San Carlos. El reloj marcaba casi las dos de la tarde del lunes 5 de febrero cuando Flora Chavarría salió del centro comercial que tiene en Jocote de Cutris, a solo 7 kilómetros de la orilla costarricense del río San Juan, para dirigirse al pequeño restaurante que también es de su propiedad.
“De pronto sentí que tenía a alguien a mi espalda. Vuelvo a ver hacia atrás y descubro que era un hombre con un gran machete en la mano derecha. Sin decir palabra me lanzó varios machetazos para matarme y dos veces estuvo a centímetros de herirme en el cuello", relató Chavarría.
La mujer creyó que aquellos eran los últimos segundos de su vida, pero se llenó de valor y gritó fuerte. El aviso sirvió para que una vecina saliera en su auxilio y el encapuchado huyera hacia la montaña.
La aterradora experiencia que vivió Chavarría refleja el miedo en que viven los habitantes de pueblos como Llano Verde de Pocosol, Jocote o Crucitas de Cutris, todos en el cantón de San Carlos, debido a una ola delictiva que ya cobró una vida.
La madrugada del pasado 1.° de enero, cinco encapuchados mataron a balazos a Wifer Gómez. Poca horas antes, habían dejado mal herido a Ángel Segura. Ambos hechos sucedieron en Crucitas.
En esta zona fronteriza con Nicaragua se respira un aire muy pesado y las manifestaciones de la inseguridad que sufren los lugareños saltan a primera vista.
"Ahora vivo encerrado. Mi casa se convirtió en una cárcel, pues siento que toda mi familia corre peligro”, dijo el finquero Oldemar Durán, de 50 años, quien optó por poner verjas en su vivienda para contener a los delincuentes.
Según él, la seguridad "se descompuso" con la llegada de centenares de coligalleros atraídos por la mina Crucitas, en Cutris. Antes, dijo, había paz.
También es notable el cambio en los grupos de mujeres que se ven camino al Ebáis o para realizar compras. Ellas optaron por no andar solas.
“Se trata de una medida de seguridad, no queremos correr riesgos” dijo Antonia Martínez.
Pero hay más. Reina Muñoz Romero de 60 años, dueña de una de las tres pulperías que tiene Llano Verde, ahora cierra su negocio a las 5 p. m. A partir de esa hora no le abre a nadie, aunque lo conozca. A ella la han asaltado dos veces.
Al negocio que le hace competencia, el de Alonso Gamboa, lo asaltaron, lo saquearon y robaron más de un millón de colones.
Explicaciones policiales
Los reclamos por estos hechos por supuesto que se vuelcan, en parte, contra la Fuerza Pública, por la falta de puestos de control, ya que los de Jocote y Llano Verde siguen cerrados.
Marisol Flores Chavarría, directora regional de la Fuerza Pública para la Región Chorotega Norte, que abarca los cantones de La Cruz, Upala, Los Chiles y los distritos de Cutris y Pocosol, conoce de los ataques de los últimos meses.
Según explicó, hay una relación con el ingreso de nicaragüenses en condición irregular.
“En los dos primeros meses del año se nos han dado dos alertas de robos en pulperías en el sector de Llano Verde, al otro lado del sector de las minas, cerca del sector fronterizo, donde hay mucha persona nicaragüense con estatus migratorio irregular, las cuales ingresan por estar cerca del río San Juan.
"En Tiricias estamos patrullando la zona, tratando de aprehender a personas con estatus irregular y ponerlos a la orden de Migración”, agregó en entrevista vía telefónica.
Según Chavarría, aparte de operativos, trabajan en organizar comités de seguridad comunitaria en sitios como Moravia y Chamorro, en el sector de Coopevega. Ahí, aseguró, trabajan con comerciantes para que conozcan técnicas para identificar delincuentes en caso de un atraco, al tiempo que establecen una línea de comunicación con la Policía.
Para ella, medidas como el reforzamiento de la seguridad en las casas también es importante.
Los vecinos, eso sí, reconocen la apertura de un puesto en Crucitas, así como los patrullajes en las comunidades, pero ese trabajo lo quieren día, noche y madrugada.