momento fue el opio, que según una reseña del Instituto Costarricense sobre Drogas (ICD) se obtenía de una “planta conocida como amapola o adormidera”, la cual contenía “alrededor de 40 alcaloides, siendo los principales la morfina, la codeína, tebaína, papaverina y noscapina (narcotina), entre otros”.
En noviembre de 1949, el opio se mezcló con el alcohol y se comenzó a consumir como un “elíxir paregórico”. Un reportaje reseña que esa situación obedeció al cierre que hizo el gobierno de algunas cantinas.
Su consumo se mantuvo al menos hasta 1953, cuando las noticias empezaron a dar cuenta del uso acelerado de la marihuana, que tuvo un aumento en su “tráfico, producción y consumo en la sociedad costarricense”.
“Las autoridades estaban convencidas, al igual que los medios de comunicación, de que en nuestro país trabajaba una gran organización que traficaba con marihuana, que iba de pueblo en pueblo a vender esta droga y que la rentabilidad era de miles de colones al mes (...).
“Puede concluir que la marihuana se convirtió en un negocio ilícito y de fuerte demanda y oferta en Costa Rica en 1953. El valor de cada cigarrillo de marihuana en ese momento era de ¢2,50”, precisa Ordóñez.
La autora también destaca que reportajes de medios de comunicación daban cuenta de que los detenidos expendían marihuana dentro de la Penitenciaría.
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Expansión del consumo de marihuana
Precisamente, el historiador Iván Molina destaca que después de 1950 el consumo de la marihuana, que está documentado desde finales del siglo XIX, tuvo una expansión, que siguió creciendo la siguiente década.
“Hacia 1960 la marihuana empieza pues a ser consumida en colegios privados y en la Universidad de Costa Rica (UCR)”, manifestó Molina.
Agregó que para 1968 se planteó por primera vez la posibilidad de legalizar el consumo de esta droga, tomando en cuenta que había un trato diferenciado según la clase social de quienes adquirían esta sustancia.
Para el historiador, a partir de la década de 1970 ya puede hablarse de consumo moderno de la marihuana.
“Inicialmente, la influencia de Estados Unidos era básicamente de ser un mercado de consumo, pero en el contexto de la lucha contra la revolución sandinista y las guerrillas lo que hicieron fue permitir o posibilitar, más bien, que lo que era un actividad de pequeña escala en Centroamérica se convirtiera en una actividad de gran escala, por lo que la región se convirtió en un puente estratégico para el envío de droga a Estados Unidos”, explicó Molina.
Para aquellos años, Ordóñez menciona la creación del Departamento de Narcóticos, supeditado al Ministerio de Seguridad, el cual se encargó de investigar e indagar a los sospechosos, así como de encontrar a delincuentes relacionados con drogas.
Sin embargo destaca que en 1973, cuando se sustituye el Código Sanitario por la Ley General de Salud, no se especifica la diferencia entre consumidor, traficante y productor de drogas, situación que complicaba definir su papel dentro de la cadena de esa problemática social que alcanzaba a los más jóvenes.
El surgimiento de la PCD
Casi 20 años después, en 1994, surge la Policía de Control de Drogas (PCD), del Ministerio de Seguridad Pública (MSP), que se ha dedicado al combate del narcotráfico y sus labores conexas.
Desde entonces, se han realizado 10.107 operaciones antidrogas, que para las autoridades han sido fundamentales en la sociedad costarricense.
Según datos de ese cuerpo, se han investigado y desarticulado en 27 años 1.823 organizaciones criminales, 1.452 que operaban localmente y 371 a las que se les vinculó con tráfico internacional de drogas.
En ese periodo se han incautado en diligencias varias 314 toneladas de cocaína, 80 toneladas de marihuana y 32.527 plantas de esa misma droga.
Además, se han decomisado también 499.169 dosis de crack, 216.082 de MDMA, 17.469 de LSD, 55.605 de ketamina y 780 kilos de heroína.