Desatender cuidados básicos, así como el exceso de confianza a la hora de buscar contacto con la naturaleza, pueden tornar trágica una salida hacia zonas montañosas.
Así lo consideran socorristas de la Cruz Roja, que en los primeros dos meses de este año han cubierto 28 emergencias por extravíos en montañas, casi el doble de las ocurridas en igual periodo del año pasado (15).
“La gente debe entender que nadie está exento de perderse en una montaña. Deben ir preparados para lo peor y llevar abrigo, foco y hasta un silbato de emergencia, pues es más fácil escuchar un pito que la voz de alguien”, dijo Walter Eduarte, coordinador de la Unidad de Búsqueda y Rescate en Montaña.
De esas 28 alertas, diez han ocurrido en la provincia de San José, en zonas boscosas de Pico Blanco de Escazú, Alajuelita, Pérez Zeledón y El Empalme de Dota, entre otras.
Le sigue Heredia con seis casos. Dos de los más recientes ocurrieron en el cerro Dantas, que está en una zona protegida entre San Rafael y San Isidro de Heredia, que colinda con el Parque Nacional Braulio Carrillo.
Otras 12 alertas como esta, han sido atendidas en estos dos meses en las restantes cinco provincias del país.
En el caso más reciente, la Cruz Roja desarrolló este viernes la búsqueda de Carlos Sánchez Camacho, de 52 años, quien pese a ser vecino del cerro Dantas, se extravió en ese sitio desde el jueves 18 de febrero, cuando entró con dos amigos, los cuales salieron antes, pues él decidió quedarse.
Al no regresar el viernes siguiente y no hallarlo el sábado 20, la familia alertó del caso esa misma noche al Sistema de Emergencias 9-1-1.
Guido Mora, jefe del Departamento de Atención de Emergencias de la Cruz Roja, dijo que este 26 de febrero retomaron la búsqueda, luego de que familiares, quienes al igual que Sánchez son oriundos y baquianos de la zona, encontraron uno de los zapatos tipo tenis del extraviado.
La hipótesis es que el zapato se le hubiera soltado tratando de cruzar el río Patria, dijo Guido Mora, quien afirmó que no es usual un hallazgo de estos.
Por lo anterior, retomaron la búsqueda que habían realizado entre el domingo y lunes de la semana pasada y que luego suspendieron al no hallar rastro alguno. “Antes de ese indicio, era buscar a ciegas en la montaña y era imposible”, dijo Mora.
Planificación es clave
Según Walter Eduarte, cuando llega una alerta a través del Sistema de Emergencia 9-1-1, lo primero que hacen es buscar las coordenadas para tratar de llegar al sitio en el menor tiempo posible.
Si la persona afectada tiene WhatsApp, se le pide que mande la ubicación y eso facilita mucho la faena, pero en la mayoría de los casos, la gente no tiene señal o el celular se le quedó sin carga.
Cuando la información que se tiene es muy general, el operativo se dificulta.
En dos extravíos recientes, las familias solo dijeron que ocurrió en el cerro Dantas y eso complica la búsqueda, por tratarse de una zona extensa de montañas frías y con partes escarpadas.
Ante una alerta de esas, la unidad central de San José asume el operativo, porque se requiere equipo y personal especializado para el acceso a montañas.
Patrullas especializadas
La Dirección Nacional de Gestión de Riesgo y Respuesta a Desastres (Dinager), convoca a la Unidad de Búsqueda y Rescate Terrestre, también conocida como Unidad de Montaña y se define el sitio donde establecer el campamento.
Esa unidad cuenta con 24 socorristas especializados en cartografía, posicionamiento satelital, rastreo, supervivencia en montañas y rescate vertical, así como en trabajo de aguas rápidas.
Ellos constantemente hacen prácticas en montaña y son los responsables de las búsquedas, para lo cual a veces piden apoyo de otras secciones.
Como esas búsquedas requieren desplazamiento de vehículos, equipo, alimentación del personal y soporte médico, la Cruz Roja ha estimado que una búsqueda que dure 10 horas les cuesta entre ¢750.000 y ¢1 millón.
Por lo anterior, insisten en que quienes entren a montañas dejen de pensar que son infalibles y lo hagan de manera responsable, pues cualquiera puede perderse y hay casos de personas de las que nunca se halló rastro.
Es muy común que la gente no sepa qué punto cardinal tiene en la espalda cuando empieza a caminar. A menudo no saben por dónde entraron, van siguiendo señales de trillos, veredas o senderos, pero no toman nota de puntos importantes.
Aunque existen aplicaciones para avanzar de un punto a otro a través de zonas montañosas, los senderistas deben saber que no es como seguir el Waze por medio del celular en una carretera, en la montaña es diferente.
Eduarte dijo que es importante ver árboles grandes, tratar de dejar marcas, determinar si en el camino hay un tronco caído o alguna rama atravesada, que pueda servir para alertar a los rescatistas en caso de extravío.
Añadió que es importante que los montañistas siempre vayan en grupo y, en caso de perderse, que se queden donde están.
Deben asegurarse un sitio para protegerse del frío, en la medida de lo posible contar con fuego y no desesperarse porque al no saber para dónde dirigirse, se pierden aún más.
“Hay gente que entra una vez a la montaña y cree que con eso ya se autocertifican como guías o baquianos y no es así”, acotó.
José Luis Valenciano, tibaseño, amante de la naturaleza, recuerda que hace varios años entró con otros cinco amigos al cerro Dantas con la ayuda de un baquiano, con rumbo a una catarata.
Después de adentrarse por unos senderos, el baquiano les dijo que estaban extraviados.
“Llegamos a una zona de montaña virgen y de bosque muy cerrado. De repente el guía solo nos dijo: No sé dónde estoy”.
Iban casi sin alimentos, focos, ni abrigo, no había señal de celular. Lo único que tenían era un GPS en el que uno de los caminantes había marcado un punto intermedio por el que habían pasado.
Fue así como optaron por buscar ese punto intermedio y como a eso de las 7 p. m., ya oscuro, lograron enrumbarse y salir.
Experiencia desesperante
Gerson Bagnarello Salazar, vecino de Llorente, Tibás, de 25 años, también se perdió junto con un amigo en las montañas del Bajo de la Hondura, Moravia, en octubre del 2014.
Habían salido en bicicleta y decidieron dejarlas ocultas a un lado del camino para entrar un rato al bosque.
“Fue una experiencia que de pronto se tornó desesperante, porque al desorientarnos no teníamos idea de lo que puede llegar a pasar. Eran diferentes tipos de emociones, pensaba en la angustia que podía estar pasando mi familia”.
Dice que en medio de esa montaña decidieron enfocar su energía a buscar la forma de salir. Primero caminaron río abajo, pensando que tal vez encontraban a alguien, pero no fue así.
Al caer la noche, tuvieron que conseguir palos y ramas de unas palmas que había en la zona, de modo que hicieron una especie de refugio, pero no pudieron dormir, debido a las nubes de mosquitos y otros insectos en el lugar.
Aunque se pusieron barro encima para tratar de que no los picaran, fue infructuoso y apenas pudieron descansar y recuperar un poco de energía, pues no llevaban alimentos, ni abrigo.
Al día siguiente, volvieron a tomar agua de las nacientes del río y acordaron dejar de seguir esa ribera y más bien atravesar la montaña. Después de horas de luchar contra la maleza por una zona boscosa y muy empinada, lograron, al fin, encontrar la ruta inicial.
Gerson, dice que su compañero, Byron Pérez, llevaba celular, pero se le había descargado.
Cuando iban saliendo se encontraron con las patrullas de Cruz Roja que horas antes habían entrado a buscarlos, al trascender la desaparición. Fue ahí cuando les dieron agua y alimentos.
Al día siguiente la familia fue a recuperar las bicicletas al punto donde los jóvenes las habían dejado.
Afirmó que el error cometido fue entrar a una zona desconocida, muy virgen y de poca visitación. “Yo nunca había ido a ese lugar y confié en que mi amigo afirmó que conocía la ruta, pero de pronto no encontramos la salida”, afirmó.
Bagnarello, quien ahora es profesor de Educación Física, pide a los senderistas informarse primero sobre la ruta y que les acompañe una persona que conozca muy bien la zona.
Perros aceleran búsquedas
Tres perros adiestrados para búsquedas en montañas de las razas pastor belga malinois y pastor alemán permiten acelerar las labores cuando no se tiene un área específica.
Alvin Villalá Rodríguez, coordinador del Grupo Técnico Especializado K-SAR (por sus siglas en Inglés K- Search And Rescue), dijo que se aprovechan las capacidades olfativas del perro, para rastrear grandes áreas.
“Todo perro tiene millones de células olfativas para procesar muchas partículas al mismo tiempo y más rápido que el ser humano, por eso se le entrena para búsquedas focalizadas, en este caso de personas vivas”, dijo Villalta.
Los canes entran rápidamente por terrenos de interés, a veces escabrosos, en los que se mueven con más facilidad que los rescatistas y permiten ganar tiempo, lo cual en ese tipo de labores resulta muy valioso.
Recordó que hace como tres años, en Tabarcia de Mora, dos perros descartaron en cuatro horas la búsqueda de un adulto mayor en siete hectáreas de Hacienda El Rodeo.
Los familiares decían que se había extraviado en una zona específica, pero como los perros lo descartaron, los rescatistas replantearon el sitio de búsqueda y el hombre fue ubicado en una zona agreste, diferente al punto originalmente planteado.
“Estaba a punto de caer la noche y gracias a que se redujo el campo de acción, los compañeros lo encontraron. De lo contrario, le habría tocado pasar una difícil noche a la intemperie que, en caso de adultos mayores, puede llevar a hipotermia y otras complicaciones.
Esa unidad de la Cruz Roja fue fundada después del terremoto de Limón en 1991. Tres años después, lograron los primeros resultados en búsqueda y rescate con perros.
El adiestramiento se enfocó primero en búsqueda de personas en estructuras colapsadas, ya que en ese entonces era lo que más urgía, al quedar en evidencia el potencial de riesgo sísmico en el país.
Luego se entrenó a varios perros para entrar a la montaña, lo cual siempre se hace en coordinación con la Unidad de Búsqueda Terrestre.
Para estas labores, el perro debe estar con su esquema de vacunación al día y desparasitado.
Si la búsqueda es por varios días, el can duerme cerca del guía, quien es garante de cuidarlo de depredadores en la montaña.
La certificación del perro dura dos años, en los que realiza un trabajo diario de ejercicio, caminatas y obediencia. A eso se suma el acondicionamiento en localización al menos una vez por semana.
Una vez certificados, los animales duran en promedio ocho años en funciones y regularmente se les hace chequeo médico, porque en la montaña hay garrapatas y otros parásitos que los pueden afectar.
|| DISEÑO / LA NACIÓN.
|| DISEÑO / LA NACIÓN.
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