El hecho de que un 87% de la población penal haya tenido contacto con alguna sustancia psicoactiva, provoca que los narcotraficantes vean en las cárceles uno de los mejores sitios para colocar droga.
Eso queda demostrado al conocer que, tan solo en el 2016, movieron al menos ¢800 millones de droga en todo el sistema penitenciario.
El dato se desprende del último informe que hizo el Instituto Costarricense sobre Drogas (ICD) en relación a los decomisos de estupefacientes que se hicieron durante ese año en los centros penales.
El documento especifica que se dieron 3.305 incautaciones de marihuana, crack y cocaína. En detalle, las autoridades decomisaron 130 kilos, 38.000 piedras y 24 kilos, respectivamente.
Según estimaciones de la Dirección de Policía Penitenciaria, una punta de coca ronda los ¢5.000; un cigarillo de marihuana y una piedra valen, cada una, ¢1.000.
Entonces, las autoridades calculan que decomisaron ¢38 millones en crack; poco más de ¢261 millones en marihuana; y ¢498 millones en cocaína. En total, son casi ¢800 millones.
"Las cifras estimadas, según distintas drogas, evidencian el volumen de dinero transado en un periodo y que se dejó de percibir por las estructuras que operan a lo interno de los centros.
"Datos que no son despreciables y que ilustran de alguna forma que los cobros por deudas pueden ser desencadenantes de focos de violencia por grupos que quieren tomar el control del mercado ilegal en cada centro", indica el informe del ICD.
Según el texto, donde más se decomisa marihuana es en la cárcel de San Sebastián; el crack, en la prisión Vilma Curling Rivera (mujeres); y la cocaína, en La Reforma.
Esto, pese a que, en general, el Centro de Formación Juvenil Zurquí (para menores) presenta la tasa más alta de incautación por cada 100 privados de libertad.
Todo a favor del mercado ilícito. Como parte del análisis, el Instituto calificó a la droga como un "elemento preciado" dentro de la cárcel.
¿Por qué? Según indican, los privados de libertad consideran que los estupefacientes son una salida al aislamiento, al hacinamiento carcelario y a la frustración con la que tienen que lidiar dentro de los centros penales.
Dentro del informe se apunta que un 60% de los reclusos afirman que se drogan para "escapar de los problemas"; un 46% para calmar los nervios; y un 54% para sentirse bien.
"El no tener en qué ocupar su tiempo y estar sumergidos en un ambiente hacinado y hostil va produciendo en el privado de libertad una sensación de vacío, frustración y ansiedad, con el riesgo presente de caer en la drogadicción o, bien, acentuándola".
Entonces, el hecho de que haya tantos consumidores activos hacen que el mercado ilícito se vuelva cada vez más activo.
Lo anterior preocupa a las autoridades, sobre todo, porque el Ministerio de Justicia no tiene presupuesto destinado exclusivamente al tratamiento a adicciones de reclusos, confirmó Luis Mariano Barrantes, director de Adaptación Social.
De momento, solo la cárcel Calle Real, en Liberia, Guanacaste, tiene una comunidad terapéutica, con la cual se promueve la abstinencia en 42 presos.
El resto de prisiones se hace valer de grupos de autoayuda, como Narcóticos Anónimos o Alcohólicos Anónimos, que brindan charlas de forma gratuita.
Manos amarradas. El informe señaló: "El tráfico constituye además una estructura de poder en el centro. El grupo que controla la droga, controla el territorio donde tiene acción y la red que se genera alrededor de esa actividad".
El director de Adaptación Social aseguró que ellos, como autoridad, reconocen que hay un mercado "bastante activo de drogas", pero la falta de presupuesto limita las acciones para combatirlo.
De momento, solo pueden hacer la requisa establecida por el reglamento (una palpación superficial) a los visitantes de las cárceles y realizan requisas frecuentes en los diferentes módulos.
"La requisa básica con la que operamos no es suficiente para detectar ingreso de sustancias psicoactivas. De manera que, si la persona, como suele suceder, ingresa la sustancia en sus partes vaginales o anales, nos es difícil detectarlo.
"Nos vemos imposibilitados de hacer requisa profunda porque afectamos los derechos fundamentales de los visitantes", dijo.
De hecho, admitió, solo una cantidad muy baja es la que se logra incautar en ese momento. Y esto queda comprobado al observar que la mayoría de decomisos se hace a los reclusos; un porcentaje muy mínimo se hace a los visitantes.
"Cuando hay sospecha o recibimos informacion confidencial, recurrimos a la Unidad Canina o nos ponemos en contacto con la Fiscalía para hacer el operativo. Pero, si no es por una alerta, no logramos decomisarlo".
En cuanto a las requisas en los módulos, Barrantes aseguró que lo ideal sería hacerlas a diario; no obstantes, la limitada cantidad de recursos humanos, lo imposibilita.
Entonces, para poder combatir realmente esta situación, el director reconoció que lo ideal sería echar mano de la tecnología, pero el costo económico se vuelve imposible de pagar para el Ministerio.
"Deberíamos proveernos de tipos de escáner de carácter corporal, pero su costo es muy elevado y ninguna institución en el país lo posee. Sería como una máquina de "Rayos X". Por lo caro que es, vemos dificultades para contar con ese recurso", mencionó el director, quien dijo que desconocía el monto de ese equipo.
Mayoría de decomisos se hace a reos de entre 20 y 29 años
La mayoría de los decomisos de drogas se hacen a reos que tienen entre los 20 y los 29 años, según el informe de Instituto Costarricense sobre Drogas (ICD).
El 52% de las personas a las que se les quitó sustancias reportan estas edades, siendo la edad promedio de 29 años.
Lo que más preocupa al ICD es que esos datos reflejan que las personas que consumen están en su edad más productiva. "Esto debería de constituirse en un elementos a considerar en el establecimiento de políticas preventivas y de reinserción a actividades económicas lícitas y productivas que propicien el acceso rápido al mercado laboral", detalló.
Preocupación. En ese sentido Luis Mariano Barrantes, director de Adaptación Social, detalló que esos datos no los toma por sorpresa.
"La mayoría de la población penal tiene entre los 25 y los 34 años, entonces eso también se hace notar en cuanto al consumo de drogas", mencionó.
Sí dejó en claro que, por ello, es tan importante las iniciativas que se han tomado en el sentido de "distraer" a los reclusos con educación, artesanía y deporte.
"Si tenemos a los privados de libertad siempre ociosos provocamos que ellos quieran escapar de esa situación por medio de los estupefacientes", concluyó.
El informe apoya lo dicho por Barrantes: "Podría decirse que trabajar en la cárcel, aunque sea de gratis puede verse como un privilegio ya que se evita de alguna forma estar todo el día en los llamados pabellones".
Prisión de menores registra mayor tasa de incautación
El Centro de Formación Juvenil Zurquí, en San Luis de Santo Domingo de Heredia, es donde menos droga se incauta; sin embargo, es la que presenta la mayor tasa de decomisos por cada 100 privados de libertad, reveló el informe del Instituto Costarricense sobre Drogs (ICD).
Ese centro penal, que es exclusivo para jóvenes, tiene actualmente una población de XX reclusos, informó el Ministerio de Justicia y Paz.
El informe del ICD explicó que esa cárcel reportó, durante todo el 2016, 67 eventos. Al momento de la recolección de datos, la población era de 108 presos, lo que implica que se dan 62 incautaciones por cada 100 reos.
En segundo lugar está la cárcel de San Sebastián, la cual reportó 424 eventos y una tasa de 48.7 decomisos por cada 100 reclusos.
Luego, está La Reforma con una tasa de 36.4 y con un total de 1.040 casos reportados.
Mientras que los centros penitenciarios que poseen la menor tasa son el de Pérez Zeledón (14.2), el de San Carlos (11.7) y el de Liberia (11.2).
Los datos no son tomados a la ligera por Adaptación Social del Ministerio de Justicia.
Luis Mariano Barrantes, director, indicó que lo preocupante del caso es que la tasa más alta la tengo la cárcel para menores.
"Eso revela una problemática que tenemos que empezar a tratar de forma diferente, más especializada. Generalmente lo que más se consume es la marihuana", mencionó.
Detalló que la ubicación del centro (está rodeado de fincas) provoca que la mayoría de droga sea ingresada por lanzamiento.
"No quiero decir que es toda, porque hay mucha otra que entra por la visita y eso es preocupante porque generalmente quienes vienen son los papás", apuntó.
Estudio de mercado. Este informe también dejó ver que los reclusos de tres prisiones tienen preferencia por ciertas drogas.
En el caso de la cárcel de San Sebastián hay mayor disponibilidad de marihuana; en Vilma Curling Rivera, hay más crack; y, en La Reforma, hay más cocaína.
A esa conclusión se llega al observar la tasa de decomisos de esas tres sustancias.
Según el documento, la de San Sebastián tiene una tasa de 1.6 kilogramos de yerba por cada 100 privados de libertad; la Vilma Curling presentó una tasa de 1007.1 piedras; y, La Reforma, tuvo una tasa de 0.4 kilogramos de cocaína.
En este punto, Barrantes señaló que desconocía la información, aunque sí reconoce que esas tres drogas son las más apetecidas por todo el sistema penitenciario.